12 Llamamiento de Leví

Llamamiento de Leví2

Llamamiento de Leví. (Mr 2:13-17)

Una preciosa porción del evangelio, donde Jesús además además de hacer un “polémico llamamiento”, se presentará como el “Médico divino”, Jehová Rapha.

Jesús llama a un publicano

 Llamamiento de Leví2

(Mr 2:13-14).

Los versos que vienen a continuación cuentan el llamamiento de otro discípulo de Jesús. Posiblemente el último de los que después formará el grupo de los doce.

Un llamamiento diferente.

¿Qué tiene de especial este llamado? Por un lado, que a diferencia de los cuatro anteriores, no se trata de otro pescador sino de una persona distinta, más refinada en sus costumbres, con una formación que lo distingue de la gente corriente (conocimientos de contabilidad, toma de datos, idiomas…), y además con un cierto nivel económico.

Pero esto, y con ser llamativo, no es lo más importante. Lo que hace especial este llamado es que fue a un publicano, un cobrador de impuestos al servicio del invasor romano. Una persona no querida por el pueblo y excluida de la vida religiosa. Este atrevimiento de Jesús dará a sus enemigos, a aquellos que habían empezado a posicionarse en su contra, una nueva oportunidad para atacarle.

“Y les enseñaba”

(Mr 2:13) «Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba.»

De acuerdo con los evangelios sinópticos, este relato sigue cronológicamente a la sanidad del paralítico. No sabemos exactamente cuándo, pero la idea es que no debió ser mucho mas tarde. Es posible que a la mañana del día siguiente.

«Después volvió a salir al mar;…” El relato nos describe al Señor junto al mar de Galilea. Quizás buscando un lugar amplio y agradable donde recibir a las multitudes que querían escucharle. 

“…y toda la gente venía a él, y les enseñaba” Esto indica como pasó Jesús su tiempo aquel día. Y posiblemente como eran muchos de sus días en Capernaum. Un continuo ir y venir de personas, y Jesús enseñando a todos. Sabía aprovechar cada ocasión para instruirlos en la Palabra de Dios. 

El Evangelio de Marcos es dinámico, enfatiza mucho la actividad de Jesús, apenas contiene discursos. Sin embargo de manera constante nos recuerda que la gran ocupación de Jesús fue predicar las buenas nuevas de Salvación y enseñar a la gente. De hecho esta expresión “y les enseñaba” es típica de Marcos. Recordemos que los milagros eran señales que servían para confirmar su Palabra y Su Persona, pero no eran el centro de Su actividad.

“Y al pasar, vio a Leví”

(Mr 2:14) “Y al pasar, vio a Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos,…” 

En algún momento, bien al ir o al volver después de enseñar a la multitud, pasa por el puesto de aduanas de la ciudad. 

Habían al menos tres grandes centros aduaneros en Israel. Cesarea, en la costa del mediterráneo, Jericó, en los vados del Jordán, y Capernaum, junto al lago o mar de Galilea, que estaba en la ruta de las caravanas que iban desde el norte al sur y viceversa.

Y allí, “sentado al banco de los tributos públicos”, es decir en la oficina de aduanas, parece que tenía un cierto cargo, estaba Leví, hijo de Alfeo. Este Leví es Mateo, el autor del evangelio que lleva su nombre. Tiempo después Mateo, al escribir sobre su llamamiento, utiliza las siguientes palabras: 

(Mt 9:9) “Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentando al banco de los tributos públicos,…” Y destacamos esta frase: “Jesús … vio a un hombre…”(Mt 9:9) 

¿Qué veían los demás, incluyendo los discípulos, cuando miraban a aquel lugar? Generalmente a gente despreciable. Un grupo de traidores al servicio de los romanos, extorsionadores, ladrones que habían perdido el temor de Dios. Sin embargo Jesús vio a “un hombre”, un ser humano en su cruda realidad, con todas sus debilidades, fracasos, necesidades e inquietudes. 

¿Qué vemos nosotros al mirar a las personas que nos rodean? ¿Actuamos como jueces implacables, cerrando nuestro corazón, o vemos también seres humanos, dañados por el pecado? No se trata de justificar el pecado, de callar para no herir, pero si de ver al prójimo con los ojos de Jesús. Esto nos dará una nueva actitud a la hora de juzgar y tratar con las personas.

