Jesús llama a cuatro pescadores.
(Mr 1:16-20)
El gran ministerio en Galilea (Mr 1:14 -9:50).
Junto con el Apóstol Pablo, sin duda las dos personas más importantes en la historia de la Iglesia, por su aporte en la extensión y consolidación del Evangelio, son Pedro y Juan… Pero ¿Cómo se convirtieron en instrumentos en las manos del Señor?
Jesús llama a sus discípulos ( Mr 1:16-20).
Introducción.
Junto con el Apóstol Pablo, las dos personas más importantes en la historia de la Iglesia, por su aporte en la extensión y consolidación del Evangelio, son Pedro y Juan.
En el caso de Pedro, ahí le tenemos, desde los comienzos de la Iglesia tomando la iniciativa, predicando, siendo encarcelado, en peligro de muerte y viajando para consolidar la fe de los nuevos creyentes. Además están sus dos cartas, escritas para alentar y sostener a los cristianos en medio de una oposición creciente, apelando a Jesús como ejemplo. Por otro lado, ¿Quién no ha leído y ha quedado cautivado con los escritos de Juan? La ternura con que nos abre el corazón de Dios y de Su Hijo, nuestro Señor, el desafío a vivir y compartir ese amor.
Pero ¿Cómo se convirtieron en instrumentos en las manos del Señor? ¿Cómo empezó todo? De esto se ocupa Marcos ahora. Estos versos tratan del llamado a cuatro pescadores, entre ellos Pedro y Juan, para que le siguiesen de manera permanente.
Desde el principio de su ministerio, nuestro Señor tuvo la intención de rodearse de personas sencillas pero temerosas de Dios, a las cuales preparar para que en su ausencia continuasen la predicación del Evangelio. Todo un ejemplo de parte de nuestro Señor. Nadie es eterno, ni aún aquellos que han destacado por su fidelidad en la Obra del Señor. De ahí la necesidad de preparar hombres y mujeres, cada uno conforme a su llamado, para que sean un relevo eficaz en la Obra de Dios. De ahí la necesidad de que los creyentes en general se sientan responsables de formarse bíblicamente y vivir con integridad y entrega.
(2 Tim 2:2) “Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros.”
Andando junto al mar de Galilea.
(Mr 1:16) “Y andando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores”.
El relato comienza con nuestro Señor paseando junto al mar de Galilea. También “mar de Tiberiades” o “lago de Genesaret”. Este mar es una extensión de agua dulce situada al norte de Israel y a unos 110 metros bajo el nivel del mar. Tiene unos 166 km2, y se alimenta principalmente de las aguas del río Jordán. Era el gran motor económico de la región.
No sabemos exactamente en qué momento del día sucede esta escena, una posibilidad es la mañana temprano. El caso es que el Señor ve a dos hombres pescando en una barca cerca de la orilla, eran Simón que es Pedro y su hermano Andrés, y después de acercarse les hace un llamado singular:
(Mr 1:17) “Y les dijo Jesús: Venid en pos de mí, y haré que seáis pescadores de hombres.”
Los tiempos de Dios
Cometeríamos un error si concluyéramos que este fue el primer encuentro de Jesús con Simón, Andrés, Jacobo y Juan.
Recordemos que Marcos, igual que Mateo y Lucas, comienzan el ministerio de Jesús en el momento que termina el de Juan el Bautista. Pero desde el bautismo y la tentación del Señor hasta aquí ha transcurrido casi un año.
Como explica el evangelio de Juan, cuando acaba la tentación de Jesús este regresa al lugar donde está el Bautista con sus discípulos. Al verle llegar, Juan hace una tremenda declaración sobre su persona, “He aquí el cordero de Dios” (Jn 1:36), que precipita una cadena de acontecimientos:
1. Un encuentro personal con Jesús: Dos de sus discípulos, Andrés y Juan, oyen las palabras y enseguida dejan al Bautista para seguir a Jesús. Pero estos a su vez dicen a otros que por fin han encontrado al Mesías, y ya no será solo Andrés y Juan, sino también Pedro, y Felipe, y Natanael, y suponemos que también Jacobo, los que tuvieron un encuentro personal con Jesús. Le reconocieron como el Enviado de Dios y se identificaron con Él (Jn 1:35-44).
