68. ¿DE QUIÉN ES HIJO EL CRISTO? LA PREGUNTA DE JESÚS.

LA PREGUNTA DE JESÚS.

¿De quién es hijo el Cristo?

(Marcos 12:35-37)

La escena anterior, la pregunta sobre el primer mandamiento, termina con estas palabras: “Y ya ninguno osaba preguntarle” (12:34). El Señor había superado con éxito todos los intentos de las autoridades del templo, de los fariseos, de los herodianos, de los saduceos y los escribas de cuestionarlo y señalar en algún error. Así lo reconoció el propio gobernador romano (Jn 18:38; 19:6).

El propósito de Jesús.

Sin embargo parece que ahora hay un cambio de papeles y que Jesús contraataca con una pregunta difícil para dejar en evidencia a sus detractores.

(Mr 12:35) “Enseñando Jesús en el templo, decía: ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David?”

Pero no es así. En Jesús no hay deseo de ridiculizar, ni de ajustar cuentas. Esas son actitudes propias de los hombres, que en vez de sanar las heridas guardan las ofensas y rencores. Y además buscan formas de justificarlo. Lo que mueve al Señor es el amor al pueblo, a todo el que quiera oírle, incluso a sus enemigos. Su sacrificio como cordero de Dios no solo requería que fuese verdadero en sus enseñanzas, también que no hubiese en él ningún tipo de mal (1ª Pedro 2:22-23).

El momento de su muerte se acerca y Jesús no quiere desaprovechar ninguna oportunidad. Entró abiertamente como el Mesías prometido en Jerusalén (11:1-11), ejerció Su autoridad al echar a los vendedores y cambistas del templo (11:15-19), se presentó como el hijo del dueño, el Hijo de Dios (12:1-12), y ahora quiere enseñar acerca de la naturaleza del Mesías y por tanto de Su Persona.

El Cristo, el hijo de David.

Antes de continuar debemos preguntar ¿Qué creían los judíos respecto al origen del Mesías? ¿Por qué se menciona al Mesías como hijo de David?

Primeramente decir que Mesías, Cristo en griego, significa Ungido o Enviado. Hablar del Mesías era hablar de la esperanza en la promesa de que Dios enviaría a Su Ungido para librar al pueblo de sus enemigos y darles paz.

La enseñanza de que este sería hijo del gran rey David se basaba primeramente en (2º Sm 7:12-16) y (1º Cr 17:11-14). Además de prometer a David un hijo que se sentara en su trono y construiría en Templo, una referencia a Salomón, le promete que su casa, su reino y el trono serían establecidos para siempre (2º Sm 23:1-7). Los judíos entendieron que esto se cumpliría mediante un futuro descendiente de David, del cual Salomón, por su grandeza y sabiduría, sería un anticipo. Así lo enseñaron los profetas: (Is 11:1) (Jer 23:5,6; 33:15-16) (Ez 37:24-25); y se cantaba en los Salmos: (Salmo 89:3,4; 34-37). “¡Hijo de David” fue el grito de Bartimeo cuando Jesús pasó por Jericó camino de Jerusalén (Mr 10:47,48) y de la multitud que recibió a Jesús en Jerusalén (Mr 11:10).

Jesús no niega aquí que el Mesías era hijo de David como algunos quieren deducir del texto, lo que expone, como veremos a continuación, es que si bien la enseñanza de los escribas era cierta, también era claramente insuficiente. Era más que un descendiente de David. Y para demostrarlo cita al propio rey David en uno de sus conocidos Salmos.

La afirmación de David.

