DORMILÓN, DESPIERTA.

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 DORMILÓN DESPIERTA

(Jonás 1:1-17)

Marinero durmiente, 1950.

Robert SAVARY

Creo que todos hemos oído hablar de la historia de Jonás. El profeta al que Dios ordenó que fuera a Nínive, capital de Asiria, y predicase contra ella juicio a causa de su maldad. Y no quiso ir. Además de esto buscó un barco que le llevara justo en la dirección contraria, al otro extremo de la tierra, a Tarsis (probablemente una referencia a Tartessos, una civilización que se desarrolló en el sur de España, y con buenas relaciones con los fenicios).

Dice el relato que durante la navegación Dios levanta una gran tormenta de manera que el barco crujía a tal extremo que parece que se va a partir. Finalmente Jonás confiesa que todo aquello es por su culpa y convence a los marineros para que lo arrojen al mar:

“…tomadme y echadme al mar, y el mar se os aquietará” (1:12.)

Y ahora ocurre la escena por la cual es conocida esta historia:

“Pero el Señor tenía preparado un gran pez que tragase a Jonás; y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches”. (1:17).

El relato continúa diciendo que Jonás clamó al Señor desde el vientre del pez, que Dios le oyó y finalmente fue vomitado en tierra:

“Y mandó el Señor al pez, y vomitó a Jonás en tierra” (2:10).

Precisamente esta escena del gran pez, ha hecho que muchos lo consideren un cuento para niños, incluso que se permitan ridiculizar el libro y a la Biblia. La primera consecuencia de esta actitud es que estas personas pierden de vista las magníficas enseñanzas que tiene. Por ejemplo ¿Has pensado alguna vez en la razón por la cual Jonás no quiso obedecer?

El corazón de Dios y el corazón del hombre.

Porque aunque el mensaje era de juicio contra los asirios, Jonás sabía que si el pueblo oía, se arrepentía y clamaban a Dios, el Señor los perdonaría. Y Él no quería, no podía permitir, que esto sucediera con sus enemigos. Leamos el verso 2 del capítulo 4.

“Y oró al Señor y dijo: Ahora, Oh Señor, ¿no es esto lo que yo decía estando aún en mi tierra? Por eso me apresuré a huir a Tarsis; porque sabía yo que tú eres Dios clemente y piadoso, tardo en enojarte, y de grande misericordia, y que te arrepientes del mal”.

Dos cosas podemos señalar aquí, la primera tiene que ver con el corazón del hombre, la segunda con el corazón de Dios:

  Jonás prefería que el juicio cayera sobre aquellas personas y perecieran antes que ver la gracia y la misericordia de Dios actuando en ellos. Por naturaleza el corazón del hombre prefiere ver la ruina de sus enemigos, deleitarse en su destrucción, antes que concederles una oportunidad y experimentar misericordia.

  Pero gracias a Dios que el corazón de Dios no es como el de los hombres. Dice el profeta Ezequiel:  “Porque no quiero la muerte del que muere, dice Jehová el Señor; convertíos, pues, y viviréis.” (Ez. 18:32).

Esta confesión del profeta “tú eres Dios clemente y piadoso… de grande misericordia” recuerdan unas palabras escritas por el Apóstol Pablo casi 800 años después:

“Dios quiere que todos los hombres sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad” y añade: “Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí mismo en rescate por todos,…” 1ª Tm. 2: 5 y 6.

Mí querido amigo: Esta antigua historia nos enseña que Dios no hace acepción de personas. Que el amor de Dios por el pecador no tiene límites. No importa cuan bajo una persona haya podido caer, no importa lo alejado que hayas vivido de Dios, no importa cuán grande haya sido nuestra ofensa… Dios quiere reconciliarte consigo mismo y está dispuesto a extenderte su mano.

Una nueva oportunidad para Jonás.

Hablando del corazón de los hombres y del corazón de Dios, hay otro punto a destacar: Los seres humanos, solemos negarnos a dar nuevas oportunidad, y más cuando este nos ha hecho algún daño. Pero nuevamente encontramos que Dios no es así: Después que Jonás se arrepintió, y se volvió a Dios, … El Señor volvió a llamarle y le dijo otra vez que fuese a Nínive (3:1-3).

