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El Sermón Profético de Jesús.
La Segunda Venida con Gran Poder y Gloria.
Marcos 13: 24-27.
Para empezar, recordar que el origen del sermón profético está en la declaración que Jesús hizo sobre el templo de Jerusalén: “¿Veis estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.” (Mr 13:2).
Los discípulos, en este caso Pedro, Jacobo, Andrés y Juan, quieren saber cuándo sucederá esa destrucción, momento que ellos asocian con la manifestación pública del Mesías y la inauguración de Su Reino. Quieren estar preparados.
La respuesta de Jesús (Mr 13:1-37) tiene cuatro partes:
– Primero les habla de los sucesos que van a marcar el tiempo de Su ausencia hasta Su Regreso (Mr 13:5-13). ¿Qué es lo que hemos de esperar? Rumores de guerras, terremotos, epidemias, conflictos, falsos cristos,… “Pero aún no es el fin”, dijo Jesús (13:7). ¿Y entonces? ¿Cuál será la señal que anuncia ese final y su regreso para establecer Su reino?
– Si bien es cierto que el aumento extraordinario de estos sucesos anuncian la cercanía del tiempo, la señal inequívoca de Su Regreso, será “la manifestación de la abominación desoladora” de la que habló el profeta Daniel. Consecuencia inmediata, una gran tribulación (persecución, destrucción, guerra) sobre Israel y Jerusalén. De ahí que Jesús exhorta a los suyos a salir de Judea y de Jerusalén cuando vean acercarse este momento (Mr 13:14-23).
– Y finalmente, concluye Jesús, será en este contexto de conflicto en torno a Jerusalén que la promesa de la aparición del Mesías para juzgar y reinar se hará realidad. Jesús mismo descenderá del cielo, en las nubes, con gran poder y gloria (Mr 13:24-27).
– A continuación vienen varias parábolas relacionadas con el fin. La primera insiste en la certeza del cumplimiento de esta profecía, la segunda en la necesidad de velar y orar.
Por otro lado, un detalle importante es recordar que la respuesta de Jesús tendrá dos niveles: uno inmediato y otro escatológico (para el fin de este tiempo). Es una profecía de doble cumplimiento.
– Por un lado una referencia a la destrucción de Jerusalén y el templo por los romanos en el año 70. Pero esta destrucción y todo el sufrimiento que trajo, no acabó en la manifestación gloriosa del Mesías, los juicios de las naciones, ni la instauración del Reino. Al contrario, trajo dispersión.
– Por otro lado, y este es el nivel que prevalece, la respuesta de Jesús habla de un evento futuro, escatológico, un conflicto final en torno a Jerusalén, que sí traerá la manifestación gloriosa del Mesías, los juicios sobre las naciones y la instauración del Reino.
Y la pregunta que nos surge es: ¿Y la iglesia? ¿Dónde está aquí la iglesia? Entonces tenemos que volver a repetir: La iglesia NO ESTÁ PRESENTE en el Sermón Profético de Jesús. Todavía era una realidad futura.
Ahora bien, superponiendo el Sermón Profético y las enseñanzas de Pablo sobre la Esperanza de la Iglesia en relación con el regreso de Jesús tenemos:
– Que la iglesia no debe dejarse turbar ni engañar por los sucesos que caracterizan este tiempo de ausencia del Señor.
– Que antes del periodo de tribulación final y que los juicios que la acompañan comiencen, Jesús mismo llevará a Su Iglesia (1ª Tes. 1:9,10; 4:16,17).
– Será entonces cuando los eventos que conducen a la abominación desoladora y la gran tribulación se precipitarán en este mundo (2ª Tes. 2:1-12).
– Que aunque la Iglesia no esté presente, habrá multitud de nuevos creyentes y muchos judíos que creerán en el Señor. Muchos darán su vida por Jesús.
– Que la Iglesia regresará con Cristo cuando este aparezca con gran poder y gloria, rodeado de sus santos ángeles (Ap. 19: 7,8, 11-14).
Una vez concluido el resumen, corresponde entrar en la parte tercera del discurso profético de Jesús, en el momento culminante del mismo: El regreso de Jesús con gran poder y gloria. Un regreso que trae liberación, juicio sobre los enemigos y el Reino tan anunciado desde la antigüedad.
