El Crimen Más Grande que se ha Cometido.
(Marcos 15:20-39)
Sumario de los hechos.
Sucedió posiblemente un viernes por la mañana hace casi 2000 años. Después de una larga noche, una lenta comitiva salió desde la casa del gobernador romano, atravesó la muralla norte y subió a la colina donde solían ejecutarse a los condenados. Un lugar de paso en el acceso a la ciudad. El sitio se llamaba Gólgota, para los romanos monte Calvario.
El condenado era un hombre joven, poco más de treinta años. Mientras que a su paso algunos callaban y las mujeres lloraban, otros iban detrás insultando y maldiciendo. Había un odio asesino en sus rostros, deseaban verle muerto.
¿Quién era este supuesto criminal que levantó tanto odio? Su nombre era Jesús. Nació en Belén, pero se crió en Nazaret, en el norte del país. Su padre se llamó José, su madre María, y junto con sus hermanos trabajó en el taller familiar. Pero al cumplir los treinta años dejó las herramientas y con gran dedicación empezó una vida itinerante, una especie de cruzada personal.
Y enseguida empezaron los problemas. Las cosas que enseñaba, que afirmaba y hacía pronto le hicieron chocar con los líderes religiosos. Estos hicieron varios intentos por silenciarlo pero sin éxito. Hasta que por fin, gracias a la traición de uno de los suyos, lo arrestaron, lo sometieron a juicio sumario, lo condenaron a muerte, y como no podían ejecutarlo lo entregaron a los romanos con la falsa acusación de alta traición para que lo mataran (Lc 23:2).
El problema fue que el juez romano no lo encontró culpable y quiso liberarlo. Entonces los líderes religiosos alteraron al pueblo e hicieron gran presión para que finalmente lo ejecutaran. Esto es un breve resumen de los hechos.
Pero ¿Quién era Jesús?
Hay mucho que decir sobre Él. Pero recordemos al menos esto. Jesús no era solamente un hombre. Era mucho más que eso. Él tenía una relación única con Dios, a quien llama su Padre. Y esto enfadaba mucho a los religiosos, sabían que esto implicaba divinidad (Jn 5:18).
Y es que el evangelista Juan le describe como existiendo eternamente en el seno de Dios, y como la Palabra que emana de Dios mismo (Jn 1:1). Cuando se encarna, cuando añade humanidad a su divinidad, Es verdadero Dios y Verdadero hombre. Sin duda que Él era el Dios del universo, el Creador de todas las cosas visitando su creación
¿Por qué vino a este mundo?
No fue para hacer turismo, ni para añadir una experiencia extraordinaria a su vida. Lo hizo con un propósito definido: salvarnos de las consecuencias eternas del pecado “Por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,” (Ro 3:23) “Porque la paga del pecado es la muerte” (Ro 6:23).
Esta verdad se puede resumir en la siguiente frase: “El Mesías, para poder salvar al pecador, tenía que ser Dios. Solo Dios puede salvar y solo el hombre puede morir. De manera que Dios se encarnó para poder morir en la cruz y… pagar el precio del rescate de los pecadores.” 1. (2ª Co 5:21).
¿Quién mató a Jesús? ¿Quién tuvo la culpa?
En primer lugar tenemos que señalar a los líderes religiosos judíos y a la multitud que gritaba aquella madrugada “¡Crucifícale, crucifícale!”, y que cuando fueron confrontados con la injusticia de la petición dijeron: “Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos” (Mt 27:25). Por otro lado están las autoridades romanas, que prevaricaron, y literalmente lo crucificaron en el Gólgota.
Pero el cuadro no estará completo hasta que entendamos que todos somos culpables; que fueron nuestros pecados los que le clavaron en la cruz, que no fueron los clavos sino Su amor por nosotros lo que le mantuvo allí cuando se burlaban de Él y le decían que bajase de la cruz (1ª Pd 3:18) (1ª Jn 2:2). Es por esto que no se puede mirar a la cruz de Cristo, permanecer indiferentes y pensar que no pasa nada. Eso es menospreciar la sangre de Jesús.
La crucifixión de Jesús (Mc 15:25).
Poco después de llegar al monte Calvario, serían las nueve de la mañana, la hora tercera, los soldados le ofrecieron una especie de vino avinagrado mezclado con hierbas amargas que actuaba como narcótico. Esto serviría para aliviar el intenso dolor del momento. Pero Jesús no quiso beberlo (Mc 15:23). Tenía una tarea que cumplir, Él era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y no quería ser sacrificado bajo los efectos de ninguna droga.
