Bautismo de niños

Nota aclaratoria: Buceando en mis archivos encontré este estudio sobre el bautismo de niños, desconozco el autor. Pero con independencia de algún desacuerdo puntual, es un gran trabajo sobre un tema que confunde a algunos evangélicos. Una respuesta fácil de entender a los argumentos del paidobautismo, es decir de los que defienden el bautismo de niños, aún entre los protestantes. 

EL BAUTISMO DE INFANTES

Orígenes era un exegeta y teólogo nacido en Alejandría en el año 185 d.C. Escribió que «la iglesia ha recibido de los apóstoles la tradición de dar el bautismo hasta a los niños». Esta es la cita más antigua en existencia que aboga por el paidobautismo (bautismo de infantes o niños). Muchos han disputado que esta tradición la aprendió Orígenes en Cesárea durante la última etapa de su vida. Es curioso que este heterodoxo nunca hubiera hecho antes en su vida comentario alguno sobre el bautismo de infantes, especialmente cuando tomamos en cuenta que nació de Padres y abuelos creyentes.

A través de los siglos, los católicos romanos han practicado esta tradición del paidobautismo. Sus hijos rebeldes, los protestantes, al reformar la iglesia, no negaron esta tradición a sus feligreses, sino la continuaron, reconociendo la validez del bautismo romano (los reformadores a diferencia de los anabautistas, no se bautizaron de nuevo después de convertirse al protestantismo).

Las iglesias reformadas han producido un número impresionante de teólogos quienes están de acuerdo con la práctica paidobautista. Durante la reforma llamaron a los anabautistas «schwarmere» (fanáticos) porque estos no querían someterse al gobierno unido de iglesia-estado. Sin embargo, en los últimos tiempos un grupo de reformadores han puesto en duda esta doctrina del bautismo de infantes. Admiten que el Nuevo Testamento no hace ninguna referencia a esta práctica. El teólogo Berkhof en su libro «Sumario de Doctrina Cristiana» admite que «el Nuevo Testamento no contiene ningún mandato de bautizar a niños, ni presenta un solo ejemplo de esta clase de bautismo» (p.206).

Existe también un problema grande para los reformadores del cual casi nunca hacen comentario alguno porque no saben cómo tratarlo. Es el hecho histórico de la perpetuidad de las iglesias bautistas. ¿Cómo puede ser que siempre ha habido iglesias desde el tiempo de los apóstoles hasta ahora, que han practicado sólo el bautismo de creyentes? Los bautistas proclamamos ser las únicas iglesias que tienen autoridad para bautizar. No somos protestantes porque nuestro bautismo no proviene de la iglesia romana. A la vez no se nos puede llamar «reformados» porque nuestras iglesias nunca fueron romanas, sino tienen una perpetuidad desde los apóstoles hasta estos últimos tiempos.

Los bautistas hacen referencia a los casos de bautismo en el Nuevo Testamento notando que en cada caso, el evangelio fue escuchado y recibido por la persona bautizada, antes de recibir el bautismo. Sin embargo, Alan Richardson, un reformado, escribió en 1957: «Por la luz de la erudición nueva testamentaria moderna, no existe ninguna duda razonable que la práctica de bautizar a infantes de padres cristianos data de los días de los apóstoles mismos».

Entonces por un lado tenemos a los reformados que dicen que el paidodautismo fue la práctica de los apóstoles y por el otro lado tenemos a los bautistas que claman que los apóstoles solo administraron el bautismo a creyentes. Nos es preciso entonces, saber cuál fue la práctica apostólica.

Para comenzar, examinaremos los argumentos de los teólogos reformados y luego de los bautistas:

ARGUMENTOS DE LOS PAIDOBAUTISTAS

I. El bautismo de familias enteras y la solidaridad familiar.

Hay varios casos de conversión de casas enteras en el libro de los Hechos de los Apóstoles:

1) El que es mencionado primero es el caso de Cornelio y su casa. El mensaje que el ángel dio a Cornelio fue: «El te hablará palabras por las cuales serás salvo tu y toda tu casa» (Hech. 11:14).

2) El segundo caso es el de Lidia en la ciudad de Filipos. Lidia «fue bautizada y su familia» (Hech. 16:15).

3) El tercer caso es del carcelero quien «se bautizó luego él, y todos los suyos» (Hech. 16:33).

4) El cuarto caso es el de Crispo el principal de la sinagoga de Corinto, quien «creyó al Señor con toda su casa: y muchos de los Corintios oyendo creían, y eran bautizados» (Hech 18:8)

5) Pablo también cuenta que en Corinto había bautizado la casa de Estéfanas (1Cor. 1:16).

6) En 2Timoteo 1:16 y 4:19 leemos de la casa de Onesíforo cuyo testimonio probablemente era como los arriba mencionados.

De estas citas surgen dos preguntas lógicas:

1) ¿No eran incluidos los niños pequeños y los infantes como miembros de la casa?

2) ¿Qué papel jugó la cabeza de la familia en la conversión y el bautismo de una casa entera?