Para su estudio, vamos a hacer una división en tres partes: La ocasión, las señales, y el Regreso de Jesús.
La ocasión o momento del Regreso.
(Mr 13:24) “Pero en aquellos días, después de aquella tribulación, …”
Y Mateo dice: “E inmediatamente después de la tribulación de aquellos días,…” (Mt 24:29) El texto no permite otra interpretación. El Regreso de Jesús ocurrirá durante el conflicto final en torno a Jerusalén y más concretamente al final de la tribulación de aquellos días.
“Cuando la tribulación haya alcanzado el más alto nivel y esté apunto de concluir, llegando al tiempo final de la última semana de las anunciadas por Daniel”1. entonces nuestro Señor regresará a este mundo.
Recordamos, serán tiempos de tribulación a causa de los juicios de Dios sobre la tierra, serán tiempos de tribulación a causa de la persecución que sufrirán los creyentes, y será tiempo de gran tribulación para Jacob a causa de la persecución por parte del anticristo. Ver (Jer 30:7) (Dn 12:1) (Zac 12:9,10; 14:1-4).
Los que enseñan que este sermón de Jesús aborda solo dos temas, la destrucción de Jerusalén en el año 70 y después Su Retorno con Gran Poder y Gloria, se encuentran aquí con una gran dificultad, y tienen que hacer malabarismos con las palabras para salvar los casi 2.000 que han transcurrido desde el primer evento, y el Señor no ha regresado.
Las señales que lo acompañan: El gran apagón.
(Mr 13:24,25) “… el sol se oscurecerá, y la luna no dará su resplandor, y las estrellas caerán del cielo, y las potencias que están en los cielos serán conmovidas.”
Y entonces, de repente, y sin que el mundo lo espere, todo lo que sucede en la tierra se interrumpe de forma súbita. Como escribe Hendriksen
“… repentinamente el sol se oscurece. Naturalmente, la luna también deja de dar su resplandor. Las estrellas se desvían de sus órbitas y corren a su destrucción; caen del cielo. Las fuerzas de los cielos son sacudidas. Se oyen terribles sonidos. El rugido del mar y sus ondas causan perplejidad entre los hombres. La gente desmaya de temor y con los presentimientos de lo que está comenzando a pasar al mundo (Lc. 21:25,26)”2.
E. L. Carballosa describe este momento como “el gran apagón que tendrá lugar en la tierra”.3.
Son las señales que anuncian que el Rey ya viene. Viene a juzgar y viene a reinar. Esta era, tal como la conocemos, toca a su fin.
Las referencias al sol, la luna y los trastornos en el cielo ya aparecen en diferentes lugares del A. T. para describir el momento en que Dios desciende en juicio bien contra una nación, o bien sobre el mundo (Ezequiel 32:2,7,8) (Joel 2:10,31,32) (Isaías 13:9-11; 34:2-4) (Hageo 2:6-9,21) (Amós 8:9). Es por esto que algunos lo llaman “lenguaje profético” y que no necesariamente es literal. “Un lenguaje típico que acompaña a las intervenciones de Dios en la historia de los hombres, que trata evidenciar la grandeza de Dios ante la creación, las naciones y los hombres, como estos palidecen con Su Presencia”.
Pero no parece este el caso. Aunque no podamos explicarlas al detalle, no cabe duda que aquí se trata de conmociones reales, señales que anuncian el regreso de Jesús como Rey sobre esta tierra. Estamos ante el final de esta era.
El regreso de Jesús (I).
Mr 13:26 “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.”
Y entonces de repente, cuando todos están temerosos con estos acontecimientos cósmicos, una luz brilla desde los cielos. Y aparece la señal del Hijo del Hombre en el cielo (Mt 24:30). Es Jesús mismo, el Mesías, que regresa rodeado de gran poder y gloria.
Cuántas veces no nos hemos quedado sin palabras al ver una exhibición de fuegos artificiales, sus luces, sus colores, las figuras, el reflejo a la orilla del mar. Cuántas veces nos hemos admirado al ver una exhibición con las luces de cientos de drones volando sobre el cielo oscuro.
