69. JESÚS ACUSA A LOS ESCRIBAS.

Jesús acusa a los escribas.

Una advertencia contra el orgullo y la hipocresía.

(Marcos 12:38-40)

Los escribas eran profesionales, los conocedores de la ley. En este caso de las Escrituras y las tradiciones judías. Eran los juristas del momento. Se daba la circunstancia que además la mayoría pertenecían al movimiento fariseo.

Después de poner en evidencia la insuficiencia de sus enseñanzas, Jesús habla de un problema que les caracteriza como grupo: El orgullo y la hipocresía.

Ese exceso en la propia estimación, el orgullo, les llevaba a esperar una consideración especial, conforme a mi rango, y después, de forma hipócrita, tapaban sus propias miserias y contradicciones.

La enseñanza de Jesús.

“Y les decía en su doctrina: …” (12:38). A continuación Marcos hará un breve resumen de las cosas que Jesús continuó enseñando en el patio del templo. Si queremos completarlo, les animo a leer Mateo 23. Allí aparecen los conocidos ocho lamentos o ayes de Jesús: “Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas”.

En Marcos tenemos lo que el autor, siempre bajo control del Espíritu, consideró más adecuado para sus lectores no judíos. Muchas de las cosas que dice Mateo hubiesen necesitado una explicación adicional de las prácticas judías.

Jesús advierte a los suyos.

“Guardaos de los escribas” (12:38). Este guardaos traduce el verbo blepo,1. ver, indicaría algo así como “apartad vuestra vista de ellos”. Es un llamado a evitar caer bajo su influencia, y evitar sus prácticas. ¿De todos los escribas? No necesariamente de todos, sino de los hipócritas y orgullosos. De aquellos que “hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres” y no por Dios (Mt 23:5).

Estas palabras expresan la enorme preocupación que Jesús tiene por los suyos, y de manera muy especial por nosotros, Su Iglesia. No quiere que su seguidores practiquen una religión de apariencias y avaricia. Esta advertencia recuerda también a la que hace Pablo un tiempo más tarde (2ª Tm 3:5). Haremos bien en estar atentos, buscando como aplicarlas no a los otros sino primero a mi vida.

¿De qué clase de escribas debían guardarse? de los que gustan de, en griego thelo1., querer, desear, complacerse en. Un verbo que implica volición y propósito. Es decir, lo deseo y actúo para conseguirlo. El problema no es desear y actuar, la cuestión es qué deseo y cómo lo procuro.

¿Y qué deseaban ellos?

El comportamiento de los escribas.

Deseaban el reconocimiento humano sin importar la forma. Se tenían en alta estima, se consideraban esenciales, personificaban el conocimiento, sin ellos no había enseñanza, entonces ¿Cómo no reclamar dignidad, aplauso? Y para ello:

  1. Según la ocasión lo permitía, buscaban distinguirse del resto mediante la forma de vestir. “gustan… andar con ropas largas” (12:38), la palabra para ropas largas es stole, es decir, túnica larga hasta los pies. Una referencia al mejor vestido, relacionado con las ocasiones especiales. El tipo de vestimenta que usaban los sacerdotes y la gente principal.

Nada tenemos que decir en contra de acudir a las reuniones bien vestidos. Con dignidad pero sin ostentación, estamos delante de la presencia del Rey de reyes. ¿Cuál era entonces el problema? Que era una forma de atraer la atención y reivindicar su dignidad.

  1. Buscaban, diríamos que provocaban, los saludos en las plazas (12:38). ¿Y qué hay de malo en el saludo? El problema no está en saludo, el problema era que convirtieron un acto de cortesía, de mostrar respeto e interés en el prójimo, en una ocasión para la exaltación personal. En un regalo a la vanidad.