(Mr 12:36) “Porque el mismo David dijo por el Espíritu Santo: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

Varias cosas importantes a modo de introducción:

  1. Que Jesús está citando el Salmo 110:1. Un Salmo que los propios judíos consideraban mesiánico. Al leerlo en el A.T. ¿Hemos notado alguna diferencia con Marcos? Básicamente el comienzo del verso. ¿Por qué?
  2. Porque la cita en Marcos está tomada de la Septuaginta. Una traducción del hebreo al griego muy usada en la antigüedad. Una de sus características es que en donde el AT usa las consonantes que forman el nombre de Dios, YVHV, este se cambia por Señor. Este cambio se hace evidente en una traducción como RV60, en otras traducciones modernas como NVI; LBLA; DHH; RV2020 no lo verás pues cambian Jehová por Señor.
  3. Otro detalle importante, Jesús confirma que David es el autor de este Salmo, y además que escribe bajo inspiración divina (2º Sm 23:1,2).

Dichas estas cosas, la pregunta sería ¿Entiendes las palabras de David y lo que Jesús quiso decir? ¿En qué forma cuestiona David la enseñanza de los escribas? ¿No es difícil?

Primero tenemos que entender que David es el narrador. Que este “Dijo el Señor” es una referencia a Dios mismo, al Padre. Y la frase “a mi Señor” al Mesías que todos esperaban. Es Dios quien habla al Mesías.

Por un momento podemos retroceder a los tiempos del rey David e imaginar la escena más o menos así. Un David enfermo, en los últimos días de su vida, que ha visto pasar su gloria y que reflexiona en las promesas de Dios a su descendencia. Es entonces que Dios le concede, como profeta, mirar al futuro de su descendencia y ser testigo de un momento muy especial: La entronización de su descendiente. No de Salomón sino del Mesías, Aquel que cumple de forma definitiva todas las promesas hechas a David. Allí escucha las cosas magníficas que de Él se dicen, y ante tal revelación David no duda en escribir refiriéndose a Él como “Mi Señor”: “Dijo el Señor (Jehová) a mí Señor (al Mesías).”1.

Y ahora viene la pregunta definitiva de Jesús, repetimos, la intención no es ridiculizar sino introducir una reflexión sobre la naturaleza del Mesías, sobre sí mismo.

La pregunta de Jesús.

(Mr 12:37) “David mismo le llama Señor: ¿Cómo, pues, es su hijo? Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.”

Literalmente “¿De dónde es él su hijo?” Si el Mesías es solo un descendiente de David, así lo enseñan los escribas, cómo es posible que este gran rey se dirija a Él llamándole “mi Señor”. ¿Cómo podía David, el venerado antepasado, llamar a su descendiente “mi Señor” dándole una posición superior a sí mismo?

Nadie entre los presentes, incluyendo los fariseos y escribas, respondió a la pregunta. Eran incapaces de compatibilizar ambas afirmaciones. Y esto tiene su lógica. En una cultura como la judía, que reverencia a sus antepasados, que el padre llame al hijo “mi Señor” es inconcebible.2. Todos recordamos el reencuentro de Jacob con su hijo José, que era Señor en toda la tierra de Egipto (Gn 45:26). Pues a pesar de la dignidad que alcanzó su hijo, el segundo después del faraón,  Jacob nunca lo llamó “mi Señor”.

Bueno, inconcebible a menos que el Mesías en realidad fuera más que humano y, por tanto, superior a su antepasado. Y esta es sin duda la conclusión a la que Jesús quiere llevar a sus oyentes y que estos no querían aceptar (Ap. 22:16).

La respuesta implícita.

Es la misma conclusión de la parábola de la viña, el Mesías es el Hijo de Dios. Como hombre es descendiente de David, pero como Hijo de Dios participa de la divinidad. Divino y humano al mismo tiempo. Difícil de digerir para este auditorio, de ahí el silencio que impregna la escena, de ahí el asombro que provocaba Jesús.

Al respecto Francisco Lacueva escribe: «Ellos no podían hacer compatibles ambas afirmaciones. Nosotros, gracias a Dios, podemos hacerlo, pues sabemos que, en cuanto Dios, Jesús era el Señor de David, pero, en cuanto hombre, era hijo de David.” 3.

La doble naturaleza del Mesías.

Que el pensamiento se dirige a argumentar la naturaleza divina del Mesías se ve en varios detalles:

– Lo primero es que el Mesías recibe el título de Señor (Adoni en hebreo, Kyrios en griego). Es decir, Jehová y el Mesías (Jesús) comparten el mismo título.