Pero también hay eventos en la naturaleza que nos maravillan, que superan cualquier creación del hombre, e incluso nos inquietan al hacernos sentir nuestra pequeñez: las puestas de sol y las auroras boreales, las lluvias de estrellas, el mar, etc.
Pues nada de esto, por muy grandioso o sobrecogedor que nos parezca, es comparable con el inmenso espectáculo que significará la aparición de nuestro gran Dios y Salvador desde los cielos: “Sobre las nubes, con poder y gran gloria” (Mt 24:30), “Vendrá en las nubes con gran poder y gloria” (Mr 13:26), “En una nube, con gran poder y gloria.” (Lc 21:27). Se cumple así el anuncio de los ángeles a los discípulos con ocasión del ascenso de Jesús al cielo: Hch 1:9-11. Una descripción más detallada del poder y la gloria que le acompaña, está en Apocalipsis (Ap 19:11-16).
Son muchos los detalles que se pueden comentar aquí, cuestiones muy interesantes, pero nos detendremos solo en algunas. Por ejemplo:
Cómo vendrá el Señor:
Tres verdades que comparte la ortodoxia cristiana: Su regreso será personal, corporal y visible. Es decir, que será Él mismo y no alguien que le represente (un ángel, un espíritu o una influencia sobrenatural). Tampoco será algo simbólico, espiritual o nebuloso, sino que vendrá en su cuerpo de resurrección, un cuerpo que se puede tocar pero que la muerte no puede tocar, y finalmente no vendrá tapado por una nube, en secreto o de incógnito, será un acontecimiento que todos podrán ver. Apocalipsis dice: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá» (Ap 1:7). «Porque como el relámpago que sale del oriente y se muestra hasta el occidente, así será también la venida del Hijo del Hombre.» (Mt 24:27)
Diferencias entre la primera y la segunda venida de Jesús
Es clásica aquí, la alusión a un expositor y escritor del S. XIX llamado J. C. Ryle y que nos invita a reflexionar en las diferencias entre la primera y la segunda venida de Jesús:
“La Segunda Venida de Cristo será totalmente distinta de la Primera. La Primera vez vino en debilidad, como un tierno infante nacido de una mujer pobre en el pesebre de Belén, pasando desapercibido, sin honores y apenas reconocido. La segunda vez vendrá con dignidad real, rodeado por los ejércitos celestiales y para ser conocido, reconocido y temido por todas la tribus de la Tierra.
La primera vez vino a sufrir, a llevar nuestros pecados, a ser considerado maldito, despreciado, rechazado, condenado injustamente y ejecutado. La segunda vez vendrá a reinar, a poner a cada enemigo bajo sus pies, a tomar los reinos de este mundo como herencia, a gobernarlos con justicia, a juzgar a todos los hombres y a vivir para siempre… ¡Cuán solemnes los pensamientos que este asunto debería fomentar en nuestras mentes!”4.
La relación que hay entre, el Hijo de Hombre, viniendo en las nubes y la visión de Daniel 7:13,14.
El tema es hermoso. En contraste con las cuatro bestias que representan los poderes de este mundo, he aquí que “con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre” (con apariencia humana), y que recibe de Dios dominio (autoridad para gobernar), gloria (el honor que corresponde a la dignidad de su Persona) y reino (esto incluye pueblos, naciones y lenguas que le sirvan)5.. “Su dominio es dominio eterno que nunca pasará y su reino uno que no será destruido.” ¡Que contraste con los poderes y los políticos de este mundo! que aunque se creen invencibles y dominen con violencia, lo cierto es que no gobernarán siempre.
Ahora la pregunta es: ¿Quién es este uno que tiene apariencia como de hombre?
Si para los antiguos la respuesta era una incógnita, para nosotros este velo ha sido quitado. Como escribe John C. Lennox: “Vivimos en un tiempo privilegiado de la historia, en el sentido de que sabemos quién es el Hijo del Hombre. Mucho después de la época de Daniel, Él visitó la tierra y llevó a cabo el programa de Dios para la historia. Él, por supuesto, no es otro que el Señor Jesucristo. Usó el título de Hijo del Hombre como una descripción única de sí mismo… (Jn. 5:27) (Mt. 26:63,64).”6.