Tocante a la primera pregunta, es poco probable que no había infantes en ninguna de las casas arriba mencionadas. Aceptando esto como un hecho, los reformados sacan las siguientes conclusiones:

1) Siendo que es lógico que había infantes en las casas, tenían que ser bautizados porque los padres judíos estaban acostumbrados a circuncidar a sus infantes y los padres gentiles estaban acostumbrados a purificar a sus infantes con ilustraciones.

2) Lucas se esfuerza en poner énfasis en que las casas «enteras» se bautizaron. Entonces ningún miembro de la familia era exento en cuanto al bautismo.

3) En la sociedad antigua el papel que jugaba el cabeza de la familia tenía más importancia que ahora en la sociedad moderna. En aquella sociedad, todos los asuntos eran decididos por él, y sus decisiones eran reglas para todos los de su casa. En asuntos religiosos la casa no fue considerada como compuesta de individuos sino que era una unidad. Entonces, si el cabeza de la familia decidía cambiar su religión por otra, la casa también cambiaría junto con él.

4) La idea bautista del «bautismo solo para creyentes» es una idea que sólo data de la era del renacimiento. En ese tiempo se desarrolló la filosofía del individualismo y la autonomía, y es un resultado de la enseñanza del libre albedrío del hombre.

II. Jesús y los niños.

En la mente del reformado, la prueba más convincente del paidobautismo se halla en las palabras de Jesús cuando Él recibió a los niños y reprendió a los que estorbaban la presentación de los pequeños (Mar. 10:13-16; Mat. 19:13-15 comparados con Mat. 18:3 y Luc. 18:15-17). El reformado concluye que el bautismo de niños se basa en la promesa del Señor que concede a los niños el reino de Dios. Para el reformado el niño es nacido ya dentro del reino y es un sujeto del reino por razón de la fe de por los menos uno de los padres.

III. El pacto, la circuncisión y el bautismo.

Entre las iglesias protestantes hay una variedad de ideas propuestas para legitimar el bautismo de infantes. Hay los que dicen que la única base razonable del paidobautismo se encuentra en la idea de que Dios hizo «un solo pacto» con el hombre y este pacto sigue en vigor a través de todas las dispensaciones y edades.

Ninguno ha propagado esta idea con más exuberancia que Pierre Marcel. Este teólogo plantea la doctrina que enseña que no es suficiente colocar la fuente del origen del bautismo en Cristo, sino que uno tiene que volverse más allá todavía y basarlo en el decreto eterno de Dios revelado en el «Pacto de Gracia». Según Marcel, él rechazar el bautismo de infantes es rechazar el pacto de gracia.

Si uno les pregunta a los teólogos del pacto ¿cuál es la interpretación de esta frase «pacto de gracia»? le contestan proponiendo una variedad de principios. Estos principios demuestran una actitud que tienen hacia la relación entre el Antiguo y el Nuevo Testamento.

La idea general es esta:

1) En la historia ha habido (y ahora todavía hay) un solo pacto que es de gracia. Este pacto ha sido el mismo en todas las dispensaciones. El hecho de que el Nuevo Testamento habla de un «nuevo» pacto no debe despistarnos. El adjetivo «nuevo» sencillamente hace referencia a un cambio en la forma de administrar el «viejo» pacto que es también el «único» pacto.

2) Ha habido en todas las edades un solo evangelio que es el anuncio del plan de salvación por medio de Cristo. La manera de salvar a los pecadores durante el Antiguo Testamento era la misma que durante el Nuevo Testamento y la manera de salvar hoy día es la misma que siempre.

3) La condición establecida para recibir la salvación siempre ha sido la misma: la fe en la Palabra de Dios.

4) Por toda la historia ha habido una sola iglesia. En el Antiguo testamento la nación de Israel era la iglesia. La iglesia universal invisible de esta dispensación contemporánea es la misma con la israelita de antes, porque es parte del mismo «pacto de gracia».

5) Los sacramentos de las dos dispensaciones, aunque sean diferentes, tienen el mismo significado, son nada más dos maneras de simbolizar la misma verdad.

Este argumento está desarrollado para que uno termine concluyendo que la circuncisión hebraica y el bautismo cristiano tienen equivalencia. Marcel comenta: «La circuncisión era la señal y el signo de la remisión de pecados, de justificación, del cambio de corazón, de santificación, de la obra de la gracia de Dios. La circuncisión expresaba la promesa de vida eterna, era el sacramento de admisión en el pacto de gracia. Su base era la promesa de la misericordia de Dios, su contenido era Jesucristo. De igual manera, según el Nuevo Testamento, todo esto es aplicable al bautismo… El uso y la eficacia de los dos son idénticos. También son idénticas las condiciones de admisión» (The Biblical Doctrine of Infant Baptism— La Doctrina Bíblica del Bautismo de Infantes, 1955, pp 155f).

Es cosa natural, entonces, aplicar el bautismo a los infantes de los creyentes en igual manera como a los hijos infantes del antiguo pacto les fue aplicada la circuncisión.

IV. La promesa de Dios a los padres y sus hijos es un principio eterno.

El reformado ve en las palabras de Pedro una aclaración de este eterno principio: «Porque para vosotros es la promesa, y para vuestros hijos» (Hech 2:39). El principio es que los niños son incluidos en el pacto junto con los padres y este principio es eterno, continuando a través de una administración del pacto a otra administración del mismo pacto.