Por un lado, cuando un rabino, un maestro de la ley, paraba a saludar a una persona sencilla en el mercado eso era visto como un acto de condescendencia y alabanza. Por otro, los que se cruzaban con ellos o eran conocidos estaban obligados a saludar. Lo contrario sería ofensivo. ¿Qué tenían de particular los saludos? “Es probable que el saludo que buscasen era aquel que se hacía con una inclinación profunda ante el escriba o el fariseo, acompañado con ademanes bien visibles del brazo y de la mano derecha, llevándolos al pecho y a la boca, en señal de profundo respeto y reverencia.”2.

Pero eso no era todo. Lo más era el trato, cuando los llamaban de rabí, mi señor, maestro, o padre mío, era como música de ángeles para sus oídos. Aparecer en la plaza era como un baño de ego.

  1. Exhibirse en las reuniones religiosas. De ahí ese gustan de las primeras sillas en las sinagogas (12:39). Si vemos la distribución de los asientos en esos lugares notamos que el lugar central era para el púlpito, donde se leía la Escritura. A la derecha, izquierda y frente al mismo estaban los asistentes. Y detrás del púlpito, a la vista de todos, o delante de los asientos laterales, estarían las sillas principales. Era el lugar donde se sentaba el principal de la sinagoga y también las personas ilustres, rabinos, maestros, que asistían a la reunión. Estas son las sillas que deseaban. Donde todos los vieran y la oportunidad de mostrar su sabiduría.

Nada que ver con una congregación bíblica, donde todos somos invitados a sentarnos rodeando la mesa, sin que haya un lugar de más honor. Otra cosa es que por vergüenza, comodidad u otra causa rehusamos sentarnos delante.

  1. Ser honrados en las reuniones sociales. Jesús dice: desean los primeros asientos en las cenas (12:39). Los banquetes, las cenas, eran parte fundamental de la vida social. Una boda, el nacimiento de un hijo, la bienvenida a un amigo, una buena noticia. Los comensales se recostaban en divanes alrededor de la mesa. Los lugares principales estaban a la derecha y a la izquierda respectivamente del anfitrión. Y este era el lugar que ellos esperaban ocupar cuando eran invitados. Sentían que su presencia dignificaba la fiesta.

Alguien los comparaba con ese tipo de personas que cuando entran en un convite de bodas, por ejemplo, no pueden evitar el hacerse notar y  compiten con los novios por la atención de los invitados.

El terrible pecado de los escribas.

Y ahora viene la que es la acusación más fuerte que hace el Señor. No solo deseaban ser honrados y reconocidos sino también eran avariciosos e hipócritas, y no les importaba abusar de los débiles.

(Mr 12:40) “que devoran las casas de las viudas, y por pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación.”

Las viudas, los huérfanos, incluso los extranjeros, gozan de especial atención de parte de Dios, (Ex 22:21-23) (Dt 10:17,18; 24:17; 27:19) (Sal 68:5). A los escribas, como juristas, les correspondía enseñar y practicar estas cosas. ¿Pero qué ocurría? Que muchos veían a las viudas y desamparados como una oportunidad de negocio y no de servicio. Se enriquecían a su costa. Ese ansia se describe con el verbo devorar, katafago, (consumir, devorar, tragar).3.

¿Cómo tapaban sus fechorías? Con largas y elaboradas oraciones en público. “Un hombre tan piadoso no puede ser así.” “Eso son habladurías malintencionadas.” Incluso las pobres viudas posiblemente se veían obligadas a callar y aceptar que en el fondo eso estaba bien, “los hombres de Dios tienen que vivir con honra”.

Y termina diciendo Jesús: “Estos recibirán mayor condenación.” Es decir, todos los escribas denunciados aquí están bajo juicio si no se arrepienten. Pero estos últimos tienen un especial grado de condenación. Por dos razones: Por usar la piedad para tapar la avaricia. El temor a Dios no era más que un negocio. Por manipular a los más desamparados para su propio beneficio.

Un problema de todos los tiempos.

Atentos hermanos, porque esta clase de personas no se ha extinguido, siempre han existido, pero hoy día se han multiplicado entre el pueblo de Dios.

