38 ALIMENTACIÓN DE LOS 4 MIL


ALIMENTACIÓN DE LOS 4 MIL

(Mr 8:1-10)

“¡Vaya! Parece que el predicador se confundió, este relato lo estudiamos no hace mucho!”; “¿Pero no eran cinco mil personas? Por qué dice cuatro mil?” “Y yo que pensaba que Jesús usó cinco panes, resulta que fueron siete”. No, no es que el predicador se repita, ni que estés confundido, lo que ocurre es que el Señor realizó este milagro dos veces. La primera en Marcos 6:30-44, y la segunda aquí (Mr 8:1-10). Mateo también los tiene. 

Diferenciando los relatos.

Que esta segunda es diferente y que no se trata de otra versión (una burda repetición) del mismo incidente se ve en las diferencias:

El primer milagro fue obrado inmediatamente después de la misión de los Doce (Mr 6:30), en las afueras de Betsaida (Lc 9:10). Este mas tarde, durante la gira del Señor con sus discípulos por la región de Decápolis (Mr 7:31; 8:1).

En la primera la mayoría de la multitud era judía (Mr 6:33), en la segunda debían haber muchos gentiles, habitantes de Decápolis.

En la primera la multitud estuvo con Jesús un día (Mr 6:34-35), ahora habían pasado tres días (Mr 8:2).

Las cantidad de personas que comieron fue diferente; en una cinco mil (Mr 6:44) y en la otra cuatro mil (Mr 8:9). Habían agotado las posibles provisiones.

En la primera usó cinco panes y dos peces (Mr 6:38), aquí siete panes y unos pocos pececillos (Mr 8:5,7).

En uno recogieron doce cestas de mimbre (6:43), y en el otro siete grandes espuertas de cuerda (Mr 8:8).

Después del primer milagro, el Señor mandó a los discípulos que subieran en la barca y emprendieran el viaje de regreso solos (Mr 6:45-46), mientras que aquí el Señor va con ellos a Dalmanuta (Mr 8:10).

Una repetición con propósito.

Esta no es la única vez que los evangelios recogen eventos similares. Por ejemplo: Jesús limpió dos veces el templo, al comienzo (Jn 2:13-22) y al final de su ministerio (Mr 11:15-19). Dos veces calmó la tempestad, en una estaba dormido en la barca y en otra vino caminado sobre el mar (Mr 4:35-41; 6:45-51). Y ninguna fue en balde, cada acción tuvo su contexto y su propósito. Y esta no será diferente.

1º. Con esta repetición, Jesús enseña que ha venido a saciar el hambre tanto de judíos como de gentiles. El Evangelio es para todos. 

El Señor estaría completando la enseñanza que dio a sus discípulos cuando atendió a la mujer sirofenicia. Notemos, la primera multitud era mayoritariamente judía (en las afueras de Betsaida, y con gente que le siguió desde el otro lado del lago), y ahora principalmente gentiles (multitudes que vienen de toda Decápolis). 

2º. ¿Por qué otra vez un milagro similar? ¿Y por qué no? Y tres, y cuatro, y las veces que haga falta. Esta repetición nos recuerda que la compasión o el hacer el bien no es cosa de una vez, “ya dí mi limosna, hice mi esfuerzo, estoy justificado”, sino que debe ser una actitud continua en el cristiano como la fue en el corazón de Jesús. “Y vosotros, hermanos, no os canséis de hacer el bien” (2ª Tes. 3:13); (Gal. 6:9).

Las circunstancias del milagro. 

(Mr 8:1-3) “En aquellos días, como había una gran multitud, y no tenían qué comer, Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, porque ya hace tres días que están conmigo, y no tienen que comer; y si los enviare en ayunas a sus casas, se desmayarán en el camino, pues algunos de ellos han venido de lejos.” 

“En aquellos días”

La expresión “En aquellos días” indica que este incidente sucede mientras Jesús y los Doce están todavía en Decápolis, en los alrededores del mar de Galilea. De ahí que entendamos que esta multitud era mayormente gentil.¹

¿Qué pasaba con esta gente? Pues que llevaban tres días acompañando a Jesús. “Hace tres días que están conmigo” es decir: cerca mía, a mi lado. Estaban tan apegados al Señor que nadie se planteaba el final de aquel tiempo. 