2. Discípulos de Jesús: Fue en ese momento, y no con posterioridad, que comenzaron a seguirle como discípulos, compaginando sus obligaciones familiares y las largas jornadas de trabajo con la compañía de Jesús. Incluso le acompañan en diferentes viajes (Jn 2:1-2) (Jn 2:12) (Jn 2:13-17) (Jn 3:22) (Jn 4:3-4, 7-8). Debió ser un tiempo agotador, pero no hay queja. El esfuerzo y sacrificio merecía la pena.
De la misma manera, será bueno ordenar nuestras vidas para pasar más tiempo con el Señor, aprendiendo y sirviéndole. No dejemos que el trabajo, los estudios, la familia u otras cosas, se conviertan en tropiezo o excusa para alejarnos de Él.
3. El llamado a seguirle permanentemente: Y así, entre horas de trabajo en el mar y sirviendo al Señor, llegamos al momento que narra Marcos. Esta entrega tiene recompensa y el Señor les hace esta invitación a seguirle pero de una manera diferente, es decir dejando las redes atrás y dedicándole todo su tiempo.
4. Apartados para ser Apóstoles: Pero esto no es todo, un poco más adelante el Señor les apartará de entre sus discípulos para formar un grupo especial de doce personas que serán Apóstoles o Enviados del Señor (Mr. 3:13-14). Los cimientos sobre los cuales Dios va a fundar la Iglesia.
Este breve recorrido por la experiencia de estos pescadores nos lleva a meditar en el modo en que Dios hace Su Obra, en lo que podríamos llamar “los tiempos de Dios”. De ahí el subtítulo de esta parte del estudio.
– En cómo Dios va trabajando paso a paso en las personas, primero para llevarlas al conocimiento del Señor Jesús, a tener un encuentro personal con Aquel que solo puede salvarnos, y luego moldearlas y capacitarlas para usarla conforme a Su Voluntad.
– La otra cara de la moneda estaría en saber reconocer y respetar estos tiempos, tanto para no forzarlos como para no dejarlos pasar. Tengamos presente que Dios siempre quiere un paso más en nuestra vida de entrega a Su Persona.
El llamado del Señor.
Ahora, prestemos atención al llamado que Jesús les hizo, primero a Pedro y Andrés, y luego a Juan y Jacobo. ¿En qué consistió esta invitación a seguirle “a tiempo completo”, como compañeros íntimos? En este sentido hay exégesis o estudios realmente hermosos, así que no pretendemos ser innovadores:
1. Lo primero que llama la atención es la iniciativa. (Mr. 1: 17) “Y les dijo Jesús:…”
Al contrario de la costumbre de la época, donde el discípulo tomaba la iniciativa para buscar al rabí, maestro, que más le interesaba, aquí la iniciativa siempre pertenece a Dios. Primero en la salvación pero también en el servicio. A nosotros corresponde oír y responder (Fil 2:13). Dice Marcos: “Después subió al monte, y llamó a sí a los que él quiso; y vinieron a él.”(Mr 3:13).
Esto es importante porque hay muchas personas en la Obra del Señor que no han respondido a un verdadero llamado. A veces han sido las circunstancias, se han sentido obligadas o visto en la necesidad, y otras por algún interés personal. Ven el servicio cristiano o la Obra del Señor como una forma de ganarse la vida, incluso de buscar prestigio y dinero. Esto trae descrédito para la Obra y muchas tristezas.