A este respecto, ni David, ni el Espíritu Santo, hacen por rebajar el alcance del título. Que quedara en una expresión con tintes político/religiosos. Por ejemplo, David no habla del Mesías como “mi Señor el rey” (1º S 24:8) (1º R 1:20) (Dn 4:24) sino como “mi Señor” con todas sus implicaciones.

De hecho, los cristianos no tuvieron problemas en asumir la divinidad que el título implicaba para nuestro Señor, y a la vez no confundirlo con Dios el Padre. Como Hijo siempre estuvo sujeto al Padre. Es interesante comparar textos como Dt 10:17 y 1ª Tim. 6:15,16, referidos a Dios el Padre, con Ap. 17:14; 19:16, referidos a nuestro Señor Jesús. Otros textos donde Jesús es presentado como Señor, y no como título de cortesía: (1ª Co 2:8) (1ª Co 12:3) (Fil 2:10-11).

– Después está todo lo que de Él se dice en el salmo. Jesús sólo cita el verso primero siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies, pero es suficiente para establecer Su divinidad. En este caso, explican Keil y Delitzsch, sentarse a la mano derecha de Dios no es un simple honor simbólico, sino que implica «ser acogido en el ámbito de Dios, recibiendo y compartiendo de esta forma la dignidad y dominio, la exaltación y participación del reinado de Dios”.4. Participar de su mismo poder y dignidad.

El pueblo le oía de buena gana.

La escena termina con el siguiente comentario de Marcos: “Y gran multitud del pueblo le oía de buena gana.” Es decir, se deleitaba, disfrutaban escuchando a Jesús.

Esta misma expresión “oír de buena gana” ya apareció antes, cuando Herodes Antipas hablaba con Juan el Bautista (Mr 6:20), y sabemos como terminó, con Juan decapitado. De hecho parece que algunos de los que aquí admiraban a Jesús, poco después gritaban a Poncio Pilato “crucifícale, crucifícale” y le dieron la espalda (Mr 15:12-14).

Dos cosas: Primero a los creyentes, nos alegramos mucho cuando vemos personas que nos visitan y oyen de buena gana el Evangelio. Pero estas palabras deben advertirnos frente a una triste realidad, los cambios extremos en la actitud hacia Cristo y el Evangelio. Cambian las circunstancias, los intereses, aparecen los contratiempos, y las actitudes cambian radicalmente. Y quien antes se mostraba amigable se volvió reacio e incluso poco amigable.

Pero tanto como estos me preocupan también los creyentes que oyen de buena gana, se entusiasman, y con el mismo entusiasmo que hoy se felicitan por la Palabra, mañana aparecen contrariedades, y se sienten molestos con la misma. No hay cambios significativos en sus vidas. Por tanto, no seamos “oidores de buena gana” y pasemos a ser “hacedores de buena gana”, dejando que la Palabra transforme la mente y el corazón, de tal manera que cuando aún cambien las circunstancias mi fidelidad a la Palabra no cambie.

Por otro lado, a nuestros amigos: No es suficiente con escuchar de buena gana el Evangelio, no te conformes con ello. Es necesario no solo oír sino también recibir y comenzar una nueva vida con Jesús. No dejes que tu corazón se endurezca contra el Evangelio.

 

El programa divino para el establecimiento del Reino de Dios.

La primera vez que leí acerca de este tema en base a esta porción me pregunté ¿procede? ¿no es esto forzar un poco las cosas? Pero poco a poco, empecé a entender que este tema está presente en el trasfondo de las palabras de Jesús.

¿De qué hablamos? ¿Qué quiere decir esto del programa y de establecer el Reino?

Para empezar, no olvidemos cuál fue la predicación inicial de Jesús: “El reino de Dios se ha acercado; arrepentíos, y creed en el evangelio” (Mr 1:14,15). Y que este tema estuvo presente en toda su predicación, por ejemplo: (Mr 4:11; 26-32) (Mr 10:15).

