La Segunda Venida del Señor
(Mr 13:24-27)
Todos los cristianos que tienen la Biblia como principio de fe y conducta creemos en el regreso de Jesús al mundo. La Segunda Venida en Poder y Gloria es doctrina fundamental. Si alguno dice predicar la Palabra y niega este evento o lo distorsiona, entonces existen buenas razones para desconfiar de él.
Esta fue la enseñanza de Jesús (Mt 24:30; 26:64), lo que los ángeles dijeron a los discípulos (Hch 1:11), y formó parte de la predicación cristiana (Heb 9:27,28). Aquí llamamos brevemente la atención sobre esta última cita: “Aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan.”
– En la Primera vino en humildad, nació como niño, y murió en la cruz para tratar con el pecado del hombre (Mr 10:45).
– En la Segunda, volverá con gran poder y gloria, sin relación con el pecado, para juzgar y reinar.
Este retorno de Cristo será personal, corporal y visible. Es decir, será Él mismo y no alguien que le represente. No será algo simbólico, espiritual o nebuloso, sino en su cuerpo de resurrección, y finalmente no vendrá tapado por una nube, en secreto o de incógnito, será un acontecimiento que todos podrán ver.
Hasta aquí un resumen de la enseñanza que en general compartimos los cristianos. Pero ahora toca pasar de lo general a lo concreto.
Dos eventos diferentes.
Cuando hablamos de la Venida del Señor lo hacemos en relación a dos sucesos que debemos diferenciar: Por un lado el arrebatamiento o rapto de la Iglesia (1ª Ts 4: 16,17), y por otro la Segunda Venida en Poder y Gloria (Ap 1:7).
A modo de ejemplo, podríamos pensar en la Segunda Venida como una pieza musical (con notas vigorosas y un final triunfal) pero que tiene un preludio (de notas suaves y dulces, alegres y festivas). También en un libro, donde antes del texto propiamente dicho encontramos que el autor hace un prefacio que nos introduce en la lectura. El arrebatamiento es como el preludio o prefacio de esta gran obra llamada “El Regreso de Jesús”.
Propósito: En el primero el Señor viene a recoger Su Iglesia para llevarla con Él (Jn 14: 2,3). Este encuentro sucede en el aire, Jesús no retorna a la tierra aún. El trasfondo de Juan 14 apunta al desarrollo de una boda judía donde el novio recoge a la novia para volver a la casa del padre. En el Segundo, el Señor regresa con Su Iglesia, y viene para juzgar y reinar sobre este mundo (Ap 19: 7,8; 11-14) (Mt 25:31).
Ocasión: El primero no tiene fecha, no hay señales o eventos que lo precedan, puede suceder en cualquier momento. Esto se llama la inminencia del arrebatamiento.6. De ahí la exhortación a vivir esperando Su Venida (Fil 4:5) (1ª Tes 1:9,10) (Hb 10:37) (Stg 5:8) (1ª Jn 2:28). ¡¡Hay corona para aquellos que aman Su Venida (2ª Tm 4:7)!! El Segundo, aunque no tiene fecha sí lo podemos encuadrar en el tiempo, será al final de la Gran Tribulación y está precedido por señales y ciertos sucesos (Mt 24: 29-31) (2 Ts 2:3,4).
Un detalle importante: Puesto que este último está precedido de multitud de señales y el primero no, esto exige un lapso de tiempo entre los dos eventos. Tiempo que podemos identificar con el periodo de siete años de la tribulación.
¿A qué evento se refiere el discurso profético de Jesús? (Mt 24:29-31); (Mr 13:24-27); (Lc 21:25-28). Lo que el Señor tiene en mente es la Segunda Venida para juzgar y reinar. No habla del rapto de la iglesia. Tengamos presente que este evento todavía es un misterio, un suceso que no fue revelado hasta un tiempo posterior al Apóstol Pablo (1ª Ts 4:15) (1ª Cor 15:51,52). El Señor está hablando con la luz y lenguaje del Antiguo Testamento.
