¿Por qué renunciar a todo lo que hasta ahora había sido su vida y tirarlo por la borda? ¿Pablo se volvió loco, perdió el buen juicio? ¡NO! Lo que sucedió es que conoció a Cristo y la Verdad del Evangelio.
“Cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida… lo tengo por basura.”(Filipenses 3:5 al 8).
“SABIENDO QUE…
HEMOS CREÍDO EN JESUCRISTO.”
¿Hemos oído hablar del Apóstol Pablo? Fue un gran siervo de Dios, su trabajo misionero fue fundamental para extender el Evangelio por Asia y Europa, autor de la mayoría de las cartas que forman el Nuevo Testamento en nuestras biblias.
¿Conocemos su historia? Seguro que nos suena. Permitidme unas pequeñas notas sobre lo que debió ser su experiencia con Cristo al principio de su vida cristiana, porque no siempre fue seguidor de Jesús, que espero nos sean útiles.
Saulo Pablo de Tarso.
Nació en una familia judía residente en una importante ciudad llamada Tarso (en Asia, hoy pertenece a Turquía). Pero de joven, quizás todavía un niño, fue enviado a Jerusalén para estudiar con un importante maestro judío llamado Gamaliel.
(Hechos 22:3) “Yo de cierto soy judío, nacido en Tarso de Cilicia, pero criado en esta ciudad, instruido a los pies de Gamaliel, estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios, como hoy lo sois todos vosotros.”
Y llamo la atención a la expresión: “instruido…estrictamente conforme a la ley de nuestros padres, celoso de Dios”.
La religión de Pablo.
Una de las cosas que aprendió desde jovencito, pues así lo enseñaban sus maestros de religión, es que en el hombre hay dos impulsos: uno dirigido hacia el bien y otro dirigido hacia el mal. En consecuencia la persona justa (la que Dios aprueba), enseñaban los rabinos, no era la que tenía una obediencia intachable a la Ley de Dios, pues esto excedía las posibilidades humanas,…
…dice salomón en Eclesiastés: “Ciertamente no hay hombre justo en la tierra, que haga el bien y nunca peque” (Eclesiastés 7:20).
…sino la que cultivaba el impulso bueno y frenaba el malo hasta el punto de que al final sus acciones buenas sobrepasaran a las malas.
Para ellos era como si Dios tuviese una cuenta corriente de cada persona y a diario hiciese apuntes en el haber y en el debe. Si al final tu saldo es positivo (en cuanto a buenas obras) Dios te salva, si su saldo es negativo (tus acciones malas superan a las buenas) eres condenado.
Según estos maestros aquellas cosas que ayudan a cultivar el impulso bueno eran “el estudio de la Torah”, la ley de Moisés, (además de una serie de tradiciones que decían como cumplirla), dar limosnas y las obras de misericordia”.
De aquí aprendemos que la idea que Pablo podía tener sobre “cómo salvarse” o “cómo llegar al cielo” no se diferenciaba mucho de la nuestra. Se parecía mucho a nosotros excepto en una cosa: Él tomó todo esto muy en serio desde su juventud, mientras que la mayoría de nosotros no le damos gran importancia salvo en situaciones puntuales. De hecho pensaba que no bastaba con que lo bueno superara ligeramente lo malo, sino que la Torah debía guardarse con integridad (Filipenses 3:6).
La conversión de Pablo.
Este empeño en conocer y hacer la voluntad de Dios (de tener una cuenta positiva ante Dios) le llevó a combatir a los seguidores de Jesús, para él un falso cristo o mesías (enviado de Dios). Y estando ocupado en esta “buena obra” sucedió algo que le transformó radicalmente: Tuvo un encuentro con Jesús de Nazaret, con Aquél a quien perseguía (Hechos 22: 6-8).