Hablar del Reino es hablar de un tiempo donde Dios hará visible de forma física su gobierno en este mundo, un tiempo de reconciliación, de paz, de armonía, justicia, santidad y conocimiento de Dios (Is 2: 3-4) (Is 11: 1-10). Hablar de programa es hablar de los tiempos y la forma en que se materializa. Esto último era especialmente importante por la discrepancia que tenía Jesús con los judíos. Ellos esperaban un mesías que implantaría el reino de forma inmediata, y Jesús hablaba de un programa diferente.

El tema es amplio, pero lo que ahora interesa es entender que actualmente el Reino de Dios, en relación a este mundo, tiene dos dimensiones, una presente y otra futura y no son excluyentes entre sí.

Hablamos de una dimensión futura porque el momento en que Dios manifieste su gobierno física y literalmente mediante el Mesías, todavía no ha llegado. Se hará realidad con el regreso del Señor en gloria (Mt 25: 31-34).

Este Reino es parte de nuestra herencia, (1ª Co 15:50) (2ª Tim 2:12) (Ap 5:10), y lo estamos esperando: (2ª P 1:10-11) (2ª Tes 1:5) (2ª Tim 4:1,2).

Pero decimos que tiene una dimensión presente porque de manera real, aquellos que hemos creído el Evangelio ya formamos parte de él, es realidad en nuestros corazones (Mt 13:18,19,23), es la esfera en que vivimos (Col 1:13). Gozamos de forma anticipada de sus beneficios espirituales y de su poder: corazones transformados, el conocimiento de Dios, victoria sobre el mundo, el pecado y Satanás (Mt 12:28) (Ro 12:2) (Ro 14:17) (Gal 1:4).

La iglesia no es el reino de Dios, pero lo está extendiendo por medio de la predicación del Evangelio (2ª Co 5:20). De ahí que creemos y esperamos el Regreso de Cristo en Gloria y su Reino sobre este mundo.

Teniendo esta perspectiva en mente, dice Ernesto Trenchard, “no perderemos el tiempo… en discusiones sobre si el Reino es un concepto espiritual, ya realizado interiormente en la vida de los salvos, o si ha de manifestarse en este suelo en el “Día de Jehová”…, pues el hecho de ser espiritual e interno no impide en manera alguna su manifestación externa en este mundo que Dios creó para su gloria.”5.

Cuatro momentos en el establecimiento del Reino de Dios en este mundo. 6.

Volviendo a nuestro versículo (Salmo 110:1) citado por Jesús, el Señor está dando cuatro claves para entender el proceso que culminará con el establecimiento de Su Reino en este mundo, preludio del Reino Eterno de Dios.

Recordemos las palabras de David: Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies.

– La encarnación.

En primer lugar llama nuestra atención la invitación a sentarse a Su diestra. ¿Qué implica? implica un tiempo de ausencia, un tiempo donde el Hijo dejó su lugar junto al Padre. Esto es lo que Jesús mismo dice de su persona (Jn 16:28; 17:5). Estamos hablando del hecho de la encarnación (Jn 1:14).

– El rechazo del Mesías.

En segundo lugar nos fijamos en la presencia de enemigos que hay que someter. Esto indica rechazo, rechazo del Mesías en este mundo (Jn 1:9-11). Primeramente por parte de Israel. Esto, que en principio puede parecer un contratiempo, en realidad es la ocasión que Dios en su infinita sabiduría establece para que el Señor Jesús muriera como sacrificio por el pecado del mundo (Mr 10:45).

– Resurrección.

Las palabras “siéntate a mi diestra”, además de encarnación implican resurrección. Después de ser rechazado y muerto, tiene que resucitar para poder sentarse a la diestra de Dios. Así lo entendió Pedro en Hechos 2:34,35.

– Retorno en gloria.

En cuarto lugar, esta la limitación de tiempo expresada en la frase “hasta que…” indica un regreso triunfante de Cristo en gloria (futuro), para juzgar el pecado y reinar sobre este mundo.

Un tiempo intermedio.