Otro reformador, Juan Knox, declaró que no solamente es justo y natural que se bauticen los niños, más lo tenemos que hacer si es que obedecemos a Dios. Dijo: «El nos ha prometido que será el Dios de nosotros y a la vez el Dios de nuestros hijos hasta la milenaria generación… enseñándonos con esto que nuestros hijos Le pertenecen a Él por acuerdo del pacto y por eso no les debemos negar a los niños los signos y las señales por los cuales son reconocidos por los infieles y paganos» (Church of Scotland Interim Feport, —Reporte Interino de la Iglesia de Escocia, p.13).

Según el reformado, el bautismo simboliza una promesa por parte de Dios al niño. Lo que es difícil entender es si ellos enseñan que Dios promete salvar al niño, venga lo que venga, o si la promesa es condicionada sobre la futura confirmación del joven.

Parece que entre ellos no hay un total acuerdo. Luís Berkof nos hace entender que las dos ideas son sostenidas por ellos. En su libro Sumario de Doctrina Cristiana, p.206, dice: «En los círculos reformados algunos sostienen la teoría de que los niños son bautizados sobre la base de una regeneración presuntiva, o sea sobre la suposición (no la seguridad) de que ellos son regenerados. Otros afirman que son bautizados sobre la base del pacto de la promesa de Dios, que comprende también a ellos y por lo tanto ello significa una promesa de regeneración».

V. El bautismo es la puerta a la iglesia.

Para el católico romano y para el reformado, el bautismo es la puerta de la iglesia, lo que le incorpora en el cuerpo místico de Cristo y también en la iglesia visible. Su creencia en el paidobautismo ha resultado en una distinción no muy clara entre el mundo y la iglesia. Han dicho que «la iglesia es la madre de todos los que tienen a Dios por Padre». Es interesante que Calvino y otros reformados creían que la iglesia romana era la iglesia de Cristo y aceptaron el bautismo de ella como un bautismo legítimo.

En 1854 la Asamblea General Presbiteriana se reunió en Buffalo, Nueva York, EUA, y esta pregunta fue presentada a ellos para su decisión: «¿Son válidas las ordenaciones (de los ministros) y los bautismos de los Romanistas»? El problema era grande y sigue siendo grande para ellos. Si negaban a la iglesia de Roma ser una iglesia de Cristo, con esto se excluían a sí mismo puestos que ellos salieron de roma y recibieron sus bautismos y ordenanzas de ella. Al encontrar que no pudieron resolver el dilema, entonces pospusieron por tiempo indefinido el asunto.

La situación actual entre los diferentes grupos de los presbiterianos es una en la cual algunos de ellos rechazan el bautismo romanista y otros de ellos lo aceptan como válido.

LA RESPUESTA BAUTISTA A LOS ARGUMENTOS DE LOS FAIDOBAUTISTAS

I. Los casos bíblicos del bautismo de familias enteras y el asunto de la solidaridad familiar.

Hay que empezar con las palabras que parecen indicar que «todas» las personas, sin excepción de ninguna, de las casas mencionadas se bautizaron.

(1) En el caso de Cornelio, según Hechos 11 y 12, «toda» la casa del centurión oyeron la palabra, «todos» hablaron en lenguas y «todos» fueron bautizados. Si la palabra «todos» incluye también a los infantes, entonces debemos entender que los infantes oyeron la palabra, recibieron el Espíritu Santo, hablaron en lenguas y eran bautizados, y esto es absurdo.

(2) En el caso del carcelero se dice que «le hablaron la palabra del Señor y a todos los de su casa… y se bautizó luego él y todos los suyos» (Hech. 16:32, 33).

Surge la pregunta: ¿debemos entender que cada persona de la casa oyó la palabra del Señor? ¿Es lógico pensar que los infantes fueron sacados de sus lechos a esta hora temprana y escucharon la predicación y luego se bautizaron? Según el versículo 34, ¿debemos entender que ellos se regocijaban junto con los demás por razón de la fe de su padre? También preguntamos si tomaban parte en la comida ofrecida a Pablo y Silas. Así tenemos que entender el pasaje si es que la palabra «todos» incluye necesariamente e indudablemente a los infantes. Esto también resulta absurdo.

(3) En el caso de Crispo «todos» los de su casa creyeron al Señor. ¿Entonces, los infantes también ejercieron la fe? Así los reformados quieren hacernos creer. Nosotros al contrario tenemos que entender que Lucas no incluye a los infantes en ninguno de estos pasajes. El escritor en cada caso se refiere solamente a personas capaces de creer y su lenguaje es aplicable solo a ellos. ¡El incluir a los infantes dentro del sentido de la palabra «todos» en este versículo es un abuso tremendo de las Escrituras!

