Tres razones para leer la Biblia
Salmo 19:7-14
No es difícil encontrar cristianos que piensan que todavía le damos demasiada importancia a la Biblia. Quizás, hoy en día, no sea tan importante para ser un buen cristiano. ¿Tienen razón estas personas?
“¿Cómo puede ayudarme un libro tan antiguo?”
En cierta ocasión dos jóvenes creyentes conversaban animadamente después de haber hecho algo de deporte. Entre una cosa y otra terminaron hablando de la vida espiritual y de su relación con Dios.
En un momento dado, uno de ellos confesó que apenas estaba leyendo la Biblia. Primero decía que no tenía tiempo, después que a veces no la entendía, hasta que finalmente dijo a su amigo: – “Sinceramente, no estoy tan seguro de que sea tan necesario leerla para ser un buen cristiano”. “Me pregunto si un libro tan antiguo puede ayudarme”.
El otro, que no salía de su asombro, solo acertó a decir: “Creo que te equivocas, la Biblia es la Palabra de Dios. Jesús dijo El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. Dios nos habla a través de ella” (Marcos 13:31).
Esta conversación dio pie a que en ocasiones sucesivas estos jóvenes compartiesen al menos “tres razones para leer la Biblia”. Y la primera fue:
Para conocer a Dios.
1º. Para conocer a Dios: No hablamos en términos de Salvación, sino de comunión e intimidad. Alguien decía que el gran problema de muchos cristianos es que no conocen a Su Dios. Es decir, se han quedado en el A-B-C del Evangelio y no han profundizado en esta nueva relación.
En consecuencia llegan a tener una imagen distorsionada de Su persona y de lo que quiere. Atendiendo a los extremos de la distorsión podemos apuntar estos dos casos:
– Por un lado al “Dios colega”, “un abuelote bonachón”. Dios se conforma con que vaya de vez en cuando los domingos a la reunión. Lo que haga con el resto de mi vida no importa mucho. Con ser “buena gente” basta.
Cuando veo cristianos así, en muchas ocasiones lo que me pregunto es si de verdad han creído, o qué clase de Evangelio les ha sido predicado. Pero una cosa es cierta, si tomaran la lectura de la Palabra en serio Dios hará que toda esta ambigüedad pueda desaparecer.
– Por otro al “Dios aguafiestas”. Otra imagen falsa del Señor. Que parece que disfruta agobiando a los creyentes, que solo sabe de prohibiciones: “no hables así” “no vayas allí” “no te juntes con, no veas, no hagas”.
¡Lógico! Difícilmente confiamos en alguien al que apenas conocemos. Y no podemos conocerle si no pasamos tiempo con Él. Lo normal es tender a la desconfianza. De ahí que no veamos sus mandamientos como una bendición sino como carga, incluso que nos atrevamos a cuestionarlos.
Hermanos, Dios busca el bien y el gozo permanente para sus hijos, y quien toma tiempo para profundizar en esta relación descubre que sus mandamientos provienen del amor y no son gravosos (1 Juan 5:3). Por otro lado, quejarnos de Dios y a la vez no hacer por conocerle más es “hacer trampa”, eso no es honesto por nuestra parte.
“Conocer a Dios”, la mayor riqueza para el ser humano.
(Jeremías 9:23-24) “Así dijo Jehová: No se alabe el sabio en su sabiduría, ni en su valentía se alabe el valiente, ni el rico se alabe en sus riquezas. Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová.”
Un verso muy interesante. Nos habla de tres de las cosas que los hombres más estiman en este mundo ¿Cuáles son? R: La sabiduría, el poder y la riqueza. Pero también nos enseña que hay una satisfacción más grande. Que sobrepasa todo lo que los hombres tienen por más valioso. ¿En qué consiste? R: En entender y conocer a Dios. Hacer su voluntad.
Para ser como Jesús.
En otra ocasión uno de estos chicos estaba practicando un juego curioso junto a sus amigos. Consistía en adivinar qué grupo de música o qué cantante les gustaba a sus compañeros. Qué famoso seguían, o incluso qué juego o que serie de televisión era su preferida. Y para esto se fijaban en la ropa que llevaban, los cortes de pelo, el maquillaje, la forma de andar, las palabras que usaban y detalles así. Pero esto no solo se puede hacer con jóvenes, también con los adultos y quizás nos llevaríamos más de una sorpresas.
El caso es que este “juego” sirvió para darse cuenta de otra importante razón para prestar más atención a la Biblia.
De alguna manera todas las personas tienden a parecerse a alguien o algo, cada cual tiene “su ídolo”. Es una de las consecuencias del vacío de Dios que la caída ha dejado en corazón de los hombres. Pero con independencia de que nos guste un deporte, la música o el arte, y sepamos reconocer los diferentes talentos ¿A quién queremos parecernos nosotros? ¿A quien se parece un cristiano? Evidentemente la respuesta debiera ser “a Jesús”.
2º. Parecernos a Jesús. He aquí un buen motivo para tomar en serio la Palabra de Dios, leerla con frecuencia y prestar atención a su estudio. No olvidemos que este es el propósito de Dios para nuestras vidas, parecernos a Jesús (Romanos 8:29).
“ Y aprended de mí”.
(Mt 11:29) “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas;”
Hermosas palabras donde Jesús mismo nos invita no a buscar modelos en el mundo, o vivir conforme a sus “ídolos”, sino a identificarnos con Él y a imitarle. ¿Y cuál será el beneficio de aceptar este llamado? R. ¡Descanso para el alma!