Pero también habla de un tiempo intermedio, que va desde Su :Retorno al cielo (entronizado al lado del Padre) hasta su regreso triunfante al mundo. Este es el momento histórico que vivimos. Un tiempo de expectación, donde esperamos el arrebatamiento de la iglesia y el retorno de Cristo en Gloria acompañado de todos su Santos (Mt 24:29-30) (Ap 1:7). Un tiempo donde el Reino está presente espiritualmente en nuestros corazones.

Ahora bien, este tiempo de ausencia tiene un propósito y una implicación: Propósito: La predicación del Evangelio. Un tiempo en el cual Dios está llamando a los pecadores al arrepentimiento y la fe, con el fin de que puedan reconciliarse con Él y participar en el Reino (2ª Pd 3:8-10). Y en esta misión debemos estar todos. Implicación: El creyente no puede vivir desordenadamente, enredado en las cosas de este mundo. Tenemos una relación personal con el Rey, que hemos de cuidar, y un llamado a vivir en santidad.

 

El Salmo 110:1 en el Nuevo Testamento.

Con estas palabras de Jesús sucede algo parecido a lo que ocurrió con la referencia a la piedra desechada por los edificadores a la que Dios hace cabeza del ángulo, en la conclusión de la parábola de la viña (Mr 12:9-12). La piedra desechada en relación a Jesús, se convirtió en un tema central de la enseñanza apostólica.

En el caso del Salmo 110:1, la exaltación de Cristo a la diestra de Dios, sucede algo parecido. Es tema central en la predicación apostólica. Aparece al menos en 14 ocasiones, entre citas directas o indirectas, desde los Hechos hasta Apocalipsis.

Un expositor tiene la siguiente lista:7. Hch 2:34-35; 5:31; 7:55-56;  Rom 8:34; 1 Co 15:24; Ef 1:20; Col 3:1; Heb 1:3, 13; 8:1; 10:12-13; 12:2; 1ª Ped 3:22; Ap 3:21. Después está la referencia al sacerdocio de Cristo según el orden de Melquisedec (Heb. 5 al 7), un desarrollo del Salmo 110:4.

Pero antes de repasar con carácter devocional algunos de los textos, recordar que Jesús mismo usó una vez más estas palabras en clara referencia a su persona. Sucede durante el interrogatorio previo a su muerte ante el sanedrín, o máximo órgano de gobierno de los judíos, presidido por el sumo sacerdote: (Mr 14:61-63). Y una cita muy interesante, continuando en el evangelio de Marcos, aparece al final del mismo: (Mr 16:19). Sobre estas palabras “recibido arriba” y “se sentó a la diestra de Dios“ que mejor que recordar el testimonio de Esteban, el primer mártir, justo antes de morir apedreado (Hch 7:55-57).

Pedro: Jesús exaltado a la diestra de Dios.

El primero que usa estas palabras en referencia a Jesús es el Apóstol Pedro, un testigo directo de esta ocasión. La cita la encontramos en Hch 2:34,35.

Estos versos son el colofón del argumento de Pedro en favor de la resurrección de Jesús, una resurrección que ha defendido como profetizada en base a otro salmo de David (Salmo 16:10). Dos detalles respecto a la cita de Pedro:

– Este “Porque David no subió a los cielos, pero…” no significa que David no esté en el cielo, lo que dice es que todavía no ha resucitado. El que sí ha resucitado y se ha sentado a la diestra de Dios es Jesús.

– Hch 2:36. “Dios le ha hecho Señor y Cristo.” Al que ellos despreciaron y crucificaron, Dios lo ha exaltado sentándolo a su diestra. Y profundizando en lo que Su exaltación implica dice que Jesús es Señor y Cristo. No solo el Ungido para cumplir las promesas a Israel y ser Salvador del mundo, sino también el Soberano sobre todo lo creado.