Con respecto al argumento de la solidaridad de la familia recurrimos a la Escritura misma para comprobar el principio tocante al individuo en el nuevo pacto. Jesús mismo enseñaba este elemento individual: «Si alguno viene a Mi, y no aborrece a su padre, y madre y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su vida, no puede ser Mi discípulo» (Le 14:26). Según los reformados el bautismo no divide las familias, pero el Señor Jesús señala lo opuesto y las epístolas narran de ocasiones cuando así era el caso. Jesús nos enseña que la fe de un miembro de la familia, aun del padre, la cabeza de la familia, podía causar una ruptura en la familia en vez de unirla: «¿Pensáis que he venido a la tierra a dar paz? No, os digo; más disensión. Porque estarán de aquí adelante cinco en una casa divididos; tres contra dos, y dos contra tres. El Padre estará dividido contra el hijo, y el hijo contra el Padre; la madre contra la hija, y la hija contra la madre; la suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra» (Le 12:51-53).

Claramente una confrontación del evangelio, en la cual la cabeza de la familia decide para los otros miembros y ellos se someten a su decisión, no es el tipo del caso al cual el señor hace referencia aquí en este pasaje. Estas palabras indican una división radical, la base de la sociedad es sacudida, y significan un atributo de la dispensación que es inmediatamente antes del juicio final; es la era en la cual vivimos nosotros los cristianos, es llamada «el nuevo pacto».

La iglesia primitiva tuvo que hacer frente al hecho de que en unas casas no toda la familia se convertía. Por eso Pablo tuvo que escribir 1Corintios 7. En este pasaje se ve que existía el problema de que a veces un marido se convertía pero la mujer no, o la mujer se convertía y el marido no. Los corintios vieron que era una realidad que en las casas de muchos de ellos un creyente tenía que compartir la vida matrimonial con una persona no regenerada. La fe de un individuo no salva a los demás de su casa. Estos casos comprueban el argumento bautista.

Las palabras del apóstol al carcelero no son contrarias a lo que hemos dicho (Hech. 16:31). Pablo no quería hacerle entender que la fe del carcelero, como cabeza de su familia, podría ser suficiente para salvar a todos los demás de su casa. Al contrario. Pablo quiso indicarle que el mismo camino de salvación estaba abierto a ellos como también estaba abierto a él. Por eso, la palabra del Señor fue predicada a todos los de su casa para que ellos pudieran creer junto con el cabeza de la casa.

Este es el modelo bíblico: oyeron, creyeron, y luego se bautizaron.

No es la voluntad del marido el que produce fe en la mujer. Ni tampoco es el mandamiento del Padre lo que hace a los hijos cristianos. Solo la gracia de Dios obrando en el corazón del individuo puede cambiarlo. ¡Solo esto es la verdad! ¡Solo esto puede ser la verdad! ¡Cualquiera otra interpretación es una blasfemia!

II. Jesús y los niños.

La interpretación que el reformado da a las palabras de Jesús sobre los niños esta basada en el sentimentalismo. ¿Cómo puede uno comparar el llevar a un infante a la pila bautismal con la recepción de los niños por parte de Jesús? ¿Cómo puede uno añadir este significado a las palabras que dicen que «el que no recibiere el reino de Dios como un niño, no entrará en el»? ¿No es más natural pensar que en la manera como los niños responden al llamamiento de uno que reconocen, y en la manera como corren a los brazos abiertos de una persona amable, así en la misma manera debemos nosotros los adultos responder al llamamiento del evangelio y entrar en el reino?

Además, ¿En qué sentido pertenece el reino a los niños? La idea reformada no es consistente con la enseñanza de Jesús sobre el reino. Algunos de los reformados suponen que el reino les pertenece a los niños por virtud de no haber cometido pecado «concientemente». Otros suponen que los niños están protegidos por la obra redentora de Cristo y mientras sean niños no están en un estado en el cual son responsables por el pecado que cometen, aunque sean reprobados.

El sentido de Mateo 18 y Lucas 18 es sencillamente este: todos los que no reciben el evangelio del reino como un niño no entrarán en el reino. Cualquier niño o adulto por tan joven que sea, si viene al Señor y recibe Su palabra con todo corazón, pertenece al reino.

III. El pacto, la circuncisión y el bautismo.

Una de las dificultades que encontramos al manejar este argumento erróneo es que contiene elementos de verdad. Estos elementos verdaderos están colocados al lado de unas distorsiones de pasajes bíblicos y el resultado es una ofensa que ha causado el engaño de millones de los «hijos del pacto» de las iglesias reformadas. La equivocación mortal de los teólogos del pacto es que han puesto mucho énfasis indebido en la unidad que suponen que existe entre los dos pactos. Han demostrado una ignorancia casi completa de las distinciones claras de los dos pactos. Por eso no pueden reconocer los elementos de discontinuidad entre los dos. Por ejemplo, es injusto suavizar la cualidad de novedad del nuevo pacto, llamándolo «una nueva administración». Pablo hace un contraste entre el Antiguo y el Nuevo pactos llamando a uno «una dispensación de muerte» y al otro «una dispensación de vida». Al Antiguo lo describe como «una dispensación de condenación» pero del Nuevo dice que es «una dispensación de perdón y justicia». El Antiguo Pacto según Pablo era «una administración pasajera» y el Nuevo es administración «eterna». Del antiguo se dice que es «una gloria decaída» pero el nuevo es «una gloria sin contraste» (vea 2Corintios 3:5ss).