Las palabras de Jesús que estamos meditando, “Entonces verán al Hijo del Hombre, que vendrá en las nubes con gran poder y gloria.” son el cumplimiento de esta hermosa visión profética.
¿Por qué ha de volver el Señor? Razones para la Segunda Venida.
Vamos a mencionar al menos cuatro razones por las que el Señor Jesús tiene que regresar a este mundo de forma personal, corporal y visible:
1ª. Para efectuar la restauración todas las cosas (Hch. 3:20,21).
El Señor Jesucristo permanecerá en el cielo “hasta el tiempo de la restauración de todas las cosas” dijo Pedro. Un propósito, además, “anunciado por los profetas desde tiempos antiguos.” (Hch. 3:21).
El término apokatastais, literalmente significaría: “poner de nuevo en orden”7., también “volver a poner en el estado primitivo”.8. Entre los diferentes usos Vine señala “la restauración de fincas a su legítimo dueño”.
¿Sabes lo que es un inquiokupa? Es una palabra de nueva creación que se usa para referirse al inquilino que deja de pagar la vivienda pero la sigue habitando. Aquel que una vez que finaliza o se rescinde el contrato, se niega a abandonar la propiedad continúa en ella.
El hombre se ha convertido en un inquiokupa, y esto con todas las letras. Esta tierra y toda la creación pertenecen a Dios y a su Hijo (Gn. 1:1) (Col. 1:16), y Dios la puso en manos del hombre para que la administrara (Gn. 1:27,28). Pero el ser humano se ha revelado contra el creador, y ha hecho de este mundo su cortijo particular, haciendo y deshaciendo a su antojo. Y no solo el maltrato y la destrucción de la naturaleza, sino que ha extendido sobre él la maldad, la violencia, la injusticia, y la inmoralidad. Cuando el legítimo heredero vino a este mundo, hablamos de Jesús, los hombres no solo lo rechazaron, también le mataron: “No queremos que este reine sobre nosotros.” (Jn 1:10,11) (Lc 19:14).
Cuando el Señor Jesucristo regrese, el pondrá fin al presente sistema de cosas, juzgará a los hombres y finalmente restaurará todas las cosas a su legítimo dueño (Ro 8:19-22) (1ª Cor. 15:27,28).
2º. Reivindicar a su Hijo ante una humanidad que lo crucificó (Mt 24:30) (Ap 1:7).
Lo dijimos hace un momento. El heredero de todas las cosas vino a este mundo, y los seres humanos, no solo los judíos, le despreciaron, lo humillaron y finalmente lo crucificaron (Jn 1:10,11), (Hch 2:23). Y ya no es solamente el desprecio de antaño, sino la afrenta contante y desvergonzada que de Dios y de Su Hijo se hace en nuestro mundo. Pero Dios no va a permitir que las cosas queden así. Él va a reivindicar no solo la inocencia de su Hijo, sino exhibir Su Triunfo y Su Autoridad sobre todas las cosas (Hch 2:36) (Fl. 2:9-11).
3º. Para derrotar al Anticristo, y mostrar su victoria sobre Satanás. (2ª Ts 2:8) (Ap. 19:20,21-20:1,2; 20:10).
Nuestro Señor Jesucristo pondrá fin a esa triada de maldad que terminará por gobernar el mundo, y que forman el dragón (Satanás), la bestia (el Anticristo) y el falso profeta, en los últimos días. El Anticristo y el falso profeta son echados al lago de fuego. Satanás encarcelado y, después de mil años, finalmente arrogado también al lago de fuego.
4º. Dar lugar al cumplimiento de todas las profecías del Antiguo Testamento que tienen que ver con el establecimiento del reino davídico (Lc 1:31-33).
Esto será posible porque en la segunda venida de Cristo Israel se convertirá, será librado de la aflicción y restaurado a su relación con Dios: «Y luego todo Israel será salvo, como está escrito: Vendrá de Sión el Libertador, que apartará de Jacob la impiedad» (Ro 11:26); «Y derramaré sobre la casa de David, y sobre los moradores de Jerusalén, espíritu de gracia y de oración; y mirarán a mí, a quien traspasaron, y llorarán como se llora por hijo unigénito, afligiéndose por él como quien se aflige por el primogénito» (Zac. 12:10).
