Muerte espiritual:
“Sin esperanza y sin Dios en el mundo”.
(Efesios 2: 1 al 9)
“¿Antes muertos y ahora vivos? ¿Y eso de qué va?” “¿Pecado? ¿Todavía usan la palabra?” “¿Te lavan el cerebro o fumas hierba?” Tristemente, hay muchas personas que desconocen la verdad espiritual de la que Dios habla aquí.
“Estando muertos, nos dio vida.“
“Y Él os dio vida cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados”
“Aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo…” (Ef 2:1). (Ef 2:5).
Para un servidor y para muchos de los presentes estas palabras son preciosas. No están vacías, sino que expresan una hermosa realidad. Nos recuerdan como era nuestra condición antes y después de conocer a Jesús, es decir, de tener un encuentro personal con Él. Antes, vivíamos en una condición de muerte, pero ahora, nuestra condición es de vida en Cristo.
“¿Antes muertos y ahora vivos? ¿Y eso qué va?” “¿Pecado? ¿Todavía usan esa palabra?” “¿Te lavan el coco o fumas hierba?” Tristemente, hay muchas personas que desconocen la verdad espiritual de la que Dios habla aquí. Nuestro texto está enseñando que, con independencia de lo vivo que te sientas, de lo mucho que disfrutes con tu cuerpo, de la capacidad que tengas para relacionarte con otros, la realidad es que somos “muertos en vida”. Estando vivos, nuestra condición es de muerte. ¿Cómo se explica esto?
“Muertos vivientes”
En realidad es una forma de hablar que no debería extrañarnos, pues este concepto, “muertos en vida”, lo utilizamos con frecuencia para hablar de otras personas. Personas que físicamente están vivas. Me explico:
* Para personas que viven sumidos en sus problemas, angustias y depresiones. Encerradas en sí mismas, ajenas a lo que pasa en el mundo. Están vivas pero no reaccionan, no luchan. Se sienten vencidos. Están anímicamente muertos.
* También para referirnos a personas que viven literalmente tirados en las calles, entre desperdicios y de manera miserable. Ignoradas por todos, sin que a nadie les importe. La gente las mira y se comporta como si no existieran están socialmente muertos.
* Y qué decir de aquellos que, sin necesidad de estar tirados en la calle, viven encadenados al vicio, esclavos de sus pasiones y que muchas veces damos por perdidos. Muerte volitiva.
De la misma forma, cuando la Biblia habla de “estar muerto en vida”, está usando un lenguaje figurado para referirse a un tipo de muerte que también está más allá del cuerpo. Que afecta al ser humano en su parte más profunda y que es causa, escúchenlo bien, es causa de la desesperada situación del hombre. Hablamos de “la muerte espiritual”.
Muerte espiritual.
A causa de nuestro estado de rebeldía contra Dios, eso es el pecado, y de ahí surgen todos los actos de maldad que denigran la condición humana, el hombre está incapacitado para relacionarse con su Creador, con el autor de la vida. En consecuencia vive separado de Él, esto es muerto espiritualmente. Ahora bien, esto no significa:
1. Que no tengamos inclinaciones espirituales (buscar lo que trasciende la materia, es lógico, pues somos mas que cuerpo).
2. que no nos hagamos preguntas trascendentes respecto a nuestro origen y la eternidad.
3. Que no tengamos inclinaciones religiosas, incluso que haya personas influenciadas por un “mundo de espíritus” que no viene de Dios.
Al contrario, permítanme esta aclaración, nuestra condición de muerte espiritual –alejados de Dios, sin comunión con Él- no solo no anula nuestra necesidad de lo trascendente, sino que nos hace espiritualmente vulnerables.
“Sin esperanza y sin Dios en el mundo.”
En Efesios 2:12 hay una frase que nos ayuda a entender en qué consiste la muerte espiritual, separación total de nuestro creador, y cual es nuestra situación: “…sin esperanza y sin Dios en el mundo”.
Sin Dios en el mundo.
Los antiguos, aquellos a los que Pablo escribe originalmente, eran personas que literalmente no conocían de la existencia del Dios único y verdadero. Eran paganos, entregados a la adoración de ídolos fruto de su imaginación y a los que daban forma con sus manos. Hasta que escucharon la predicación del Evangelio y creyeron en Cristo. Ello transformó radicalmente su condición: de vivir sin Dios a vivir con Dios (en una relación personal y transformadora por medio de Jesucristo y su Palabra).
Aunque hoy en día el ateísmo va ganando terreno, quizás sea mejor llamarlo indiferencia, la realidad es que tenemos una gran ventaja sobre aquellos antiguos. Nosotros sí hemos escuchado hablar de Dios, en la mayoría de los casos tenemos conciencia de que existe y la Biblia no es un libro prohibido. Pero ello no es suficiente. Mientras no haya una restauración de la comunión con Dios en los términos que Él ha establecido, lo cual implica arrepentimiento del pecado y fe en su Hijo Jesucristo, la vida del ser humano seguirá siendo una “existencia sin Dios” (de muerte espiritual).