Este contraste que hace Pablo no es un mal entendimiento del decreto divino sino una exposición de dos sistemas económicos diferentes en la historia, cada uno con su propósito particular. El evangelio del reino tiene sus raíces en el Antiguo Testamento, pero hay una diferencia enorme entre la posesión de una promesa y la posesión del cumplimiento de la promesa. Los creyentes del Nuevo Testamento pueden formar un nuevo fenómeno: el cuerpo de Cristo. De este cuerpo los creyentes del Antiguo Testamento no tenían concepto alguno. La iglesia fue un misterio escondido desde el principio del mundo pero ahora es una realidad (Efesios 3:4ss). El poner todas las características de los dos pactos en un solo pacto, es unir la vida con la muerte, lo carnal con lo espiritual, la vieja creación con la nueva, la vida de esta edad con la venidera. Es un intento de reducir a uniformidad el viejo pacto y el nuevo y sus respectivas ordenanzas. Este intento se hace por un modo de exégesis que no distingue entre la sombra y la sustancia, que no toma en cuenta el significado de la resurrección y la venida del Espíritu Santo.

Es difícil también reconciliar la enseñanza reformada con la de Pablo en Gálatas 3. En ese pasaje Pablo se preocupa con lo siguiente:

1) Demostrar cuales son los verdaderos «hijos de Abraham» y

2) con el medio por el cual reciben la promesa del pacto hecho con Abraham.

Los hijos de Abraham son los que comparten la fe de Abraham (Gálatas 3:7). Esto se ve en el hecho de que Abraham creyó en Dios (3:6). La promesa le fue hecha a el y a su simiente y esa simiente es Cristo (3:6). Aparte de Cristo el pacto no tiene cumplimiento. La justificación y la vida vienen solo por Cristo quien ha redimido a los escogidos de la condenación de la ley (3:20).

Ahora, no como antes, somos participantes en el cumplimiento de la promesa. El pacto de Abraham es CUMPLIDO en Cristo. Bajo la ley ninguno recibía la herencia. La misma ley requería una redención que solo Cristo podía proveer. El evangelio predicado a Abraham hablaba de una promesa que mucho después fue cumplida. Ahora, esa promesa ha sido realizada. En el Antiguo Testamento los hijos de Dios eran casi todos de una misma raza, pero ahora los hijos de Dios, como pueblo, no tienen esa misma característica en común que antes tenían. Los que son de fe son del Nuevo Pacto, sean de la misma raza o no, bautizados o no en el agua (3:9)). El argumento de Pablo es claro: el Nuevo Pacto no opera sobre una base de herencia física. ¡Y he aquí, mis lectores, el error tremendo de los reformados!

¿Cuál es la relación entre el bautismo y la circuncisión? El Nuevo Testamento demuestra un silencio sobre este punto. Es claro que existían ideas opuestas entre los cristianos primitivos sobre la circuncisión. En la iglesia Palestina los dos ritos han de haber sido considerados como dos cosas de significado separados. En este caso los creyentes judíos seguían circuncidando a sus hijos y a la vez bautizando a los creyentes nuevos. En una asamblea convocada en Jerusalén discutieron la cuestión de que si los conversos gentiles tenían que ser circuncidados también. La iglesia de Jerusalén retuvo la práctica de circuncisión de sus miembros varones. Así lo reportó Santiago a Pablo. Miles de judíos habían ingresado a la iglesia y habían oído que Pablo estaba enseñando a judíos dispersos que no tenían que circuncidar a sus hijos y observar las tradiciones judías. Esto les era una ofensa. Por eso Santiago aconsejo a Pablo a purificarse para que la gente viera «que no hay nada de lo que fueron informados acerca de ti, sino que tú también andas guardando la ley» (Hech. 21:24). En un ambiente en el cual la circuncisión estaba tan establecida, no hubo la posibilidad de establecer el bautismo como una cosa de igual significado. Ni tampoco hubo la posibilidad de considerar a la circuncisión del prepucio como símbolo de la circuncisión del corazón porque ¿para que bautizar entonces? Si la circuncisión que recibieron antes les significaba «la señal y el sello de la remisión de pecado, de la justificación, del cambio de actitud, de la santificación, de la obra de la gracia de Dios; si significaba la promesa de la vida eterna y su cumplimiento en Jesús, entonces el bautismo en el nombre de Jesús era superfluo o tenia un significado reducido, porque el circuncidado ya había recibido todo lo que el bautismo podría significar para el.

Este punto es importante, porque la iglesia de Jerusalén tenía un grupo de creyentes que abogaban por una interpretación judía de la circuncisión que no tenía nada en común con la interpretación que los «teólogos del pacto» nos predican. El reformado exalta la circuncisión a una altura que nunca tuvo en la nación de Israel y a la vez empequeñece la unicidad del bautismo que tiene sus raíces en la cruz y la resurrección de Jesucristo.