Y no fue para castigarlo sino un encuentro de misericordia. Jesús mismo le exhortó al arrepentimiento y le llamó para que lo sirviese. Fue en este momento que Pablo se dio cuenta del error en que estaba viviendo y se entregó incondicionalmente a Jesús: “¿qué haré, Señor?” dijo él (Hechos 22:10).
Ojalá mi querido amigo que también tú puedas tener un encuentro con Jesús. Un encuentro donde tus ojos sean abiertos para entender quién es Él y qué ha hecho para ti, donde, dándote cuenta de tu condición, pongas toda tu confianza en el Señor Jesús como único y suficiente Salvador. Pero sigamos con Pablo.
Pablo y la religión.
¿Saben qué ocurrió después de aquel encuentro con Jesús con toda su religión de buenas acciones, limosnas y de estudio de la Torah para “tener un saldo positivo” en su cuenta y tener un veredicto final de absolución ante Dios?
Leamos ahora Filipenses 3: 5-8. ¡Qué fuerte! “cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida… lo tengo por basura”.
¿Qué significa esto? Evidentemente Pablo nunca se arrepintió de ayudar a los pobres, de dar limosnas y haber estudiado la Palabra de Dios, de hecho enseña que estas cosas hay que hacerlas. De lo que se arrepintió, lo que él dice que da por perdido y tiene por basura, es el haber creído que esas cosas le podían dar la salvación. Esa idea de que “cultivando adecuadamente el impulso bueno” y haciendo buenas obras, Dios no tendría en cuenta la parte mala y le absolverá en el día del juicio, ahora la consideraba equivocada.
¿Por qué renunciar a lo que hasta ahora había sido su vida y tirarlo por la borda? ¿Se volvió loco? ¡NO! Lo que sucedió es que conoció a Cristo y la Verdad del Evangelio. Encontró la respuesta a su necesidad, a la búsqueda que hasta ese momento había sido su vida.
Mi amigo, no siempre nos damos cuenta pero nuestra vida es como una búsqueda constante, a veces no sabemos de qué, pero la cual solo Cristo puede satisfacer de manera verdadera.
Hay muchas cosas nobles a las cuales podemos dedicar la vida, y así podemos pensar en el arte (la pintura, fotografía, escultura), en el estudio, en la ciencia, en el prójimo (pienso en gente altruista, verdaderos filántropos), y creo que son buenas y necesarias. ¿Saben donde está el error? La equivocación viene cuando excluimos a Cristo de todo ello. Cuando pensamos que estas cosas pueden sustituirle y rehusamos descansar en Él y en Su Obra todo suficiente.
“Sabiendo que…” ¿Qué entendieron Pablo y Pedro?
En Gálatas capítulo 2 hay unos versos preciosos que pueden ayudarnos a entender lo que a partir de aquel momento, su encuentro con Jesús, el Apóstol Pablo empezó a entender. Leamos otra vez Gálatas 2:15 y 16.
“Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado.” (RV60)
Él, junto con Pedro Apóstol, a pesar de ser una persona muy religiosa (sin duda todos decían a Pablo que era un gran creyente) aprendió “que el hombre no es declarado justo por las obras de la Ley,… ”.
Los diez mandamientos.
El propósito de la Ley de Dios (y pensamos en sus exigencias éticas y morales condensadas en los 10 mandamientos) nunca fue ser el camino de Salvación sino mostrar la incapacidad del hombre para vivir agradando a Dios, su condición pecadora (de ahí todo el ritual de sacrificios por el pecado en los que Moisés instruyó al pueblo) y la necesidad de la gracia de Dios. Esto está magníficamente explicado en la carta que escribió a los cristianos en Roma: Rom. 3:20; 7:18, 21 al 24.
(Romanos 3:20) “ya que por las obras de la ley ningún ser humano será justificado delante de él; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado.”
Y al reflexionar en esto me preguntaba, ¿Si los 10 mandamientos, que son de Dios, no pueden salvarnos (y no porque sean malos sino porque somos incapaces de obedecerlos perfectamente), cómo entonces nos van a ayudar otros caminos que el hombre ha creado? ¡no tendría lógica!