A continuación lo acostaron sobre la cruz, que ya estaba en el suelo, y allí clavaron sus manos y sus pies. Después, para dejarla en pié a la vista de todos, la levantaron haciéndola caer en un hoyo previamente excavado en el suelo. Dicen los historiadores que la crucifixión era un medio de ejecución lento y cruel, que los romanos tomaron de los fenicios. Normalmente, la víctima moría, tras dos o tres días, de sed y de agotamiento, entre fiebres, y terribles espasmos.
Y a partir de aquí tenemos que decir que son tantas las cosas que sucedieron durante las seis horas que Jesús estuvo en la cruz, todas ellas importantes, que nos vemos obligados a detenernos sólo en algunas, y además de forma breve.
Crucificado entre malhechores.
Jesús no fue la única persona ajusticiada aquella mañana, dice el relato: “Crucificaron también con Él a dos ladrones, uno a su derecha, y el otro a su izquierda.” (Mr 15:27). Ahora imaginen la escena, un hombre inocente, verdaderamente bueno, sin duda el mejor de todos los hombres que pisó este mundo, humilde y puro de corazón (Mt 11:29), expuesto y muerto entre dos peligrosos criminales, como si fuese uno de ellos ¡Qué tremenda injusticia!
Y sin embargo, además de cumplir con una antigua profecía de al menos 700 años (Is 53:12), el momento tiene un tremendo significado. El justo, Jesús, muriendo entre los injustos, sin merecerlo pero como si fuese uno de ellos, para llevar sobre sí mismo el castigo que nosotros merecemos (1ª Pd 3:18).
Las burlas que Jesús soportó.
El siguiente momento tiene que ver con la gente que pasaba por allí, o estaban mirando, mientras Jesús agonizaba. Lo que dijeron pone de manifiesto la bajeza de la condición humana. Cuando más conmiseración necesita la persona, un mínimo de respeto y dignidad, más se burlaban y hurgaban en su dolor, más le menospreciaban (Mr 15:29-32). Me llama la atención estas palabras:
“A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar” (15:31). Estas palabras de los líderes religiosos son una verdad a medias. Verdad porque efectivamente curó y dio esperanza a muchos en Israel, pero mentira respecto a que no podía librarse de la cruz (Mt 26:52-54). Lo que ocurre es que, para que la Salvación pudiese consumarse y tú y yo ser salvados, era necesario amarlos hasta el final. Y eso implicaba morir como culpable, como maldito de Dios, en aquella cruz. ¡Que gran Dios y Salvador tenemos, nuestro Señor Jesucristo!
Las primeras palabras de Jesús en la cruz.
Otra de las cosas que llaman la atención son las palabras del crucificado. Imagina por un momento; después del dolor de los clavos, la cruz es levantada y dejada caer inmisericorde dentro del agujero, todo el cuerpo es desgarrado con el golpe y un dolor indescriptible le recorre de arriba abajo. Y lo siguiente que escucha son palabras de odio y de burla. Incluso le cuestionan sobre su misión: “algo hizo mal, Dios le ha abandonado, está ahí porque se lo merece.” ¿Tú qué dirías si reunieses fuerzas para hablar? Lo primero que Jesús dijo está recogido por el evangelista Lucas.
“Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen.” (Lc 23:34). ¿Sabes qué significa esto? En Jesús no había odio, ni rencor, ni deseo de venganza. Pidió al Padre un tiempo de gracia para que sus asesinos tuviesen la oportunidad de arrepentirse y ser perdonados. Y en verdad aquellos que se arrepintieron, no importa la gravedad de su pecado, pudieron experimentar perdón y Salvación eterna. Y lo hermoso es que esta oración pidiendo por un tiempo de gracia se extiende hasta nosotros hoy en día y llega a ti. Recuerda que ante Dios todos somos culpables de su muerte.
Las tres horas de oscuridad.
Por último, el suceso que quiero mencionar tiene que ver con la oscuridad que siguió a la crucifixión de Jesús. Desde las 12 y hasta las tres de la tarde: Dice:
“Cuando vino la hora sexta, hubo tinieblas sobre toda la tierra hasta la hora novena.” (Mr 15:33).
¿Qué motivó esta oscuridad? ¿Qué alcance tuvo? ¿Qué significa? Estas son algunas de las preguntas que se hacen en torno a este acontecimiento.