El rito de cortar el prepucio no era lo mismo con la circuncisión del corazón. La circuncisión en carne fue administrada a cada varón en Israel como signo de su membresía en el pueblo del pacto y no tenía relación a una renovación moral. Pablo aclaró esto cuando dijo que no todos los Israelitas son elegidos (Rom. 9:7), aunque todos eran circuncidados. Es significativo notar que el primer hijo de Abraham, Ismael, recibió la circuncisión pero no era heredero de la promesa (Rom. 9:7); Gál. 4:30). Es cierto que los hijos de los creyentes son privilegiados. Andan en un ambiente fabuloso. El haber nacido en un hogar cristiano es una bendición indescriptible, pero no es una promesa de heredar el reino de Dios. En la providencia de Dios no todos los miembros de las familias cristianas se arrepienten y creen el evangelio, como tampoco todos los hijos de los padres inconversos son predestinados a la perdición. Como dijo Pablo, «ni la circuncisión vale nada, ni la incircuncisión, sino la nueva criatura» (Gál. 6:15).

EL SIGNIFICADO DEL BAUTISMO INFANTIL

John Murray, el presbiteriano, dijo: «Si es correcto administrar el bautismo a infantes, entonces, el significado del bautismo tiene que ser lo mismo para los infantes como para los adultos» (Christian Baptism, p.48). Otros reformadores no están de acuerdo con Murray. Flemington escribe: «Es obvio que la mayor parte de la enseñanza nuevo testamentaria sobre el bautismo de los adultos, tiene que ser reestructurado antes de ser aplicado a un sujeto infantil» (The New Testament Doctrine of Baptism, —La Doctrina Nuevo testamentaria del Bautismo—, p.G2).

He hecho el intento de comprender bien lo que los reformados enseñan acerca de esta doctrina, espero que el lector medite profundamente sobre todos los argumentos porque son muy intelectuales. Entender la teología reformada es difícil porque ellos la oscurecen con un intelectualismo exagerado. Es difícil, a veces, entender lo que quieren decir y estoy convencido de que ni ellos mismos entienden el significado de su doctrina. A pesar de esto tenemos que tratar el asunto porque no es un simple error. Como veremos, la enseñanza paidobautista afecta a todas las demás doctrinas. Por ejemplo, el significado del bautismo tiene una relación estrecha con (l) la conversión, (2) el morir y el resurgir con Cristo, (3) el perdón de pecados, (4) la membresía de la iglesia, (5) la promesa de salvación y (6) la gracia preventiva.

I. El bautismo y su relación con la conversión.

Se reconoce universalmente que en la iglesia primitiva el bautismo era la mayor ocasión para públicamente demostrar la fe en Cristo (Hech. 8:36; Rom 10:9; Efe 5:26; 1Ped 3:18ss). El bautismo en sí es una confesión de la fe que el bautizado tiene en Cristo. Es una ocasión para invocar el nombre de Cristo (Hech. 22:16). Es poner en acción la oración. Es demostrar que uno se ha rendido a Cristo como Señor. Los reformados no niegan que este sea el significado del bautismo, sino dicen que la confesión de Cristo se puede hacer mucho tiempo después del bautismo. Según ellos nosotros los bautistas, pretendemos controlar el Espíritu Santo al establecer una regla de primero creer y después bautizarse. Respondemos que este orden lo establece la Escritura misma, no nosotros. En 1Pedro 3:21 es dicho: «el bautismo… nos salva, no quitando la inmundicia física del cuerpo, sino como una buena conciencia delante de Dios…». El bautismo entonces, es un juramento u oración a Dios por parte del bautizado. Es fácil entender como un adulto puede hacer una confesión de Cristo en el acto bautismal, pero un infante no lo puede hacer, su bautismo no tiene que ver con su conciencia ni con su promesa hacia Dios.

II. La relación entre el bautismo infantil y el morir y resucitar con Cristo.

De Pablo aprendemos que hay tres aspectos en el bautismo. Primero el bautismo simboliza que la persona bautizada ha muerto y resucitado con Cristo. En segundo lugar, el bautismo simboliza que el bautizado de ahora en adelante renuncia a la manera en que ha vivido en el pasado y ahora ha determinado vivir según el modelo que Cristo puso en Su muerte y resurrección. «Porque somos sepultados juntamente con él a muerte por el bautismo; para que como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en novedad de vida» (Rom. 6:4). Las iglesias protestantes han supuesto que el infante es incorporado en Cristo en el acto del bautismo con la condición de que más adelante se confiese a Cristo. Admiten que no todos los nuevos bautizados son en verdad elegidos, pero a todos ellos los llaman cristianos. Pero ¿donde vemos la evidencia de esta idea en los escritos del Nuevo Testamento? Pablo habla claro sobre este punto: no hay una incorporación en Cristo en participar en Su muerte y resurrección y no hay muerte ni resurrección con Cristo aparte de la fe. Pero según la doctrina reformada (que no es realmente reformada, sino es la misma doctrina original católica romana sin cambios), el niño está en Cristo sea o no elegido, ¡tenga o no la fe!