“Por la fe de Jesucristo”.
La verdad es que darse cuenta de que no hay nada que podamos hacer para llegar a Dios por nosotros mismos es una noticia desalentadora y sería algo terrible sino fuera por el “…sino…” que viene a continuación: Vamos a leerlo.
“que el hombre no es declarado justo por las obras de la Ley, sino por la fe de Jesucristo… ”.
¡Preciosa afirmación! Pablo y Pedro no solo aprendieron lo inutil que era obrar para que Dios nos declare justos sino también el único camino provisto por Dios para este fin: “la fe de Jesucristo”.
Una expresión “la fe de Jesucristo” que básicamente se repite en Romanos 3:26, allí dice que Dios “justifica al que es de la fe de Jesús”: «Con la mira de manifestar en este tiempo su justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe de Jesús.« (Romanos 3:26).
Pero permíteme explicarte muy brevemente el sentido básico de estas palabras:
“declarados justos… por la fe de Jesucristo” es una expresión que inevitablemente nos lleva a mirar a la muerte de Jesús, a su crucificción, y lo que ello significó para Dios. A entender que aquello no fue un acontecimiento desgraciado sino el sacrificio necesario por el pecado de todos los hombres y por medio del cual Dios podría librar del justo juicio al pecador.
¿Te das cuenta? La Salvación, el Perdón y la Vida Eterna, no van a depender de lo que tú seas capaz de hacer, sino de lo Cristo hizo por ti cuando murió. Tu parte será confiar en Él como tu Único y Suficiente Salvador.
¿Te has parado a pensar esto? Si “siendo buena gente”, si “cumpliendo la ley de Dios”, o intentándolo al menos de todo corazón, o por cualquier otra forma llegamos al cielo ¿para qué entonces murió Cristo?
¿Para qué cargar sobre sí mismo con el juicio por el pecado? ¿Por qué experimentar el terrible sufrimiento de verse separado de su Padre en los mismos momentos de su muerte? ¿Para qué? ¿Acaso no hubiese sido una crueldad sin límite por parte de Dios dejar morir así a su Hijo si había otro medio para que los hombres se salvasen?
Pablo y Pedro entendieron estas cosas y como consecuencia concluye diciendo (Gálatas 2:16): “… nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley” y vuelve a repetir su convicción: “por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado”.
Mi querido amigo ¿Eres de “la fe de Jesucristo”? ¿Has puesto tu confianza, descansas en el Señor Jesucristo para Salvación?
Al igual que San Pablo, que el Apóstol Pedro, que muchos miles más a los que ellos predicaron, y otros miles a lo largo de la historia que también han abrazado este mensaje: ¿Has confiado en el Señor Jesús como tu Único y Suficiente Salvador?
Antes de encenderse las estrellas,
Antes de existir el hombre aquí́
Antes de arruinar las cosas bellas,
Cristo, el Cordero, se entregó por ti.
No hubo solución aparte de la Cruz
Para reconciliar y darte la salud,
Dios tuvo que entregar a su Hijo, a Jesús.
No hubo solución, solo la Cruz.
Todo el oro que aquí encontraras
No compraría, no, tu redención.
Todas las obras que tú aquí hicieras
No lograrían nunca tu perdón.
Jesús, quien dio la luz a las estrellas,
En densa oscuridad su vida da.
Jesús, quien puso aquí cosas tan bellas,
Por tu maldad El sufre y muere allá.
Oh, amigo, vente hoy a Jesucristo;
No hay camino a Dios fuera de Él,
Toda tu iniquidad Él ya ha visto,
Por ti murió en esa cruz cruel.
Dios mismo no encontró ninguna solución
Aparte de la cruz para tu salvación;
El tuvo que entregar a su Hijo, a Jesús
No hubo solución, solo la Cruz.