El regreso de Jesús (II).
Antes de seguir con el estudio de estos dos versos sobre el Regreso de Jesús unas palabras a modo de recapitulación y reflexión:
El Señor enseña en este sermón, que Su Regreso al mundo y el comienzo de su reino literal en la tierra no ocurrirá, hasta que primero se desate un gran conflicto escatológico de carácter mundial entorno a Jerusalén, y los judíos sean sometidos a una gran aflicción. Esto está profetizado en Zac. 14:1-4. Es con este trasfondo que volvemos a leer las palabras del Jesús en Mr. 13:24-27.
Israel, un territorio desahuciado.
Durante casi 2.000 años, el territorio de Israel y Jerusalén, al que los romanos, en su afán de desarraigar a los judíos de su tierra, cansados de las constantes revueltas y guerras, rebautizaron como Palestina y a Jerusalén como Aelia Capitolina (año 136 d.C.), ha ido pasando de mano en mano según el devenir histórico. A los romanos y bizantinos, le siguen los musulmanes (con interrupciones debido a las cruzadas), y a estos el imperio turco, y finalmente el imperio británico. Hablamos de un territorio durante siglos pobre y poco desarrollado, casi que “dejado de la mano de Dios”.
¿Quién diría, viendo estos antecedentes, que Jerusalén podría ser la causa y el escenario de un gran conflicto final, donde estuvieses implicadas las grandes potencias de la tierra? Sin embargo, desde 1948, con la fundación del nuevo estado de Israel, el lugar tienen cada vez mayor repercusión geopolítica.
Hoy sí, viendo los odios mutuos, viscerales, con raíces ancestrales, que hay en la región, los enemigos mundiales que Israel ha acumulado, podemos comprender que sí, que en cualquier momento puede convertirse en el foco de un gran conflicto mundial. Y habría que exclamar otra vez: ¡la Biblia tenía razón!
No se si esta generación verá el cumplimiento de esta profecía, y digo generación y no “si nosotros veremos” porque soy de la convicción de que antes que todas estas cosas ocurran, la iglesia será arrebatada. La Iglesia no forma parte de las profecías que tienen que ver con Israel y la tierra. Tampoco sabemos si todavía deben transcurrir 500 años más, nadie lo sabe, pero los tiempos que vivimos muestran que podría suceder en cualquier momento.
La reunión de su pueblo: “juntará a sus escogidos”.
En el último estudio, vimos al Señor descendiendo del cielo con gran poder y gloria. Mencionamos las convulsiones en la naturaleza que le preceden, y cómo, finalmente, aparece con gran poder y gloria desde el cielo (Dn. 7:13) (Ap. 1:7). Él viene a poner fin al reinado de la Bestia, derrotar a Satanás, reunir su pueblo y establecer Su Reino (Lc. 21:31).
Teniendo esto último en mente, reunir a su pueblo y establecer el Reino, volvemos a leer las palabras del verso 27:
(Mr 13:27) “Y entonces enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.”
En Mateo se lee: “Y enviará sus ángeles con gran voz de trompeta, y juntará a sus escogidos, de los cuatro vientos, desde un extremo del cielo hasta el otro.” (Mt 24:31).
No es difícil encontrar expositores que ven aquí una referencia al arrebatamiento (2ª Ts 4:16,17), e identifican a los escogidos con la iglesia. Son creyentes postribulacionistas, es decir, creen que el arrebatamiento de la iglesia y el Regreso del Señor con poder ocurren en el mismo momento, al final de la tribulación. Pero como ya hemos explicado y volveremos al tema, esto no es así. La iglesia fue arrebatada previamente al tiempo de la tribulación y ahora regresa con el Señor.
Entonces, ¿quién son entonces los escogidos? Como vimos en su momento, la referencia es en primer lugar a los judíos creyentes en Cristo (Isaías 65:9), y por extensión a todas las personas convertidas durante la tribulación.