2. Lo segundo, que se trata de una invitación a seguirle a Él: “Venid en pos de mí”.
Como explican diferentes expositores bíblicos, atendiendo al original del texto literalmente esta frase significa “poner los pies sobre mis huellas”, “seguir mis pisadas”.
Jesús no los está llamando, y esto también podemos aplicarlo a nosotros, a considerar una doctrina, tampoco a unirse a un ministerio o misión, a profesar fidelidad a una determinada iglesia o grupo de personas. Se trata de adherirse a Él, adquirir un compromiso de vida con Su Persona.
3. Lo tercero, el propósito de este llamado : “y haré que seáis pescadores de hombres”.
Haré que seáis. ¡Que frase tan pequeña pero significativa!
– Cometeríamos un error si menospreciamos los estudios y la necesidad de crecer en el conocimiento de su Palabra para servir al Señor. Pero también nos equivocaríamos si pensamos que eso es lo que nos va a convertir en lo que el Señor quiere que seamos. El punto central o punto de partida está en permanecer a su lado, en la comunión e imitación de su persona. En última instancia esto nos transformará para ser lo que Él desea. Todo lo demás son medios útiles que Dios puede usar.
– Y otra cuestión importante que nos recuerdan estas palabras, “Haré que seáis”, es que, a diferencia de lo que ocurría en las escuelas rabínicas del tiempo de Jesús, donde el discípulo terminaba sus estudios y se independizaba de su maestro, aquí el seguidor de Jesús nunca termina de ser formado. Todos los creyentes, sin excepción estamos en continua formación. Como alguien señalaba: “No hay discípulos acabados”.
Pescadores de hombres. Evidentemente es un lenguaje figurado, fruto de las circunstancias. Que importante es adaptar nuestra predicación a las personas que nos oyen.
El Señor quería prepararlos para una tarea mucho más grande que la que hasta ahora estaban haciendo, iban a ganar almas para el reino de Dios. Llevar almas a la Eternidad. ¿Puede haber ocupación más noble? (Pr 11:30) (1ª Co 1:21) (Ro 10:14). Pero también, como alguien observaba, no se trata solo de “ganarlas”, también de formarlas, e incluso acompañarlas en el Señor durante toda la vida (Mt 28:19-20).
La respuesta de los pescadores.
¿Y cual fue la respuesta de Simón y Andrés? ¿Dirán que no? Dios no fuerza voluntades, en todo caso las vence con su amor. De hecho el joven rico rechazó esta invitación (Mr 10:21-22). Hay otra opción ¿Se excusarían hasta un mejor momento? Esto es lo que pidió otro que también fue llamado por el Señor (Lc 9:59). La respuesta está en el verso siguiente:
(Mr 1:18) “Y dejando luego sus redes, le siguieron.”
Inmediatamente dejaron todo lo que tenían entre manos y fueron tras Él. No se resistieron a la autoridad de Jesús.
¿Cuáles son las redes en nuestra vida que impiden responder al Señor? No hablamos necesariamente de pecados o de algún tipo de rebeldía, pueden ser cosas legitimas, o sencillamente temores que no hemos puesto en sus manos.
Pero aquí no termina el relato. El Señor, seguido de cerca por Andrés y Pedro, avanza un poco por la orilla y llega hasta otro grupo de pecadores. Esta vez está buscando a Jacobo y Juan, los hijos de Zebedeo.
(Mr 1:19) “Pasando de allí un poco más adelante, vio a Jacobo hijo de Zebedeo, y a Juan su hermano, también ellos en la barca, que remendaban las redes.”
El hecho de que estuviesen arreglando las redes parece indicar que la pesca nocturna, que implicaba varias barcas, había terminado, y mientras Pedro y Andrés prolongaban la jornada pescando de manera individual, ellos estaban reparando las redes para la próxima jornada. Por eso decimos que posiblemente la escena ocurre en la mañana temprano, y el Señor todavía está solo, no está rodeado de gente.