El gran pez

De nuevo quisiera volver a la escena del gran pez. ¿Cómo la imaginas? Muchas personas piensan que fue algo parecido a lo que le sucedió a Geppetto en el cuento de Pinocho. El estómago de aquella ballena resultó ser una especie de lago donde el viejo carpintero pudo vivir en su bote y pescar los peces que aquella tragaba (al menos así sale en la película de dibujos animados que hizo Disney). Visto así es evidente que la historia de Jonás resultaría ridícula.

A modo de curiosidad, mencionamos que recientemente circuló por las redes sociales un video de un jovén venezolano que fue “comido” por una ballena jorobada mientras practicaba piragüismo en el mar. Fue una cuestión de segundos, el animal lo expulsó de su boca casi inmediatamente. En 2021, el buceador de langostas estadounidense Michael Packard estuvo encerrado en la boca de otra ballena jorobada durante al menos 30/40 segundos.

En nuestro caso, bástenos recordar, que la cuestión no es si hay un pez capaz de tragar a una persona entera, si se trata de un un tiburón blanco, un cachalote, una ballena jorobada, un tiburón ballena u otro desconocido, se trató de una criatura expresamente preparada por Dios y la preservación de su vida fue otro milagro del Señor (1:17).

La condición del hombre y la provisión de Dios.

Para ir llegando al final de esta exposición, me gustaría usar este relato, sobre todo el comienzo del mismo para hacer una ilustración de la condición del hombre delante de Dios, su necesidad, y la provisión de Dios.

La actitud de la humanidad frente a Dios.

“Y se levantó para huir de la presencia de Dios” (1:3). Una frase que resume la historia de la raza humana desde que, en el principio, se esconde de Dios en Edén hasta el presente. El ser humano se ha propuesto vivir de espaldas al Dios verdadero, creador del cielo y de la tierra, y para ello ha creado a lo largo de la historia sus propias religiones, creencias y filosofías para negar su existencia y crear un mundo a nuestra conveniencia (Romanos 1:21-23).

No es progreso lo que experimenta el hombre cuando huye de la presencia de Dios, sino retroceso en su condición y dignidad. Hubo un tiempo donde con el desarrollo de la ciencia, la tecnología, los descubrimientos, la abolición de la esclavitud, la democracia en los grandes países, la educación, la creación de la sociedad de naciones, etc, llevó al pensamiento que un mundo mejor, un mundo en paz, en armonía, sin guerra, sin enfermedad, y sin Dios, era posible. Un hombre maduro y autosuficiente. Hablamos de los siglos XVIII, XIX y principios del XX.

¿Pero cuáles fueron los resultados? Además de dos guerras mundiales en el corazón de Europa, el holocausto, las interminables guerras posteriores, todos somos testigos de la degradación moral y espiritual que vivimos. De la cosificación de las personas, de la falta de propósito y sentido de nuestra sociedad.

La condición de cada persona (el barco y la tormenta).

Otras palabras que llamaban mi atención son las referentes a la tormenta y el barco en medio de ella. “…hubo en el mar una tempestad tan grande que se pensó que se partiría la nave” (1:3). Este barco en peligro me hacía pensar, en la dramática situación personal en que nos encontramos y de la que no somos conscientes.  Dos cosas aquí:

  Un corazón tormentoso. Nuestro corazón, entendido como la parte más íntima de nuestro ser, no es el lugar limpio y agradable que deseamos. Lamentablemente está habitado por amarguras, avaricias, egoísmo, orgullo, y cosas capaces de desatar toda clase de tormentas y hacer naufragar una vida. Esto fue lo que dijo Jesús:

(Mr. 7:21-23) “Porque de adentro, es decir, del corazón de los hombres, salen los malos pensamientos, la inmoralidad sexual, los robos, los asesinatos, los adulterios, la codicia, las maldades, el engaño, los vicios, la envidia, los chismes, el orgullo y la falta de juicio. Todas estas cosas malas salen de adentro y hacen impuro al hombre”.     

  El naufragio eterno. Lo terrible no es solo la muerte física, que vivimos como si no fuese una realidad. La Palabra de Dios nos recuerda que después hay un juicio donde el hombre debe rendir cuentas ante su Creador.

“Y de la manera que está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos;…” (Heb. 9:27-28). “Pero Dios… ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia,…” (Hch. 17:30-31).

Mi amigo, y si tu vida acabase hoy… ¿Estarías preparado para este encuentro? ¿dónde pasarás la eternidad?

Diferentes respuestas al peligro.