La confesión de fe de Westminster dice en el capítulo 28: «El bautismo es un sacramento (Fíjense que la palabra es «sacramento» en vez de «ordenanza»)… instituido por Cristo… para ser un signo… del hecho que (la persona bautizada) es insertada en Cristo». Y todos los padres reformados (igual que los romanistas) ven a sus hijos como injertados en el cuerpo de Cristo y rehúsan creer que no lo sean. Aun cuando el hijo sea grande y por su propio testimonio diga que no es cristiano, ellos encuentran difícil aceptarlo porque creen que Dios prometió salvar a todos sus hijos. El niño es llamado «cristiano, santo, hijo del pacto, y heredero de Abraham» y con razón muchos de ellos nunca ven la necesidad de convertirse, nunca llegan a un momento en que sientan que son perdidos. Sino que piensen que siempre han estado en Cristo y solo reconocen que siempre han sido cristianos.

III. El efecto que el bautismo de infantes tiene sobre la doctrina del perdón de pecados.

Darwell Stone nos sugiere que el infante es librado del pecado en el bautismo y posee la gracia que «le permite desde sus años tiernos responder a la enseñanza de la verdad divina y a la voz de la conciencia» (Holy Baptism, p.100, cf p.214). Joachem Beckmann en un libro dedicado a este tema escribe: «Ellos (los sacramentos) son los medios o instrumentos por los cuales el Señor, exaltado como el Mediador Eterno, nos imparte personalmente y en el presente, la gracia de Dios, el perdón de pecados, el Espíritu Santo y la vida de Dios, para que podamos participar en la salvación». En la iglesia Anglicana el sacerdote antes de bautizar al infante ora a Dios: «Te invocamos por parte de este infante, que él, viniendo al bautismo, reciba la remisión de pecados por la regeneración espiritual». Y luego después del bautismo dice: «Te damos muchas gracias que te has complacido regenerar este infante con tu Espíritu Santo». Así suponen que el infante es limpiado del pecado original en el acto del bautismo.

Debemos reconocer que no todas las iglesias reformadas expresan esta idea exactamente así. Para los presbiterianos no es correcto decir que el niño recibe la salvación en el momento del bautismo. Donde tienen un problema es en fijar exactamente cuando es que el niño es salvado, y optan por llamarle al niño «cristiano» y nunca preocuparse si ha tenido la experiencia de regeneración o no.

Esta doctrina no tiene fundamento bíblico. Surge de una idea errónea que piensa que si acaso no todos los israelitas eran salvos por herencia, por lo menos casi todos si lo eran. Piensan que una ceremonia les incluye en el cuerpo de Cristo exactamente como la circuncisión incluyo a todos los israelitas en la antigua iglesia. Con corazones sinceros les respondemos que solo el arrepentimiento y la fe en Cristo pueden traer la absolución del pecado al pecador. Si el reformado nunca ha experimentado que está en una condición perdida y necesita ser regenerado, entonces basa su esperanza en una idea que le va a conducir al infierno.

Algunos teólogos del pacto están concientes de esto. Para deshacerse del problema, ellos creen que el bautismo es nada más un símbolo de la promesa de salvación que Dios dará al niño. Comentaremos acerca de esta idea más adelante. Por ahora basta decir que Pedro predicó a unos hijos del pacto «arrepiéntanse y bautícense». El bautismo solo tiene sentido cuando va acompañado por el arrepentimiento. Este fue el orden de las cosas en la predicación y la práctica de los apóstoles como da testimonio el Nuevo Testamento.

IV. El bautismo y la puerta de la iglesia.

El protestantismo tiene una idea confusa de la iglesia. A veces usan la palabra para hablar de todos los creyentes de todos los tiempos y otras veces para hablar de una comunidad de creyentes en cierto local o de la iglesia como una institución sin hablar de ninguna en particular. Suponen que los israelitas eran los primeros miembros de la misma iglesia de la cual todos los actuales cristianos son miembros. A esta iglesia la llaman la «iglesia universal e invisible». Pero la evidencia bíblica es que Cristo edifico una nueva asamblea (ekklesia) de la cual solo son miembros los que han creído y bautizado. Es muy significativo que en la Biblia no exista ni un relato de nadie que entrara como infante en una iglesia por el bautismo.

El bautista reconoce que aparte de la iglesia existe la familia de Dios que incluye a todos sus hijos en el cielo y en la tierra (Efesios 3:15). Esta familia incluye a todos los creyentes: «todos sois hijos de Dios por fe en Cristo Jesús» (Gálatas 3:26). Así todos los creyentes son hijos de Dios. Siendo que los santos del tiempo del antiguo testamento se salvaban por fe en Cristo (Hech. 10:43; Rom. 4:16, etc), todos ellos también son miembros de la familia de Dios. En otras palabras, la familia incluye a todos los salvados desde Abel hasta la última persona que acaba de creer. Dios solo tiene una familia. Todos los creyentes son hijos y herederos de Dios el Padre. Pero esta familia no es la misma organización que tuvo su fundación durante el ministerio de Cristo. La familia de Dios nunca es llamada el cuerpo de Cristo, ese título es reservado solo para la iglesia que es un organismo local y visible.