Hace ya algún tiempo leía las siguientes palabras que me llamaron la atención. Las comparto con ustedes:
“…somos criaturas hechas a imagen de Dios. Fuimos hechos para Dios, …no podemos cumplir nuestro propósito (llegara a una verdadera realización de la persona) si no tenemos una correcta relación con Él” (“Nuestro pan Diario”. Día: 13-01-02)
Y puesto que tal relación no existe el hombre vive sumido en una constante sensación de perplejidad, temor, y sirviendo a otros dioses que no son Dios llámense diversión, trabajo, música, deportes, alguna filosofía, y al arbitrio de las diferentes religiones de este mundo.
Sin esperanza en el mundo.
Y ya sabemos lo importante que es la esperanza en la vida de los seres humanos. Actúa como un valor dinámico que nos motiva a seguir.
Aquellos antiguos desconocían todas las promesas que desde la antigüedad Dios había hecho respecto a un Salvador que libraría a los hombres del pecado y sus consecuencias, que establecería un reino de amor y paz pero empezando en el corazón (una transformación de dentro hacía afuera). En consecuencia era una sociedad con un tremendo pesimismo existencial, en una constante sensación de perplejidad, de vacío y temor. Sin más ilusión que perseguir una felicidad que sabían efímera o algún placer que les hiciese olvidar la dureza de la realidad.
Los siglos han pasado y aunque tenemos una herencia cultural cristiana, la condición del hombre no ha cambiado. No hay esperanza vital en los corazones, el pesimismo existencial, el vacío o la búsqueda de una felicidad efímera es lo que llena la vida del hombre. ¿Por qué? Porque sigue separado de Dios, en un estado de muerte espiritual, “Sin esperanza y sin Dios en el mundo” (Ef. 2:12). Pero aún hay algo terrible que añadir a esta descripción.
Muerte espiritual/muerte eterna.
Si esta situación de separación de Dios no es resuelta en vida, entonces tras la muerte física esta situación se convertirá en eterna. Ya no hay marcha atrás. Eternamente separados de Dios, en una angustia indecible, en aquel lugar de juicio originalmente reservado por Dios para a Satanás y sus ángeles.
“…nos dio vida juntamente con Cristo” (Ef 2:4-6).
Sin embargo Efesios 2 no es un mensaje desolador. Contiene un maravilloso mensaje de esperanza:
La buena noticia es que Dios “que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó”, en otras palabras, a pesar de nuestra condición rebelde, Dios mismo ha provisto el medio para que los hombres puedan pasar de muerte a vida (Efesios 2:4-6).
(Ef 2:5) “aún estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos)”.
Jesús es el medio provisto por Dios para hacer la paz y reconciliar al hombre pecador consigo mismo, para poner fin a nuestra condición de muerte. Es mediante Su muerte en sacrificio voluntario por nuestros pecados, que todo obstáculo que impedía reconciliar al hombre con Dios ha sido removido. El ocupó nuestro lugar ante la justicia de Dios. Jesús ha hecho posible el perdón, la paz con Dios y como consecuencia ser revestidos de una nueva vida.
(Juan 5:24) “De cierto, de cierto os digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no vendrá a condenación, más ha pasado de muerte a vida”.
¡No más gente sin esperanza y sin Dios! En Cristo, en su muerte, hay vida con Dios aquí, ahora, y por la eternidad. No más perplejidad y desesperanza ante la vida y la eternidad, sino vida con propósito y con esperanza. No más una eternidad de tormento sino con Cristo en la gloria sirviendo a Dios.
“Por gracia sois salvos” (Ef 2:8-9).
No podemos terminar sin recordar estas hermosas palabras de (Efesios 2:8-9). La vida en Cristo es un regalo gratuito que Dios quiere hacerte, lo contrario no sería regalo, y que espera que tu aceptes. Sirva esta breve ilustración:
Supón que en el supermercado te toca un extraordinario viaje al extranjero. Aunque tu seas el beneficiario no puedes ir al aeropuerto y subirte al avión diciendo: “Me ha tocado”. El empleado te dirá: “el billete por favor” “si no hay billete, no viajas”.
Primero debes ir a por el billete, apropiarte del regalo y entonces lo disfrutarás. Igual con la Salvación: Dios ha pagado el precio, Cristo a muerto por tus pecados, y te ha extendido una invitación para que te beneficies de ello… ahora debes responder. Apropiarte de tal bendición por medio de la fe.
Reconoce tu condición de pecador, la necesidad de ser cambiado y perdonado (arrepentimiento) y acude a Dios buscando el perdón que te ofrece por medio de la sangre de Cristo. Deja que el Señor Jesús sea tu único y suficiente Salvador.
(Ro 10:8-11) “Esta es la palabra de fe que predicamos: que si confesares con tu boca que Jesús es el señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere no será avergonzado.”