El pecado y la enfermedad

Una pequeña reflexión a la luz de la Palabra sobre la relación entre ambos conceptos. Una cuestión que turba a muchos cristianos.

Introducción.

“¡Castigo de Dios!” ¿Hemos oído esta expresión alguna vez? Cuando una persona enferma gravemente, tiene una enfermedad incurable, sucede una desgracia,… hay quienes justifican lo sucedido con esa frase. Otra expresión que se abre paso y está sustituyendo a la primera: “Eso es el karma”. Unas palabras tomadas de las religiones orientales y que hemos adaptado a nuestro contexto. “Está recibiendo el mal que hizo”.

¿Es la enfermedad la consecuencia de un pecado? ¿Tienen razón los que hablan de castigo? En la época de Jesús esta forma de explicar la enfermedad o la tragedia estaba muy arraigada. Esto hacía que el sufrimiento de la persona se aumentara. Por un lado estaban las consecuencias propias de la enfermedad, por otro, que estos enfermos estaban mal vistos, apenas encontraban consuelo, cariño, comprensión. Y además estaba el sufrimiento interno, “me lo merezco” “Dios me está castigando”.

La enfermedad como consecuencia del pecado.

Es cierto que en ocasiones, la enfermedad es consecuencia directa o indirecta de un pecado. Por ejemplo, una persona que maltrata su cuerpo, que practica malos hábitos, es probable que termine desarrollando una enfermedad. Cirrosis, cáncer, problemas de corazón, sida, hepatitis, incluso depresiones, son en muchas ocasiones consecuencia de un comportamiento dañino, y por tanto pecaminoso.

También es cierto que hay ocasiones donde Dios permite una enfermedad como castigo o disciplina. Lo hizo con Israel, lo hace con sus hijos e incluso con los incrédulos. Traemos como ilustración dos casos:

El primero el de un incrédulo, y fue en castigo a la soberbia de su corazón. Nos referimos a Herodes, un hombre, que por otro lado tuvo la oportunidad de conocer a Jesús pero le rechazó (Hch 12:20-23).

(Hch 12:23) “Al momento un ángel del Señor le hirió, por cuanto no dio gloria a Dios; y expiró comido de gusanos.”

El segundo trata de creyentes verdaderos, pero que actuaban de manera inapropiada e irresponsable con las cosas del Señor. Dios actuó en juicio con ellos (Heb 12:6) (1 Co 11:29-32).

(1 Co 11:30) “Por lo cual hay muchos enfermos y debilitados entre vosotros, y muchos duermen.”

Negando el populismo.

Pero no siempre la enfermedad o la tragedia es un acto de disciplina o castigo de Dios. Nuestro Señor cuestionó en más de una ocasión esa manera de pensar y sorprendió a todos abriendo nuevas posibilidades. Prestemos atención:

1.- “El hombre que nació ciego”.

(Jn 9:1-3) Al pasar Jesús, vio a un hombre ciego de nacimiento. Y le preguntaron sus discípulos, diciendo: Rabí, ¿quién pecó, éste o sus padres, para que haya nacido ciego? Respondió Jesús: No es que pecó éste, ni sus padres, sino para que las obras de Dios se manifiesten en él.

En la mente de los discípulos, una desgracia como ésta solo se explicaba por un pecado. Pero nuestro Señor niega la mayor y añade “sino para que las obras de Dios se manifiesten en él”.

2.- “La enfermedad de Lázaro”.

Lázaro es un amigo íntimo de Jesús, un hombre temeroso de Dios. Y sin embargo, enfermó de muerte (Jn 11:1-3) ¿Habría algún pecado que justificara lo sucedido? ¿Cómo si no explicar la situación? Nuestro Señor, en vez de justificar esa forma de pensar, hace una afirmación que debió dejar perplejo a los presentes.  

(Jn 11:4) “Oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella.”

La explicación es semejante a la anterior: “Para la gloria de Dios”. Estas personas fueron usadas como instrumentos de Su gracia. El ciego, a través de su enfermedad pudo conocer a Jesús y entrar en una relación personal con Él, y ambos fueron usados para llevar el conocimiento de Su Persona a otros. Hermanos, teniendo en mente estas cosas, cómo nos atrevemos a calificar de castigo, o buscar un pecado oculto en la enfermedad de las personas, sean creyentes o no.

3.- “La muerte violenta ante el altar y la torre que se desplomó”.

El relato lo encontramos en (Lc 13:1-5). El Señor da a entender que si estas tragedias hubiesen sido resultado de un juicio divino, entonces todos deberían tener una muerte semejante, pues todos son igualmente pecadores.

(Lc 13:) “Os digo: No; antes si no os arrepentís, todos pereceréis igualmente.”

Entonces, si no siempre hay una relación directa entre pecado y enfermedad ¿Por qué enfermamos? ¿Por qué estas situaciones trágicas en nuestras vidas?

La enfermedad como consecuencia de la caída.

La enfermedad, junto con la muerte, es una de las consecuencias de la caída del hombre. Es resultado de la entrada del pecado en la raza humana. Desde ese momento, todos quedamos expuestos a un proceso de decadencia física y finalmente la muerte (Ro 5:12) (Ro 8:20-23). Este proceso será definitivamente excluido con la resurrección en el final de los tiempos (1 Co 15:42-44).

En consecuencia los cristianos estamos expuestos a las mismas enfermedades y vicisitudes que aquellos que no creen. Aunque tenemos a Cristo, que nos fortalece y consuela en nuestras tribulaciones, que nos guarda del mal, los creyentes no somos una  “superraza” libre de enfermedades y daños. Recordamos las palabras de Pablo a Timoteo, un fiel siervo del Señor:

(1ª Tim 5:23) “Ya no bebas agua, sino usa un poco de vino por causa de tu estómago y de tus frecuentes enfermedades.

También el testimonio que Pablo da de otro de sus íntimos colaboradores, nos referimos a Epafrodito:

(Fil 2:27) “Pues en verdad estuvo enfermo, a punto de morir; pero Dios tuvo misericordia de él, y no solamente de él, sino también de mí, para que yo no tuviese tristeza sobre tristeza.”

Todas las cosas ayudan a bien.

Resumiendo, hasta ahora hemos visto que la enfermedad:

. Es una de las consecuencia de la entrada del pecado en la raza humana. La evidencia de esa corrupción física a la que todos, excepto Jesucristo, estamos sujetos.

. Que afecta tanto a los que hemos creído en Cristo como Salvador personal, como a aquellos que no son creyentes nacidos de nuevo.

. No será hasta el tiempo de la resurrección que los creyentes serán libres para siempre de toda corrupción.

. Que en ocasiones la enfermedad es un instrumento que Dios usa para juicio o disciplina.

. Y finalmente, como última reflexión, añadimos: Que la enfermedad, lo mismo que otras situaciones, es uno de los muchos instrumentos que Dios usa para realizar su Obra.

(Ro 8:28) “Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados.”

“Todas las cosas” incluye también enfermedad, la tragedia o cualquier situación sobrevenida. Y este “ayudan a bien” implica que

son oportunidades para que el Señor trabaje en nuestras vidas (Job 42:5)

y un medio para que él manifieste su poder (2 Co 12:8-9) (2 Co 4:7).

 

En la próxima ocasión en vez de preguntar ¿Por qué esto? ¿Qué hice? implicando que es un castigo de Dios y cerrando otras puertas, pregunta ¿Para qué Señor? ¿Qué quieres hacer en mi vida? y dejemos que haga su obra completa en nosotros. Dios tiene propósitos aún en medio de la aflicción (Job 1:21-22).