Estas palabras de Jesús expresan el momento del cumplimiento de profecías como las de Isaías y Ezequiel, cuándo el pueblo judío, convertido al Señor, sea recogido de todos los lugares de la tierra para reunirse con el Mesías (Is. 11:11-16) (Is. 27:12,13) (Ez. 36:24-28) (Ez. 37:21,22).
Pero, y este recogimiento ¿No se cumplió en días de Zorobabel, con Esdras y con Nehemías, cuando en el año 537 a.C. Ciro autorizó el regreso de los judíos del cautiverio a la tierra y la construcción del templo? (Esd. 1:1-4).
La respuesta es no. En aquella ocasión la mayoría de los judíos permanecieron en la diáspora, dispersión, en los núcleos principales de Mesopotamia y Egipto. Estas profecías que hemos leído tendrán un cumplimiento completo al final de los tiempos, cuando Jesús regrese con gran poder y gloria. Todos los verdaderos creyentes de la tribulación serán reunidos. Mira cómo sucederá:
“Y enviará sus ángeles, y juntará a sus escogidos…” Los ángeles son servidores permanentes de Dios, y a ellos se les encargará una misión muy especial, una búsqueda minuciosa y completa de todos los creyentes que estén en la tierra en aquel momento. Dice que los juntará “de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo.” De los cuatro puntos cardinales, no importa el lugar, las distancias, la situación en que se encuentren. Todo será removido. Ni uno solo quedará atrás.
Tengamos en cuenta que como consecuencia de la gran predicación universal del Evangelio que habrá en aquellos días (Mr 13:10) y también de la terrible persecución a los judíos y creyentes en general, estos podrán estar en los lugares más recónditos de la tierra. Pero no importa, la promesa es que ninguno de ellos faltará a la cita con el Gran Rey.
Una similitud en la que regocijarnos.
Si bien, como hemos dicho, los escogidos no son la iglesia, ni esta reunión es el arrebatamiento, hay sin embargo una similitud que quiero destacar:
De la misma forma que en esta ocasión ningún creyente será dejado atrás y todos verán al Rey en su hermosura, así también, cuando Cristo venga previamente para recoger a su Iglesia, ningún verdadero cristiano quedará atrás. No importa el lugar donde te encuentres, ni las dificultades que puedas estar pasando, cuándo Él llame, de manera irresistible, todos los verdaderos creyentes acudiremos a la cita con nuestro Señor en el aire (1ª Ts. 4:16,17).
¿Sabes quienes quedarán atrás? Los falsos profesantes, la iglesia apóstata, los que gustan de la religión pero no tienen al Señor Jesús como Salvador en sus corazones. Los que aún oyendo el Evangelio rehúsan creer en él. La pregunta a la que te tienes que enfrentar es, si el Señor viniese hoy a recoger a su Iglesia ¿Qué sería de ti? ¿Has entregado tu vida al Señor Jesús para que sea tu Salvador? La esperanza para el cristiano es esta: “Y así estaremos siempre con el Señor” (1ª Ts. 4:18). ¿Y la tuya? ¿Cuál es?
NOTAS.
- Samuel Pérez Millos. Comentario exegético al texto griego del Nuevo Testamento. Marcos. Pág. 1.273. Editorial Clie.
- W. Hendriksen. El Evangelio Según San Mateo. Pág. 905. Libros desafío.
- Evis L. Carballosa. Mateo. La revelación de la realeza de Cristo. Tomo II. Pág. 365. Editorial Portavoz.
- J.C. Ryle. Meditaciones sobre los Evangelios. Marcos. Pág. 296. Editorial Peregrino.
- Evis L. Carballosa. Daniel y el Reino Mesiánico. Pág. 162. Editorial Portavoz. 1979.
- John C. Lennox. Contra la corriente. La inspiración de Daniel en una era de relativismo. Pág. 217,218. Editorial Patmos.
- W.E. Vine. Vine. Diccionario Expositivo de palabras del Antiguo y del Nuevo Testamento. Ver entrada: restauración. Pág. 780. Editorial Caribe.
- Horst Balz, Gerhard Schneider. Diccionario Exegético del Nuevo Testamento. Vol. I. Pág. 387. Editorial Sígueme.