Esto se conoce como arrebatamiento pretribulacional, es decir, la iglesia no estará aquí cuando este mundo experimente los juicios finales de Dios, cuando derrame su ira sobre este mundo en juicio por su maldad (Ap 6-19)7.
¿Escapismo? ¿Amamos menos al Señor por creer en el arrebatamiento pretribulacional? Por supuesto que no. Sufrir por la causa de Cristo puede suceder en cualquier momento, y TODOS debemos estar preparados (Jn 16:33) (Hch 14:22) (Ro 5:3) (1ª Tes 3:3,4) (2ª Tm 3:12).
Que la iglesia no pasará por estos juicios no es una inferencia, más o menos bien razonada, sino que hay al menos cuatro textos que apuntan en esta dirección:
– Ap 3:10. Una hermosa promesa de que Jesús se ha comprometido a librar a los suyos de ese “tiempo de prueba que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra”, es decir a los incrédulos, nada que ver con la iglesia. Un tiempo que abarca Apocalipsis 6 al 19 y que está caracterizado por la ira de Dios. Ser guardado de “la hora de la prueba” que vendrá sobre el mundo entero, significa que la persona no entrará siquiera a ese período. Estará liberada de ese tiempo. No estará presente en la tierra durante ese tiempo.
– 1ª Ts. 1:10. “Nos libra de la ira venidera”. Conviene recordar que el tema aquí no es soteriológico, la salvación de la condenación eterna, sino escatológico, relacionado con el regreso de Jesús. Lo primero es evidente, lo segundo era necesario reafirmarlo.
– 1ª Ts. 5:9. “No nos ha puesto Dios para ira”. Limitar esta frase al hecho de que hemos sido librados del castigo por nuestros pecados, lo cual es cierto, es ignorar el contexto escatológico de estos versos (5:1-3). Las palabras: “para que… vivamos juntamente con Él. Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros,…” (5:10,11) son básicamente las mismas con las que Pablo termina la descripción del arrebatamiento: “… y así estaremos siempre con el Señor. Por tanto alentaos unos a otros con estas palabras.” (4:17,18).
– 2ª Ts 2:3-9. El día del Señor, en referencia a los juicios finales, no puede llegar hasta que se manifieste el anticristo, y este no puede manifestarse hasta que “lo que lo detiene”, y “quien lo detiene,” sea quitado de en medio. Hay diferentes posiciones al respecto: Una referencia al gobierno humano, algún ser angélico, pero lo más probable es que se refiera al Espíritu Santo y su relación con la iglesia. Cuando esta sea arrebatada, no el Espíritu Santo, entonces el camino quedará abierto para su manifestación.
Consecuencias de la inminencia del arrebatamiento.
En muchas ocasiones estas cosas se han utilizado para avivar enfrentamientos entre creyentes, incluso acusaciones o descalificaciones en cuanto a la lealtad al Señor y Su Palabra. Triste testimonio damos cuando el conocimiento de la Segunda Venida del Señor tiene este fruto.
Pero ¿Cómo debería afectar la convicción en la inminencia del Regreso del Señor nuestras vidas? El tema es hermoso, y todo un desafío para el creyente nacido de nuevo.
Pero antes de entrar en al menos cinco consecuencias, quiero apuntar a la más evidente, pues todo gira en torno a ella: La santidad personal. Eso lo expresa el Apóstol Juan en 1ª Jn 3:2,3. “Y todo aquel que tiene esta esperanza en Él, se purifica a sí mismo, así como él es puro.” ¿Amas la Segunda Venida del Señor? ¿Le estás esperando? ¿Cómo lo reflejas en tu vida?
Examinemos ahora estas cinco consecuencias:
– De carácter afable y conciliador. De esto habla Filipenses 4:5. “Vuestra gentileza sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca”.
Es cierto que este está cerca podría indicar que el Señor está a nuestro lado y nos ayuda en esta tarea, y es una gran verdad. Pero el contexto, la referencia previa a la venida del Salvador (3:20,21), nos hace pensar en esta bendita esperanza.