Sobre lo primero, algunos especulan con un eclipse, otros con un densas nubes que cubrieron el sol inesperadamente, algunos sugieren una fuerte tormenta. Hay quienes piensan que alcanzó todo el territorio de Judea, es decir Jerusalén y alrededores. Pero lo que más inquieta es su significado.
En primer lugar algunos señalan, y posiblemente con razón, que esta oscuridad sirvió para expresar el dolor de la creación ante este terrible crimen. Lo hemos dicho, la criatura no solo despreciando sino dando muerte al Creador. ¿Puede haber un crimen más horrendo?
Pero esto no agota su significado. En la Biblia la oscuridad y las tinieblas se relacionan con pecado y con juicio. ¿De qué habla entonces la oscuridad? Del juicio sobre nuestro pecado que cae sobre Jesús. De la justa ira de Dios por la maldad del hombre que es derramada sobre nuestro sustituto. Dios decidió salvar al hombre juzgando nuestro pecado en Jesús a fin de darnos vida.
Tres momentos relacionados con la oscuridad nos ayudan a entender lo que sucedió:
– Mr 15:34. “Y a la hora novena Jesús clamó a gran voz, diciendo: Eloi, Eloi, ¿lama sabactani? que traducido es: Dios mío, Dios mío, ¿Por qué me has desamparado?” Ser desamparado por Dios implica experimentar Su ira. ¡Terrible! Jesús como hombre experimentó en sí mismo la consecuencia del pecado, la separación de Dios.
Algunos para lanzar dudas sobre la Obra de Jesús en la cruz, han preguntado “¿Abandonaría un Dios amante al único hombre bueno que jamás ha vivido? Y la respuesta a esta pregunta es un rotundo No. Entonces Jesús, el único hombre bueno que jamás ha vivido, tuvo que haber sido abandonado por otros”2. Dicho con otras palabras, estaba allí como nuestro sustituto.
– Jn 19:30. “Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es, Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu.” Coincidiendo también con la hora novena, el fin de las tinieblas, dijo: “Consumado es.” La obra ha sido completada. Sin duda se refiere al valor de su muerte en la cruz. Una expiación, pues la causa era el pecado del hombre. Una sustitución, él ocupó nuestro lugar.
– Mr 15:37,38. “Mas Jesús, dando una gran voz, expiró. Entonces el velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.” Con este acontecimiento sobrenatural, y que también coincide con la hora novena, la densa cortina que separaba el lugar Santísimo del lugar Santo se rompe, se da testimonio de la Obra acabada de Jesús, el Camino al Padre está abierto por medio de Él.
Y así hemos repasado algunos de los sucesos más sobresalientes de la muerte de Jesús. Pero sería injusto terminar así.
La tumba vacía.
Dos versos y un breve comentario. Dando un pequeño salto leemos:
(Mr 16:5,6) “Y cuando entraron en el sepulcro, vieron a un joven sentado al lado derecho, cubierto de una larga ropa blanca; y se espantaron. Mas él les dijo: No os asustéis; buscáis a Jesús nazareno, el que fue crucificado; ha resucitado, no está aquí; mirad el lugar en donde le pusieron.”
«Ha resucitado, no está aquí;» El lugar más visitado para de líder político, social, religioso o de cualquier tipo que ya murió es su tumba. Allí se construye un gran mausoleo. Y aunque es cierto que los religiosos han hecho algo parecido con el lugar donde se cree pudo estar la tumba de Jesús, lo cierto es que existe una gran diferencia: Su tumba está vacía. No porque su cuerpo desapareció, sino porque resucitó dando testimonio de la suficiencia de su Obra y su poder para salvar al pecador arrepentido.
Para terminar esta exposición solo queda invitarte a mirar la cruz, pero no como reliquia de la religión, no como algo distante, ajeno a ti, sino como el lugar donde Cristo pagó por tus pecados. Invitarte a reconocerte hombre y mujer pecador, necesitado de Dios y su perdón, y apropiarse por la fe de la Obra de Cristo en tu favor. ¿Quieres hacerlo hoy?
(Esta exposición toma como base la lección 8º del curso de Emaús “Nacido para triunfar” por W. MacDonald).
- Evis L. Carballosa. Mateo. La revelación de la realeza de Cristo. Tomo II. Pág. 506. Editorial Portavoz.
- Evis L. Carballosa. Mateo. La revelación de la realeza de Cristo. Tomo II. Pág 513. Editorial Portavoz.