Para acercarnos al final, me gustaría llamar la atención sobre la tripulación y el pasaje del barco. Sirven para ilustrarnos diferentes actitudes frente a estas cosas: La realidad del pecado, la muerte y el juicio. Vamos a señalar tres:

1. En primer lugar al “hombre religioso.

(Jon. 1:5). “Y los marineros tuvieron miedo, y cada uno clamaba a su dios;…”

Son muchos los que ante el miedo a la muerte, la incertidumbre del más allá o la insatisfacción con la realidad de su corazón ponen su confianza en la religión. Unos en la tradicional, la de toda la vida, confiando que sus ritos, ceremonias, sus sacerdotes y sus altares puedan solucionar su problema. Otros se introducen en religiones cada vez más exóticas y creencias extrañas buscando respuesta.

Los marineros por más que rogaron a sus dioses no encontraron alivio, sencillamente eran dioses falsos. Solo cuando clamaron al Dios único y verdadero, el Creador del cielo y la tierra, fue que hallaron respuesta a su necesidad. De la misma manera decimos a los amigos que la solución no está en la mano de las religiones, ni de los hombres santos, ni en los ritos, ni en los altares… ¿Cuál es la provisión de Dios? La solución está en Dios y en el camino al cual nos señala: Su Hijo Jesucristo. Jesús dijo:

(Juan 14:6) “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”.

2. “El hombre esforzado”. Aquel que, con o sin religión, se esfuerza en solucionar este tema mediante buenas obras, esfuerzos y sacrificios personales.

Jon. 1:5 “…y echaron al mar los enseres que había en la nave,…”

Jon 1:13 “Y aquellos hombres trabajaron para hacer volver la nave a tierra;  mas no pudieron,  porque el mar se iba embraveciendo más y más contra ellos”.

Nada tenemos en contra del “hacer el bien a todos”, de procurar un mundo más justo y leyes justas para todos, nada que objetar a una vida de solidaridad con el más necesitado. Es de admirar y de imitar la vida de personas que se entregan a las demás. El problema es cuando estas cosas las queremos usar como una escalera para llegar a Dios o para “alterar en alguna forma el justo juicio de Dios”.

La Biblia dice que: “todos sin excepción han pecado”, y que aún toda obra buena y encomiable a los ojos de los hombres llevan la mancha de nuestro pecado: “Por cuanto todos pecaron y no alcanzan la gloria de Dios,” (Rom 3:23). Es decir, no son aptos para estar con Dios”.  ¿Y cuál es la provisión de Dios? Lee con atención:

“Sin embargo, sabemos que nadie es reconocido como justo por cumplir la ley sino gracias a la fe en Jesucristo. Por esto, también nosotros hemos creído en Jesucristo, para que Dios nos reconozca como justos, gracias a esa fe y no por cumplir la ley. Porque nadie será reconocido como justo  por cumplir la ley”.  Gal 2:16.

Él, Jesús, es el justo, él sí califica ante Dios. Y Él, inocente, muere como nuestro sustituto para satisfacer las demandas de la justicia divina. De tal manera que todo aquel que cree en Él ve como su pecado es perdonado, es revestido de Cristo y presentado ante el Padre.

3. Por último “los descuidados e indiferentes”.

A esta categoría pertenece la mayoría de las personas que nos rodean. Están demasiado sumergidos en sus trabajos, familia, amigos, y placeres para pensar en la muerte y en su eternidad. Y si alguna vez son perturbados procuran mirar a otro sitio. Jonás es una buena ilustración de este tipo de personas. Mientras los marineros hacían lo imposible por salvar la nave, dice la nuestra historia que: “Jonás había bajado al interior de la nave,  y se había echado a dormir”. Jon. 1:5.

Como si no pensar en esto, o mirar a otro lado fuese suficiente para que nunca llegaran o no existiesen. De ahí la necesidad de repetir estas palabras: ¡Dormilón, despierta! “Se te va la vida, las oportunidades se agotan, y tienes que presentarte ante tu creador”.

Llamado final.

La pregunta final es ¿A qué clase de persona perteneces tú? ¿Cuál es tu actitud frente a la muerte, frente a la eternidad y frente al juicio de Dios?

Con independencia de cual sea tu respuesta el mensaje de Dios es el mismo para todos: “ven y descansa en Jesús para tu Salvación, sólo Él puede salvarte y traer paz a tu vida: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo” (Hch 16:31)

 

“Y como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así es necesario que el Hijo del Hombre sea levantado, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. Porque no envió Dios a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo sea salvo por él. El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios. (Jn 3: 14 al 18).