Permitan esta digresión: ¡Que retiro más maravilloso! Imaginan, tres días acompañando a Jesús, escuchando sus instrucciones, viendo como trataba a la gente, comiendo y durmiendo cerca de Él. Y todo esto en “el campo”. Tengamos en cuenta que dormir al raso y en grupos era algo común, especialmente para los caminantes. 

Pero entonces aparece un problema, las provisiones se acaban, la gente tiene hambre y algunos están lejos de sus casas. ¿Y ahora qué? A diferencia de la vez anterior, será el propio Jesús quien llama a los discípulos y plantea la situación. 

“Tengo compasión de la gente,…” 

“Jesús llamó a sus discípulos, y les dijo: Tengo compasión de la gente, …” Interesante, la palabra compasión es la misma que encontramos en (Mr 6:34), donde la multitud era principalmente judía. Hermoso ¿verdad? Las entrañas de Jesús se conmueven por igual tanto con los unos como los con otros (Hch 10:34) (Ro 2:11). De la misma forma, los cristianos debemos mostrar misericordia sin hacer acepción de personas (Mt 5:44-45). 

La respuesta de los Doce.

(Mr 8:4) “Sus discípulos le respondieron: ¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?”

Recordemos que en este contexto el desierto es un territorio donde las características del terreno no permiten un asentamiento permanente. En este caso el sureste del lago es un terreno pedregoso y abrupto. De ahí la respuesta, “imposible ayudarles aquí en este desierto”.

Pero la cuestión que surge es ¿Y no se acordaban los discípulos de la otra alimentación? ¿Por qué no le piden que haga lo mismo? Hay diferentes respuestas, por ejemplo:

1º. Habían olvidado del milagro anterior. Pero parece poco probable, aquello fue un momento único. Además, desde que Jesús dice “tengo compasión de la gente” y “no tienen que comer”, hasta el más despistado de ellos se hubiese acordado.

2º. Otros apelan a una cierta incredulidad de los Doce. Veían aquel suceso como algo excepcional. Y es verdad que hay cierta incredulidad en ellos, pero no porque dudaran de su capacidad de hacer milagros sino por la incapacidad para  entender el alcance de la Persona de Jesús y su Obra. Por otro lado el Señor llevaba tres días sanando a aquellas personas, entre ellos curó al sordomudo.

3º. También se habla de un cierto nacionalismo religioso de los discípulos. Se resistían a la idea de que judíos y gentiles pudiesen ser tratados por igual. De alguna forma intentaban desentenderse de la multitud. 

4º. Sin descartar totalmente las otras opciones, me inclino más por una cuarta: No había amnesia, sino que estaban como a la expectativa, esperando que Jesús actuara. No sabían qué planes tenía el Jesús para aquella personas, y a diferencia de la vez anterior no se atreven a sugerir nada.²

No se si lo percibimos, pero esta respuesta, “¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?”, es 1º. Un reconocimiento de la propia incapacidad y 2º. Un reconocimiento implícito de que sea Jesús quien actúe. Este “¿podrá alguien saciar de pan en el desierto? implica una sola respuesta: Jesús sí puede. Es una pena que algunas traducciones bíblicas, en su afán de hacer la traducción más dinámica, hayan omitido este pronombre.

Es interesante observar como transcurre la acción. Empezando por la respuesta de los Apóstoles y continuando con los hechos siguientes todo camina en una dirección. Aunque es un relato condensado, se están reproduciendo los pasos que precedieron al milagro en Betsaida pero con una diferencia, ahora todo sucede con naturalidad, el Señor no los pone a prueba (Mr 6:37), ni hay acritud en los apóstoles.

Pan en el desierto.

“¿De dónde podrá alguien saciar de pan a estos aquí en el desierto?” Este mundo, a pesar de sus luces de colores, de su sabiduría, de su orden, es incapaz de satisfacer de forma permanente y trascendente la necesidad espiritual del hombre. El más grande de sus líderes o de sus iconos, la más trascendente de sus cosmovisiones, llega el momento en que se agota y necesita ser reemplazada por otra. Y así todo sucesivamente. ¿Dónde está ese alguien que sacia de verdad? No te equivoques amigo, no te despistes hermano, no te dejes seducir. Quien único puede es Jesús (Salmo 107:9).