Es fácil mirar al cristianismo tradicional (catolicismo romano) y a las grandes confesiones religiosas y aplicarles duramente estas palabras de Jesús.4. En verdad que con su exhibición y poder han hecho mucho daño. Pero con el paso de los años, la realidad es que incluso entre los evangélicos, y que en muchos casos nacieron con el deseo de recuperar la sencillez de la Escritura, los hay que han caído en las mismas prácticas, y merecen la dura reprensión del Señor.

No tenemos nada contra el deseo sincero de estudiar la Palabra, ni con capacitarnos para servir a Dios, ni con aquellos que ejercen sus dones de enseñanza o pastoreo bíblicamente. Pero lo cierto es que el hambre por los títulos y la exhibición de graduados, licenciaturas, doctorados, maestrías, y que te llamen pastor, anciano, reverendo, maestro, obispo e incluso apóstol es algo que en muchos casos resulta vergonzoso. Y qué decir de los que han descubierto en el evangelio una forma de vida o de enriquecerse, y usan el púlpito o su influencia con estos fines. ¡Y están entre nosotros!

Un llamado al examen personal .

Teniendo en cuenta el llamado solemne del Señor a cuidarnos de estas prácticas, nos conviene hacer examen individual delante del Señor. De poco sirve decir amén a estas cosas, poner distancia con situaciones o personas, y vivir con un corazón de escriba. Arrastramos el mal por donde vamos (1ª Co 11:31,32) “Si, pues, nos examinásemos a nosotros mismos, no seríamos juzgados;…”

Tres son los textos que podemos considerar para poner fin a esta exposición:

El primero de nuestro Señor: “Saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja que está en el ojo de tu hermano.” (Lc 6:41-42). El resultado del autoexamen, de sacar la viga propia, es capacitarme como apto para ayudar al hermano, no para condenar. ¿Y cómo saco mi viga?

La respuesta podemos encontrarla en esta exhortación de Pablo, (Ef 4: 22-24). En la categoría de “deseos engañosos” (que son autodestructivos, esa es la idea de “estar viciados”), están sin duda estas cosas de las que Jesús habló. Y batallan en nuestra mente por legitimizarse.

Las tres cosas que pide aquí el Señor ya tuvieron lugar en la cruz cuando creímos, porque el viejo hombre fue juzgado y yo he recibido la vida y la mente de Cristo. Pero ahora queda la tarea de que estas verdades nos gobiernen en nuestra experiencia diaria. De eso habla Pablo ahora.

Por eso pide: 1º. Desvestirse del viejo hombre, abandonar sus prácticas. 2º. Una renovación de la mente conforme a la de Jesús. 3º Revestirse del nuevo hombre. Una aplicación continua de la Obra de Jesús a mi vida que me lleve a un vivir consecuente.

Este lenguaje en Efesios puede sonar a “demasiado profundo” para nosotros. Pero de alguna manera esto es lo dijo el salmista en el Salmo 139 (Sal 139: 23,24). Esta actitud termina produciendo renovación de la mente, y un desvestirse para vestirse de Cristo en nuestro día a día.

«Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno.»

 

  1. Diccionario expositivo de palabras del Antiguo y Nuevo Testamento. W.E. Vine. Editorial Caribe.
  2. Diccionario Exegético del Nuevo Testamento. Tomo I. Pág. Horst Balz, Gerhard Schneider. Ediciones Sígueme. Diccionario Expositivo del Antiguo y del Nuevo Testamento. W.E. Vine. Editorial Caribe.
  3. Samuel Pérez Millos. Mateo: Análisis griego-textual. Tomo II. Pág. 363-364. Biblioteca de Estudios Teológicos.
  4. Diccionario Exegético del Nuevo Testamento. Tomo I. Pág. 2262. Horst Balz, Gerhard Schneider. Ediciones Sígueme.
  5. Con sus vestidos suntuosos, sus adornos, sus besamanos, sus reverencias, los títulos pomposos, sus protocolos y sillas asignadas; el afán por el dinero y acumular propiedades, el abuso económico de la gente sencilla, y otros muchos males que incluyen el engaño y la hipocresía más descarada.