Una pregunta que surge casi sin querer es “Dios le ha hecho Señor y Cristo, ¿Es que antes no lo era?” Como Hijo de Dios Jesús siempre ha sido el Señor (Col 1:16,17), pero ahora se refiere a su experiencia tras la encarnación. El Verbo asumió humanidad, y es en esta condición que se ha sentado como a la diestra de Dios. A Aquel que ellos rechazaron Dios le ha exaltado como Señor y Cristo.

En Hch 5:31 Pedro vuelve a repetir el salmo y dice: “Dios le ha exaltado por Príncipe y Salvador”. Y en su primera carta profundiza aún más en la grandeza de Jesús resucitado (1ª P 3:22): Ángeles, una referencia al mundo celestial. Autoridades, sobre todas las esferas de autoridad de esta tierra. Potestades, aún sobre todos los espíritus rebeldes. Todo está sujeto a Él.

Antes de continuar, estos versos me llevan a una serie de preguntas que se deben contestar de forma personal: Jesús es Señor y Cristo, Príncipe y Salvador, ángeles, autoridades y potestades están sujetos a Él, pero ¿Qué es Jesús en nuestras vidas? ¿Cómo influye la persona de Jesús en tú vida? ¿Somos conscientes de la grandeza de nuestro Salvador?

Pablo: Jesús exaltado a la diestra de Dios.

La siguiente selección de textos se refieren al Apóstol Pablo, y muestran la influencia que estas palabras de Jesús tuvieron en este gran siervo de Dios:

Siguiendo en la línea de Pedro, de recordar lo que implica estar sentado a la diestra de Dios y el Señorío de Cristo, Pablo tiene dos textos preciosos: (1ª Co 15:25) (Ef 1:20-21). Cristo no es solo la cabeza de la Iglesia sino que esta está asociada con Él en esta posición de dominio. La Iglesia compartirá su dominio.8. En relación con este último pensamiento también podemos leer: (Ef 1:3; 2:5,6).

Pero las dos menciones de Pablo a estas palabras de Jesús con las que me gustaría terminar están en (Ro 8:34) y (Col 3:1). Y la idea que quiero dejar es que la diestra de Dios, este lugar de preeminencia y honor pero también de poder y dominio donde está Jesús, es un lugar de provisión y cuidados para nosotros:

– (Ro 8:34) ¿De dónde recibiremos auxilio en los conflictos, en las pruebas, luchas y tentaciones? Y la respuesta es: Desde la diestra de Dios, donde está Jesús obrando e intercediendo a nuestro favor.

– (Col 3:1) ¿A dónde mirar para recibir esperanza, sustento y visión en este mundo? Y la respuesta es, no al mundo ni a lo que este ofrece, sino a la diestra de Dios, donde está Cristo. Es el lugar de nuestra provisión e inspiración.

“Por cuanto hemos resucitado con Cristo, deberíamos buscar las cosas de arriba. Seguimos en la tierra, pero deberíamos cultivar formas celestiales”.9.

 

  1. Ver introducción al Salmo 110 en el Comentario al texto hebreo del A.T. por Keil y Delitzsch. Editorial Clie.
  2. Ver Nuevo Comentario bíblico Siglo S. XXI, Marcos 12:35-37. Editorial Mundo Hispano.
  3. Comentario Bíblico de Matthew Henry, traducido y adaptado por Francisco Lacueva. Pág 1333. Editorial Clie.
  4. Ver Comentario al texto hebreo del A. T. Salmos. Pág. 948, editorial Clie.
  5. El Reino realizado y el Reino futuro. Estudios de Doctrina bíblica. Por Ernesto Trenchard. Pág. 326,327. CEB. Editorial Portavoz.
  6. Punto desarrollado a partir de la inferencia que hace el profesor Evis L. Carballosa en el Comentario a Mateo, Tomo II. Pág 281. Editorial Portavoz.
  7. Walter T. Bevan. Salmos. Tomo V Pág 108. Fundación Cristiana de Evangelización, librería editorial cristiana.
  8. W. MacDonald. Comentario al Nuevo Testamento. Pág 863,864. Editorial Clie. 1995.
  9. W. MacDonald. Comentario al Nuevo Testamento. Pág 972. Editorial Clie. 1995.