La idea podría ser ésta, puesto que Aquel que es nuestro modelo en todo “está cerca”, es decir Jesús viene pronto, el deseo debe ser que nos encuentre trabajando y velando. Proyectando su imagen a todos los que nos rodean.
La gentileza es lo contrario al egoísmo y la contienda. Habla de amabilidad, buena disposición, desinterés, ayuda e incluso de autocontrol (1ª Tm 3:3) (Tito 3:2). Que esta “Sea conocida por todos los hombres” significa que debe ser nuestra forma de comportarnos en el trabajo, en el hogar, en la familia, con los vecinos. No somos llamados a ser los ermitaños, ni los raros del barrio, sino personas amables, dadas ayudar, que favorecen la convivencia.
– Una acción decidida contra la apatía o tibieza espiritual (Ro 13:11-14). “Que es ya hora de levantarse del sueño”. Hay una realidad que tenemos que enfrentar. Podemos empezar con gozo la carrera de la vida cristiana, pero en el camino aparecen muchas cosas que entretienen, que enredan y que van apagando el deseo por el Señor. Nos llevan al letargo espiritual.
¿Qué pide Pablo? Que la inminencia de su venida sea como un despertador muy incómodo, inoportuno, que no para hasta que te levantas, que nos ayude a tomar conciencia de la brevedad del tiempo, y a salir del letargo que podamos vivir. Que nos ayude a enfrentar el pecado en nuestra vida, en nuestro entorno y vivir santamente. (Tito 2:11-13) “Vivamos en este siglo sobria, justa y piadosamente.”
– Una actitud vigilante, de ello nos habla (1ª Ts 5:4-6). “Velemos y seamos sobrios”. Alertas, despiertos, como el militar que hace guardia en un puesto avanzado, y en nuestro sano juicio, centrados en lo importante. Esto impedirá que nos volvamos a enredar en cosas que sin ser necesariamente malas, nos entretienen y apartan de la meta. Entonces la caída es más fácil. Como parte de esta estrategia Pedro señala la necesidad de Perseverar en la oración (1ª Pd 4:7). La necesidad de una vida dependiente del Señor.
– Un compromiso con la Verdad que debe ser renovado continuamente. Esto que a algunos puede sorprender es lo que dice Pablo en 1ª Ti 6:13-16. Hemos extendido la lectura hasta el 16 porque nos recuerda que los tiempos están en las manos de Dios el Padre. Es vano especular y poner fechas. Hecho este paréntesis, la enseñanza: Que el Señor no nos encuentre rebajando el Evangelio o la Palabra para agradar a los hombres, para hacerla compatible con el mundo, para dar cabida a las últimas tendencias o filosofías de los hombres. Los tiempos que vienen son difíciles (2ª Ti 3:1-5).
– Vivir en paz con los hermanos. Un tema oportuno para terminar con este recorrido por las implicaciones de la inminente venida del Señor. (1ª Pd 4:7,8) (Stg 5:8,9). El tema aquí son las riñas internas, las críticas malsanas, las actitudes maliciosas y los comportamientos infantiles e inmaduros que tanto dañan la comunión entre los creyentes y que, a pesar de los años, no hemos sabido canalizar.
Dejamos en la mente la frase: “el juez está a la puerta.” No es una verdad para usar como arma arrojadiza, sino que nos ayude a examinarnos y replantear nuestras actitudes.
Escribe el expositor bíblico Antonio Ruiz: “Qué ocurrirá si (Jesús) abre la puerta y pasa rápida e inesperadamente; nos hallará con corazones afirmados o quejándonos unos contra otros?”
“La cercanía del día es un acicate para examinar la conducta propia para que, cuando aquél cuyas pisadas se oyen cada vez más cerca llame finalmente a la puerta, estemos preparados para abrir, recibiendo bendición y no reprensión. Es un cristianismo barato mirar sólo a la gracia de Dios en el evangelio olvidando que hemos de dar cuentas (2 Co. 5:10).” 8.
Notas.