Y le dijo: Sígueme.

Y ahora viene la sorpresa, y no solo para Leví, sino también para los propios discípulos. Jesús lo mira y le dice: “Sígueme”.

(Mr 2:14) “…y le dijo: Sígueme.”

¡Exactamente el mismo llamado que hizo a los cuatro pescadores (Mr 1:14-29)! Cuando Jesús llama, no hace distinción (ni por nivel económico, social, ni por conocimientos, ni raza, si es hombre, mujer). Los que hacen distinción somos nosotros al responder con entrega, con tibieza o resistir su llamado.

“Sígueme”. Literalmente el sentido es “estar en el mismo camino que Jesús”. Nunca podremos insistir lo suficiente en esto. El llamado no es a seguir a un líder humano, una enseñanza o una escuela teológica, un movimiento, etc.. El llamado es a seguir a Cristo. Solo a Él.

¿Era la primera vez que Mateo veía a Jesús? ¿Le conocía de antes? ¿Deseaba este encuentro? Al contestar estas preguntas debemos ser prudentes, no tenemos toda la información. 

Sin duda Mateo había oído hablar de Jesús, le había visto pasar  por la zona seguido de personas, y lo más probable es que él mismo le hubiese oído en más de una ocasión. Y creo que el Señor de alguna forma le había cautivado. No olvidemos la última frase de (Mr 2:15) en relación a los publicanos y pecadores “…porque había muchos que le habían seguido.” Es decir, formaban parte del auditorio de Jesús en Capernaum. Al menos cuando enseñaba en lugares públicos.

La respuesta de Leví.

¿Cuál será su respuesta al llamado del Señor? Tenía varios condicionantes de peso para rechazar esa invitación:

Era un hombre marcado por su pasado. Era un publicano, en algún momento escogió un oficio que le permitía una vida cómoda y de privilegios y despreció a su pueblo. En más de una ocasión había actuado sin escrúpulos contra ellos.

No se trataba de dar un paseo con Jesús. Era un llamado para compartir la vida con Él. Abandonar su puesto significaba que otro lo ocuparía, no había marcha atrás. Implicaba renunciar a una forma de vida que le proporcionaba buenos ingresos, privilegios y comodidades. 

La respuesta la tenemos a continuación, dice el mismo verso:

(Mr 2:14) “… Y levantándose, le siguió.”

La decisión no se hizo esperar, dejándolo todo, se levantó y fue con Él. Este encuentro produjo un cambio radical en su vida. 

Vamos a suponer por un momento que Leví nunca estuvo en una predicación de Jesús, que solo había escuchado hablar de Él y que solo le había visto de lejos. Esa forma diferente en que Jesús le miró, “vio a un hombre”, y la autoridad de sus palabras “sígueme”, serian suficientes para quebrantar el corazón endurecido del publicano.

¿Por qué escogió el Señor a Leví?

¿Y por qué escogió Jesús un discípulo como Leví para formar parte de su círculo más intimo? 

No es solo el repudio que creaba entre sus compatriotas sino también en el mismo seno de sus seguidores. Hombres como Pedro, Andrés, Santiago o Juan, también de Capernaum, habrían tenido que sufrir en más de una ocasión los abusos de este hombre ¿No tenía a nadie mejor en quien fijarse? El Apostol Pablo se hizo la misma pregunta en más de una ocasión, ¿Y por qué a mí que he hecho tanto daño, que soy tan indigno? 

Seguramente la respuesta en el caso de Leví sería la misma que en el caso de Pablo, “para mostrar la grandeza de su misericordia”. Para enseñar que nadie, cualquiera que sea su situación, está fuera del alcance de la Salvación. 

(1 Tm. 1:15-16) “Palabra fiel y digna de ser recibida por todos: que Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero por esto fui recibido a misericordia, para que Jesucristo mostrase en mí el primero toda su clemencia, para ejemplo de los que habrían de creer en él para vida eterna.”

Mateo no fue solamente un testigo y un predicador, sino también una evidencia y una ilustración de la gracia divina manifestada en Cristo. No solo para salvar sino también para moldear y usar conforme a Su Voluntad. 

Y ¿Por qué no permitir que de la misma manera que actuó en su vida también actúe en la nuestra? Nos salvó, dejemos que también nos moldee y nos use conforme a Su Voluntad. Ese es el propósito de su llamado.