V. El bautismo infantil y la promesa de la salvación.

Según algunas denominaciones del protestantismo, en particular los presbiterianos, el bautismo simboliza una promesa por parte de Dios de salvar al niño. Lo que es difícil entender es si ellos creen que la promesa es incondicional o no. Después de leer las obras de algunos de sus teólogos y de haber hablado con muchos de sus pastores, me parece que unos creen que la promesa es incondicional y otros creen que tiene como condición la confirmación voluntaria del niño cuando este mas grande.

Luís Berkhof en su libro, Sumario de Doctrina Cristiana, p.206, dice: «En los círculos reformados algunos sostienen la teoría de que los niños son bautizados sobre la base de una regeneración presuntiva, o sea sobre la suposición (no la seguridad) de que ellos son regenerados. Otros afirman que son bautizados sobre la base del pacto de la promesa de Dios, que comprende también a ellos y por lo tanto ello significa una promesa de regeneración».

Si entiendo bien lo que dice Berkhof, entonces el bautismo no es realmente un sacramento (un medio por el cual Dios nos imparte salvación), sino es como un mensaje en forma de símbolo. Todo lo que se hace en el bautismo es para enfatizar que Dios promete salvar al niño.

Lo difícil descifrar es si Berkhof quiere hacernos entender que Dios va a salvar al niño venga lo que venga, o nada más está diciendo que solo existe la posibilidad de salvación si ciertas condiciones son cumplidas. Pero pocos reformados se atreven a aclarar el punto. Me fue una sorpresa que Berkhof ofrece muchos versículos para comprobar sus ideas tocante a otras doctrinas, pero no respalda lo arriba citado con ningún versículo.

Los apóstoles predicaron a todo mundo el ofrecimiento de parte de Dios de salvar, sin ninguna distinción entre hijos de creyentes o hijos de paganos. De hecho solo hubo un solo evangelio predicado a todos, judíos y gentiles.

A la pregunta ¿cómo puede el bautismo ser un medio de gracia (un sacramento) y fortificar una vida espiritual que todavía no existe?, Berkhof responde: «La respuesta es que, puede fortificar la vida regenerada si ya existe en el niño… (p.207). Al decir que la regeneración ya existe en el niño, ¿no está diciendo Berkhof que el bautismo regenera al niño? Si no fue por el bautismo, ¿entonces por qué medio comunico Dios la salvación al niño? Veo que por lo menos en cuanto a esta doctrina los reformados tienen el hábito de decir una cosa y después contradecirse.

Afirmo que no hay duda de que exista un elemento de proclamación evangélica en cada ordenanza establecida para la iglesia en el Nuevo Testamento, pero la persona para quien es predicado el mensaje que se supone es simbolizado en el bautismo infantil, no puede ni entender ni una sílaba de el. En cada caso lo tendrán que contar sus mayores algunos años después. Me han dicho unos amigos de la iglesia Cristiana Reformada que cuando el niño bautizado sea grande oirá sermones predicados desde el púlpito que contienen el mismo mensaje y entonces lo comprenderá. Sin embargo, en mi propia experiencia (he asistido a cultos dominicales en iglesias reformadas en muchísimas ocasiones), ellos nunca predican al «hijo del pacto» el mismo mensaje que le fue predicado en el momento de su bautismo. Ni una sola vez oí un pastor reformado decir a su congregación de bautizados que ellos tenían que creer para salvación y ser cambiados en nuevas personas. Sin excepción todos suponen que su congregación entera es salva aunque nunca hayan tenido una experiencia de conversión. Varias veces cuando yo trate del tema durante conversaciones con ellos, me han dicho su experiencia no era tanto una de conversión sino una de reconocer lo que ya fue hecho en ellos. Es decir piensan que siempre han sido salvos desde que fueron bautizados.

Para el reformado el mensaje que se predica en el bautismo apela por un arrepentimiento que sólo puede tomar lugar algún día en el futuro. Pero ¿donde encontramos tal mensaje en el Nuevo Testamento? No puedo yo, sinceramente, encontrar otro mensaje que no sea el de la urgencia de arrepentirse ahora mismo. No quiero hacer a nadie entender que Dios no haya dado promesa de salvación a ningún niño. Pero la promesa de salvación para el niño bautizado es la misma que para el niño no bautizado, y es una promesa condicionada. Todos los seres humanos, sean o no hijos de creyentes, tienen la obligación de creer en el Señor Jesucristo. Reconozco que hay más probabilidades, desde un punto de vista humano, de que un hijo de creyentes llegue a ser también creyente, que un hijo de incrédulos. Pero no hay más probabilidades de que el hijo de paidobautista llegue a ser creyente, que un hijo de bautistas quienes niegan a sus infantes el bautismo. A mi estimación es mas probable que un hijo de padres bautistas llegue a ser creyente que el hijo de paidobautistas, porque el padre bautista en vez de llamar a sus hijos cristianos les exhorta a que se hagan creyentes, se arrepientan y se bauticen, en otras palabras que no esperen que la fe de sus padres les salve. Por el otro lado el reformado no se preocupa de la conversión de su hijo, porque supone que ya esta convertido por la gracia que recibió por medio del bautismo.

 

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Autor: Anónimo