Esto es importante recordarlo incluso para los creyentes. Hay muchos cristianos que a pesar del gozo inicial que trajo la Salvación, hoy están viviendo en amargura, cada día se despiertan contrariados y enfadados con el mundo, están insatisfecho, en continua inquietud. Esto sucede porque no estamos dejándonos enseñar por el Maestro.
Una idea errada que conviene aclarar. Puesto que Jesús se presenta como “manso y humilde de corazón” algunos piensan que “ser un cristiano como Jesús” es ser un débil, un pusilánime. Y esto no gusta. ¿Quién quiere ser así? Sin embargo no se dan cuenta de dos cosas importantes:
– Cuando Jesús dice que es “manso de corazón” Él se está presentando como el mejor maestro que podemos tener. Alguien que no pierde la paciencia con nosotros, que no desprecia a nadie, no se llena de ira y los echa de sí. ¿No quisieras un maestro así?
– “Manso y humilde de corazón”. La enseñanza de Jesús proviene de alguien que primero la ha experimentado. Se ha sometido voluntariamente a la Palabra de Dios, la ha hecho suya hasta las últimas consecuencias (Hebreos 10:7) (Marcos 14:36).
Aprender de Jesús, imitarle, no nos hará débiles sino “grandes personas”, íntegros, comprometidos, útiles a Dios y al prójimo. Apartará la soberbia del corazón y traerá paz.
El ejemplo de Pedro y Juan.
Prestemos atención al testimonio de lo que sucedió con Pedro y Juan, dos fieles seguidores de Jesús.
(Hechos 4:13) «Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús.»
– ¿A quién decía la gente que se parecían estos dos Apóstoles? R: A Jesús. “… les reconocían que habían estado con Jesús.»
– ¿En qué se mostró ese parecido con Jesús? R: En el denuedo o valentía con que hablaron. “Viendo el denuedo de Pedro y de Juan”. Estar con Jesús les hizo ser valientes, sensatos y consecuentes. ¡Nada de personas pusilánimes!
Y ahora la última de las tres razones que nuestros dos amigos encontraron para leer diariamente la Biblia.
Obtener dirección de Dios en nuestra vida.
En otra de las ocasiones en que estos dos jóvenes estaban juntos, no pudieron evitar hablar del trágico accidente ocurrido recientemente. Cuatro muchachos que habían muerto en un choque brutal con un camión. Iban a un pueblo cercano para pasar la tarde con unos amigos. Estaba lloviendo y confundieron el camino. Entraron en la autopista en dirección contraria y se encontraron con la muerte:
–“y todo por confundir las señales, por equivocarse de camino” comentó uno de ellos. –“Quizás con un poco más de cuidado, si hubiesen visto las señales, se hubiese evitado la tragedia” comentó el otro.
La Biblia, el mapa que nos guía.
Poco después hubo un momento de silencio. Y uno de ellos comentó: -“Me preocupa tomar el camino correcto en mi vida. Las decisiones que tome de una u otra manera tendrán consecuencias.” “Me pregunto: ¿Es lo que Dios quiere? ¿Estaré haciendo lo correcto?” Y es aquí donde apareció la tercera razón por la cual un cristiano debería tomar en serio la lectura y el estudio de la Biblia:
3º. Para obtener dirección. Esta ha sido una preocupación constante de todos los creyentes a lo largo de la historia. Lo bueno es que Dios no nos ha dejado huérfanos. Nos ha dejado una guía, Su Palabra, para saber cómo conducirnos y tomar decisiones adecuadas.
(Salmo 119:105) “Lámpara es a mis pies tu palabra, Y lumbrera a mi camino.”
En ocasiones las instrucciones serán claras. En otras la respuesta no será tan evidente, pero si que encontraremos principios bíblicos que aplicar según las circunstancias y que nos ayudarán en nuestras decisiones (Santiago 1:5) (2 Corintios 6:14) (1 Juan 2:15).
La consecuencia de seguir las instrucciones.
(Salmo 119:165) «Mucha paz tienen los que aman tu ley, Y no hay para ellos tropiezo.»
¿Qué dos cosas sucederá en aquellos creyentes que prestan atención a la Palabra, que la siguen? R: 1º Tienen paz. La tranquilidad produce el saber que las cosas se hacen bien. 2º. Se evitan dificultades y dolores innecesarios. Algunos de ellos dejan huella para toda la vida.
(Proverbios 14:12) «Hay camino que al hombre le parece derecho; Pero su fin es camino de muerte.»
Solemne advertencia para aquellos que desprecian o tienen por antigua la Palabra de Dios. Que se empeñan en circular en sentido contrario a la misma, siguiendo sus propios criterios y razonamientos, a pesar de las señales y llamados que Dios hace.
Reflexión final.
¿Tienen razón aquellos que apenas leen la Biblia porque no la ven útil? Evidentemente no. He aquí tres buenas razones: 1. Conocer a Dios. 2. Ser como Jesús. 3. Obtener dirección de Dios en nuestra vida. Ninguna de estas cosas será posible al margen de la Escritura.
(2ª Timoteo 3:16-17) “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.”
¿Qué hay textos difíciles? ¿Palabras que no entiendo? por supuesto. Pero que ello no nos detenga en este buen propósito. Siempre hay herramientas que nos ayudarán: un diccionario de la lengua, un buen diccionario bíblico, un manual bíblico, diferentes traducciones de la Biblia, hermanos a los que preguntar, y si aún así hay cosas que no entendemos, paciencia, el Señor las aclarará en su momento. Que no haya nada que nos impida seguir leyendo, meditando, estudiando y obedeciendo la Palabra de Dios.
(Esta exposición toma como base el libro: “Que duro es ser joven”. De la serie “Recursos”. Editado por Clie. año 1999)