Jesús y los Doce alimentan a la multitud (Mr 8:5-7).

(Mr 8:5-7) “El les preguntó: ¿Cuántos panes tenéis? Ellos dijeron: Siete. Entonces mandó a la multitud que se recostase en tierra; y tomando los siete panes, habiendo dado gracias, los partió, y dio a sus discípulos para que los pusiesen delante; y los pusieron delante de la multitud. También tenían unos pocos pececillos; y los bendijo, y mandó que también los pusiesen delante.”

¿Saben qué título he dado a estos versos? “Jesús y los Doce alimentan a la multitud”. De entrada extraña, pues quien hace el milagro es Jesús. Y es cierto. Pero también hay una realidad que no podemos obviar. Desde el principio el Señor quiso implicar a los Doce. Quería que fuesen sus instrumentos. Lo hizo a las afueras de Betsaida, y lo hace ahora cuando alimenta a la multitud de Decápolis. 

Y esta es la enseñanza en la que vamos a insistir ahora: Somos los canales, los instrumentos que Dios usa para realizar su Obra en este mundo. ¡Tremendo privilegio hermanos!

¿Cuántos panes tenéis? La pregunta no es superflua (es la misma que hizo en Betsaida). Pone en evidencia la insuficiencia de los recursos. De nuestros recursos. Siete panes y algunos peces, eso era todo. Pero esto no debe desanimarnos.

 “…tomando los siete panes, habiendo dado gracias, (Jesús) los partió, y dio a sus discípulos…” y después hizo algo similar con el pescado (8:7).  

¿Qué haremos al considerar nuestros recursos y nuestros temores? (1ª Co 1:26). ¿Meternos en casa, pasar desapercibidos? Hay una opción mejor: Poner estas cosas en Sus manos y como enseña el Apóstol Pablo, presentarnos como instrumentos al Señor (Ro 6:13) (2ª Tim 2:19-21).  

Y comieron y se saciaron (Mr 8:8-10).

(Mr 8:8-9) “Y comieron, y se saciaron; y recogieron de los pedazos que habían sobrado, siete canastas. Eran los que comieron como cuatro mil; y los despidió. 

No fue que calmaron el hambre y tomaron las fuerzas necesarias para el viaje, sino que “comieron, y se saciaron;” Esto es quedarse más que llenos. 

Que hubo suficiente para todos se ve en que al recoger las sobras juntaron siete canastas. En la primera ocasión fueron 12 cestas, una especie de depósito donde el caminante llevaba sus provisiones. Ahora son “cestas grandes”, canastas, de las que se usaban para transportar cosas. En algunas podía caber una persona (Hch 9:25).

Son muchos los que consideran el Evangelio como “poca cosa”, y lo desprecian (1ª Co 1:22-24). También los siete panes parecían nada y sin embargo alimentaron a más de cuatro mil personas. El Evangelio es igual, es solo cuando se recibe a Jesucristo que experimentas su grandeza y su capacidad para saciar permanentemente.

Ahora si estaban listos para volver a sus casas “y los despidió.” Esto habla de la abundancia de la provisión divina. No es solo que Salva, que calma la sed y el hambre del corazón, sino que es alimento también para nuestro camino de peregrinaje hasta llegar a la casa del Padre. 

(Mr 8:10) Y luego entrando en la barca con sus discípulos, vino a la región de Dalmanuta.”

Dalmanuta era un asentamiento de origen griego en la otra orilla del lago, en la llanura de Genesaret. Mateo sin embargo habla de la región de Magdala (Mt 15:39). No hay contradicción. Ambas poblaciones estaban a unos escasos cientos de metros. Pero de lo que allí sucedió hablaremos en la próxima ocasión.

 

Notas.

¹La ubicación del relato en la costa de Decápolis queda aclarada si lo comparamos con Mt 15:29-32. Los dos relatos tienen información complementaria.

²Una opción similar, que descarta tanto la amnesia de los discípulos como un exceso de incredulidad, puede verse al consultar la obra de R. C. Lenski, La interpretación de El Evangelio según San Marcos, También al profesor Evis L. Carballosa, Mateo, la revelación de la realiza de Cristo. El Comentario Exegético y explicativo de la Biblia de Jamieson, Fausset y Brown, al comentar este incidente en Marcos, sigue la misma dirección.