Si Jesús es Dios ¿Cómo pudo ser tentado? ¿Existió la posibilidad de que pecara? ¿La tentación fue un hecho real o una dramatización?
Las líneas que nos ocupan no son un estudio del texto sobre la tentación de Jesús. De lo que trata es de dar respuesta a varias preguntas que están detrás de esta escena y cuyas respuestas no siempre son fáciles para nuestra mente finita. Son cuestiones importantes que no podemos eludir, porque en algunos casos han derivado en graves desviaciones respecto a la persona de Cristo. Los temas que trataremos son los siguientes:
– Si Dios no puede ser tentando, y si Jesús es Dios ¿Cómo pudo ser tentando?
– No hay duda que Jesús fue sin pecado, pero durante la tentación ¿Existió la posibilidad de que pecara?
– Si concluimos que no podía pecar, entonces ¿Fueron reales las tentaciones? ¿Cómo puede compadecerse de nosotros?
La tentación, una hecho real.
La tentación de Jesús fue un acontecimiento real, un hecho que ocurrió en el tiempo y en el espacio.
1º. La tentación no es un mito.
Es decir, un relato imaginario creado en torno a la persona de Jesús para enseñarnos algo o para engrandecer su persona.
Aceptar esto o una enseñanza similar, aunque la disfracemos de vocabulario teológico, significa que esta porción es una invención humana. Y si esta es invención eso implica que cualquier otro relato también puede serlo. Estaríamos perdidos en cuanto al valor de la Escritura, siempre pendientes de lo que decidiera alguna menta “iluminada”.
2º. Tampoco fue un sueño o una visión de Jesús.
No un sueño o visión cualquiera, dicen los defensores de esta postura, sino una experiencia muy intensa y real para él. Pero esto tampoco está de acuerdo ni con la narración ni con la forma que tiene la Biblia de tratar esos casos. Es decir, cuando se trata de un sueño o de una visión la Escritura lo anuncia, no lo disfraza haciéndolo pasar por una experiencia real. Además si esto fue un sueño o una visión entonces la victoria de Jesús también fue imaginaria. Ni su impecabilidad ni su aptitud para ser nuestro representante quedaron demostradas. ¿Cómo podría compadecerse de nosotros en nuestras luchas?
3º. Una parábola de Jesús.
¿Y si no fue un mito, una leyenda, un sueño o una visión sino una de sus parábolas donde él es el protagonista? ¿Una creación suya para ilustrarnos algo de valor espiritual? En este caso hay que señalar que no cumpliría con el principal de los requisitos de una parábola, ser una escena de la vida cotidiana, imaginaria pero verosímil, con la que pueden identificarse los oyentes.
Como alguien señalaba, todas estas interpretaciones (un mito, leyenda, sueño, visión, parábola) generalmente son intentos de “humanizar el relato”, de desprenderlo de todo lo sobrenatural para hacerlo más cercano y creíble a una mente más racional como la nuestra. Pero lo que se consigue es lo contrario. Se vierte desconfianza sobre el texto bíblico en general, se desvirtúa la persona misma de Jesús y la Obra de la Salvación.
Si Jesús es Dios, ¿Cómo pudo ser tentado?
De las tres cuestiones planteadas al comienzo, quizás esta sea la “más fácil” de responder. Nuestro Señor es una persona divina, es decir Él es Dios. Pero posee dos naturalezas. Además de la naturaleza divina que le es propia, cuando el Verbo se encarnó adquirió también una naturaleza humana pero sin pecado (Jn 1:14) (Jn 14:30).
(Jn 1:14) «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.»
(Jn 14:30) «No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.»
Es en esta condición, como hombre verdadero y no como Dios, que Jesús pudo ser tentado por Satanás. En teología, esta referencia a la existencia de dos naturalezas en la única persona de Jesús se conoce como “unión hipostática”. Para describir la relación entre estas naturalezas, la divina y la humana, se usan los siguientes términos: “no mezcladas, incambiables, indivisibles, inseparables”.
La pecabilidad de Jesús.
Si Jesús pudo ser tentado, ¿significa esto que pudo pecar? La doctrina que enseña que Jesús pudo pecar pero que no lo hizo se conoce como la “pecabilidad de Cristo”. La contraria, la que defiende que en realidad nunca pudo pecar, se conoce como la “impecabilidad de Cristo”.
Aunque hay algunos maestros bíblicos que militan en el campo conservador que han defendido la “pecabilidad de Cristo”, entiendo que la enseñanza más acorde con la revelación bíblica, y esto lo veremos a continuación, es la “impecabilidad de Cristo”, que nuestro Señor no podía pecar.
El profesor José U. Hutter lo explica de la siguiente manera:
“Los defensores de la pecabilidad de Cristo relacionan esta posibilidad solamente con su naturaleza humana. Pero, aunque es cierto que Cristo tenía dos naturalezas, aún así era una sola persona que no podía separarse de su divinidad. A dondequiera que él fuera, su naturaleza divina siempre tambien estaba. Si hubiese sido posible separar sus dos naturalezas (y no es posible, véase por ejemplo las decisiones del concilio de Calcedonia) entonces podríamos decir que su naturaleza humana habría podido pecar. Pero puesto que no es posible separar su naturaleza divina de su naturaleza humana y puesto que su naturaleza divina no puede pecar, la persona de Cristo no podía haber pecado.” (“Dios verdadero y hombre verdadero” Pág. 71. Editorial Mundo bíblico).