Jesús come con los pecadores

(Mr 2:15-17).

Llamamiento de LevíPero el relato del encuentro con el publicano no acaba aquí. En algún momento posterior, Leví organiza una comida donde el principal invitado es Jesús con sus discípulos, donde los compañeros de mesa son otros publicanos como él y personas clasificadas socialmente también como pecadoras. 

Leví reúne a sus amigos.

(Mr 2:15) «Aconteció que estando Jesús a la mesa en casa de él, muchos publicanos y pecadores estaban también a la mesa juntamente con Jesús y sus discípulos; porque había muchos que le habían seguido.»

Varias cosas llaman la atención en este verso:-

– La frase “estando/estaban… a la mesa” significa “estando reclinados a la mesa”. Era la costumbre de la época que estas comidas se hacían recostados sobre el lado izquierdo alrededor de la mesa, y dejando la mano derecha libre para comer. Es la misma forma en que se celebró “la última cena” de Jesús en el aposento alto.-

– El término pecadores en este contexto hace referencia a personas que, aún siendo judíos, vivían al margen del judaísmo oficial, en unos casos porque tenían profesiones “inmundas”, o un contacto frecuente con los gentiles, y en otros porque vivían despreocupados de las costumbres religiosas y de la Palabra de Dios. “Iban por libre”. Eran gente excluida de la sinagoga.

– La frase “porque había muchos que le habían seguido» o “había muchos de ellos que le seguían”, en referencia a los publicanos y pecadores, es significativa. En algún momento optaron por una vida sin normas, sin que nadie les dijese qué hacer, de mayor placer y comodidad. Pero ahora estaban descubriendo lo vacío que estaban realmente. El mensaje de Jesús enseguida les cautivó.

– El propósito de esta comida no era solo agasajar a Jesús, sino que todos estos amigos pudieran conocerle de forma personal. Leví está actuando como un verdadero evangelista. Preocupado por la condición espiritual de sus amigos les prepara un encuentro con Jesús.

Jesús, un maestro que rompe moldes.

(Mr 2:16) «Y los escribas y los fariseos, viéndole comer con los publicanos y con los pecadores, …”

Estos personajes, escribas y fariseos, ya nos fueron presentados. Los primeros eran estudiosos de la ley de Moisés y de las tradiciones religiosas, y los segundos eran celosos practicantes de la ley de Moisés pero según las tradiciones. No se trata de un “trabalenguas”, sino que históricamente los fariseos como grupo tienen su origen en los escribas.

“…viéndole comer…” ¿Y cómo vieron estas personas a Jesús comer con publicanos y pecadores? No estaban invitados, y de estarlo, jamás hubieran ido.

La respuesta es sencilla, este tipo de comidas tenían un carácter semipúblico, no eran a puerta cerrada. No podías participar, pero si acercarte para conocer a la persona que se estaba honrando con la comida. También, dependiendo de las características de la casa, la celebración se hacía es un espacio que estuviese abierto al exterior.

Así que no es de extrañar que la noticia llegara a oídos de los escribas y fariseos, y estos se acercaran para comprobarlo. A continuación, Marcos nos cuenta como no desaprovechan la oportunidad para atacar, pero de forma maliciosa a Jesús. 

La acusación de escribas y fariseos.

(Mr 2:16) “…dijeron a los discípulos: ¿Qué es esto, que él come y bebe con los publicanos y pecadores?»

Posiblemente esto sucede al final de la comida, cuando salen de la casa. Como no se atreven directamente con Jesús, se dirigen a la parte más frágil, a los discípulos, tratando de sembrar dudas sobre su maestro.

Como forma de “honrar la santidad de Dios” y cumplir con todos los preceptos religiosos, los escribas y los fariseos habían optado por separarse físicamente de todo aquel que no cumplía con las ley de Dios y sobre todo, con las formas religiosas que habían establecido. Y por supuesto, ningún rabí o maestro que se preciara, podía permitirse la compañía de gente así. “¡Comer juntos!” esa era, sin duda, una forma de compañerismo intolerable. 

Estas palabras implicaban la acusación de que Jesús era un mal maestro y por tanto indigno de que lo siguieran. Lo mejor era abandonarlo, “pasar de él”.