El verso siguiente dice “Y luego los llamó”, y aunque ni Mateo ni Marcos cuentan qué les dijo, entendemos que usó las mismas palabras que con Simón y Andrés. Pero ¿Cuál fue la respuesta en este caso?
(Mr 1:20) “Y luego los llamó; y dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, le siguieron.”
“Le siguieron”, la misma respuesta inmediata que Pedro y Andrés. Sin duda alguna la persona de Jesús tenía para ellos la fuerza de un imán que no podían resistir. Pero en este caso, Marcos añade un detalle significativo: “dejando a su padre Zebedeo… le siguieron”. Esto no significa que lo abandonaran a su suerte, o que dejaron “tiradas” a sus familias. Eso va contra el mandato divino de honrar a nuestros padres. Lo que indica es que todas estas cosas, que hasta ahora habían sido muy importantes, pasaron definitivamente a un segundo plano, de tal forma que no eran un freno en el llamado de seguir de una manera más íntima al Señor (Mt 10:37).
(Mt. 19:27) “Entonces respondiendo Pedro, le dijo: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido;…”
Las personas que Dios usa.
Permitan continuar con una pregunta. Según nuestra forma de pensar ¿Cómo deben ser las personas que Dios usa?
Quizás haya un deseo sincero por el Señor, pero nos miramos a la sombra de los otros y pensamos, “yo no valgo, no tengo erudición, no tengo palabras, me falta carisma, soy un don nadie”. En este caso será bueno prestar atención a esta frase: (Mr 1:16) “echaban la red en el mar; porque eran pescadores”.
El Señor podía haber ido a las escuelas rabínicas de Jerusalén y escoger a los alumnos más brillantes a fin de formarlos. Pero no fue así. En este caso fue hasta la orilla del mar y llamó pescadores a seguirle, hombres considerados rudos, formados en la rutina del trabajo. Lo que llamaríamos “gente común y corriente”. Sin embargo, había algo que los diferenciaba del resto y los hacía especiales: Conocían a Jesús, amaban al Señor.
Como alguien escribía, “podemos decir que nadie confió tanto en personas tan normales y corrientes como Jesús.” (1 Co 1:26-29).
(1 Co 1:26-27) “Pues mirad, hermanos, vuestra vocación, que no sois muchos sabios según la carne, ni muchos poderosos, ni muchos nobles; sino que lo necio del mundo escogió Dios, para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte;”
Evidentemente, esto no significa que Dios santifique nuestro mal carácter, o que bendiga la ignorancia. Todos somos piedras en bruto cuyas aristas hay que pulir para que ser lo que Él quiere. De hecho, los Apóstoles, junto con otros discípulos, pasaron tres años aprendiendo directamente del Señor. Dos apuntes antes de concluir esta exposición:
– Dios valora el trabajo y el buen hacer en el mismo. Se equivocan quienes queriendo servir al Señor menosprecian lo que llamamos trabajo secular.
Jesús no fue a buscar personas enclaustradas, separadas del mundo; sino a hombres inmersos en las responsabilidades de la vida cotidiana. Dios nunca llama a personas ociosas. Esto lo vemos con frecuencia en la Escritura: Amós (Am 7:14-15), Moisés (Ex 3:1-2), Gedeón (Jue 6:11-12), Eliseo (1 R 19:19-20) y el propio Jesús.
(Amós 7:14-15) “Entonces respondió Amós, y dijo a Amasías: No soy profeta, ni soy hijo de profeta, sino que soy boyero y recojo higos silvestres, y Jehová me tomó de detrás del ganado, y me dijo: Ve y profetiza a mi pueblo Israel.»
– El Señor todavía sigue llamando a “gente normal y corriente” como nosotros. Algunas veces el llamamiento requerirá dejar nuestro trabajo para servir al Señor Jesús todo el tiempo. Pero para la mayoría, Él nos llama para encontrarlo en medio de nuestro trabajo, y seguirlo allí.