Consideremos el siguiente verso en relación con este tema: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.» (He 13:8)
Este es uno de esos versos clásicos donde se enseña la divinidad de nuestro Señor, pues dice que es inmutable. Es decir, no puede cambiar en su carácter y atributos. Y ese es uno de los atributos de Dios.
– Si nuestro Señor, durante su ministerio en la tierra hubiese podido pecar, mutar o cambiar en su santidad, eso significaría que no era verdaderamente inmutable.
– Podemos plantearlo de otra manera, si Cristo pudiese haber pecado durante su ministerio en la tierra, puesto que es inmutable, eso significaría que también podría hacerlo ahora. No tendríamos garantía de que no pecará en el futuro.
Otro detalle importante a tener en cuenta es que en este momento crucial, Jesús estaba bajo el control del Espíritu Santo (Lc 4:1), del cual fue lleno en el momento de su bautismo y del que permaneció lleno durante todo su ministerio terrenal.
Pero esta respuesta, la impecabilidad de Jesús, nos plantea casi inmediatamente otra pregunta:
Las tentaciones, una experiencia verdadera.
Si Jesús no podía pecar ¿Cómo pudieron ser reales las tentaciones para Él? ¿Fue un drama? ¿Cómo es que puede compadecerse de nosotros? La respuesta no es fácil, y también excede los límites de nuestra comprensión.
Que Jesús, como persona divina que era, no pudiese pecar no significa ni que los ataques del maligno no fueran reales, ni que nuestro Señor no sintiera toda la presión y angustia que estos pueden producir.
En una conocida tienda de muebles y artículos para el hogar, para demostrar la resistencia de un sillón que tiene un diseño ergonómico y poco habitual, lo colocan en una urna de cristal donde constantemente es sometido a una intensa presión tanto en el asiento como en el respaldar. Y a pesar de las miles de veces de probarlo constantemente ¡No se rompe! ¿Se puede decir que porque no se rompe la presión que soporta no es real? ¿Qué el sillón “no sabe” lo que es soportar continuamente personas de 120 kilos?
Tengamos presente que esta lucha con Satanás sucede en la esfera de Su humanidad. En este sentido Él era un hombre como nosotros, sujeto a las mismas limitaciones, sentimientos y emociones (cansancio, sueño, hambre, sed, amaba, se indignaba, reía, lloraba, se gozaba, mostraba preocupación etc.) pero sin pecado.
Hay dos escenas que personalmente me ayudan a entender lo real de esta experiencia en la vida de nuestro Señor, aún cuando no podía pecar.
1ª En la primera de las tres tentaciones, Satanás intentó que nuestro Señor utilizara su poder para otra cosa diferente a lo que el Padre le había enviado. Es decir, no para glorificar al Padre cumpliendo su misión sino para satisfacer una necesidad:
(Mt 4:3) “Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.”
¿Por qué imaginó Satanás que esta sugerencia podría tener éxito? ¿Por qué pensó que tendría alguna oportunidad? La respuesta la encontramos en el verso anterior:
(Mt 4:2) “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.”
¡Tuvo hambre! Pero no el hambre que produce haberse saltado una comida durante el día o porque nos hemos retrasado en la hora. ¡Llevaba cuarenta días en ayunas! Lo de “me muero de hambre”, una frase tan recurrente entre nosotros, en el caso de nuestro Señor era lo más cercano a la realidad.
Sin duda la incitación a poner primero su interés al del Padre fue real, y la presión interior que soportó nuestro Señor, que debía casi desfallecer de hambre, también fue muy real e intensa.
2ª. La otra escena la tenemos en la tercera tentación:
(Mt 4:8-9) “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.”
¿Por qué hizo Satanás que un ofrecimiento tan indecente? ¿Con qué posibilidad estaba jugando? Quizás Lucas 22 y la tremenda escena que se describe nos ayuden a entenderlo. Allí Señor se angustió en extremo al anticipar su propia muerte y lo que significaba física y espiritualmente.
(Lc 22:42) “…y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”
(Lc 22:44) “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”
Satanás contaba como una carta a su favor el tremendo sufrimiento interno, inimaginable para nosotros, que la obediencia supondría para Jesús, y le ofreció un camino fácil que evitara la lucha, la agonía y dolor.
Se compadece de nosotros.
A pesar de su divinidad y por tanto de su impecabilidad, las tentaciones si fueron una experiencia real e intensa. Nuestro Señor conoció en verdad las diferentes luchas, presiones y angustias que nosotros experimentamos en las distintas áreas de nuestra vida. Salió victorioso y es nuestro socorro en nuestras debilidades:
(Heb 4:15) “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”