El Señor oye estos comentarios malintencionados y enseguida acude al rescate de los discípulos. La respuesta de Jesús aunque breve, es densa. 

Corazones enfermos.

(Mr 2:17) “Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”

Para que la misma no nos resulte confusa, por ejemplo ¿Está diciendo que escribas y fariseos no necesitan el Evangelio? debemos darnos cuenta que Jesús al responder usa sus mismos razonamientos y las palabras.

Los sanos no tienen necesidad de médico.

Ellos se consideraban “los sanos”, es decir, “los que son fuertes”, rectos, pues cumplían con la religión. Aquella gente, “los pecadores” eran los “débiles”, los enfermos, que estaban bajo maldición (Jn 7:49). De ahí la respuesta:  “Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos.”

En buena lógica, ¿Dónde debía estar Jesús? lo propio es con los enfermos, impartiendo salud. Lo inapropiado, lo injusto sería lo contrario. Un médico no debe rehuir de sus pacientes. 

No he venido a llamar a justos.

Ellos además se consideraban “los justos”, los buenos ante Dios, porque cumplían con las reglas. Aquella gente eran “los pecadores”, los malos, porque despreciaban la ley de Dios y las normas de la religión. Por eso Jesús les dice: “No he venido a llamar a justos, sino a pecadores.”

Lo debido, como buen maestro, es que enseñe justicia y rectitud a quienes carecen de ella. Que guíe a los descarriados al arrepentimiento.

En definitiva, nuestro Señor no estaba confraternizando con el pecado ni ofendiendo la santidad de Dios, al contrario, Jesús valoró aquella invitación como una oportunidad para honrar a Dios actuando como el Médico divino con aquellos que le necesitaban y querían oírle.

Corazones ciegos por la religión.

Pero las palabras de Jesús no son solo una respuesta a la insinuación de escribas y fariseos, sino también una invitación a que reflexionasen sobre su verdadera condición.

Al juzgar de esta manera al Señor, habían puesto en evidencia lo lejos que estaban de conocer realmente el corazón del Dios a quien decían agradar y lo que este esperaba de ellos (Os 6:6; Miq 6:8; Is 58:6):

Al contrario que un buen médico, ellos dejarían morir al enfermo sin hacer nada a su favor (Ez 34:16).

Por otro lado, esa falta de compasión evidenciaba su falta de justicia delante de Dios. ¿Cómo podían ser rectos/ justos ante Dios aquellos que no tenían misericordia para con los pecadores y hablaban mal del Médico Divino?

La única razón para considerarse “aprobados por Dios” era que habían usurpado la silla del juez (Lc 16:15). La religiosidad externa, sin una transformación y sin vivencia real del corazón, tiene esto, que ciega el entendimiento y nos hace soberbios. 

Jesús, el Médico Divino.

Tres pequeñas notas para terminar con esta porción:

1. Este comparación que Jesús hace de su persona con un médico debemos entenderla como algo más que un ejemplo oportuno. Tengamos en cuenta que se trata de un “médico del alma”, alguien que viene a traer sanidad a Israel. 

Nuestro Señor está tomando para sí uno de los nombres de Dios, Jehová Rapha traducido “Dios mi sanador” (Ex 15:26; Sal 41:3; Sal 147:3). De nuevo, está señalando su origen divino.

2. La enseñanza de la Biblia es que todos los hombres están enfermos a causa del pecado, y no solo los judíos (Ro 3:23). Jesús es la provisión de Dios, el Médico Divino, para todos los hombres sin excepción: (Ro 5:6-8). 

(Ro 5: 6) “Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos.”

3. Ahora, las últimas palabras de Jesús: “he venido a llamar … a pecadores” (Mr 2:17). 

Nuestro Señor no vino a este mundo para congraciar con aquellos que se creen autosuficientes, que viven satisfechos de sí mismos, sino para llamar a aquellos que reconocen su condición y necesidad. 

Este verbo, llamar, se traduce también como “invitar”, recordemos el contexto de banquete donde se pronuncian estas palabras. ¿Qué concluimos? 

Nadie que reconozca su condición está excluido de su llamado. Es para todos los pecadores. 

Si invita, es porque su parte, la provisión está hecha. No queda nada por hacer. Solo resta que el pecador acepte la invitación y tome de la provisión abundante de la Gracia de Dios por medio de Jesús.

 

Natanael Leon