5. EL SERMÓN PROFÉTICO DE JESÚS. La abominación desoladora y la gran tribulación (1).

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El Sermón Profético de Jesús.

La abominación desoladora y la gran tribulación (1).

Marcos 13: 14-23.

Recordamos, el origen del sermón profético hay que buscarlo en la declaración que Jesús hizo sobre el templo de Jerusalén: “¿Veis estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.” (Mr 13:2).

¿Qué interpretan los discípulos? Que un acontecimiento de esas características implica un cambio en los tiempos y en la relación de Dios con los judíos. Un cambio de era que inevitablemente relacionan con la instauración del reino del Mesías. De ahí la pregunta “¿Cuándo serán estas cosas?” “¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” (Mr 13:3,4). Es por esto que Mateo, después de la pregunta, “¿Cuándo serán estas cosas?” añade “¿Y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mt 24:3).

En consecuencia, la respuesta de Jesús va más allá de la destrucción del templo por parte de los romanos unos años después, y nos traslada a los tiempos del fin, previos a la inauguración del Reino. En cuanto al discurso profético, lo estamos exponiendo con la siguiente división:

  1. Advertencias Generales (13:5-13). Jesús advierte de las cosas que van a caracterizar este mundo durante el periodo de su ausencia, es decir, hasta que venga: Falsos cristos, guerras y rumores de guerras, persecuciones, Mateo habla de pestes, cataclismos, terremotos. Al llamar a este período comienzo de dolores, comparando con un parto, se da a entender que según se acerque el momento del regreso, estos aumentarán en frecuencia e intensidad.
  2. La abominación desoladora y la gran tribulación (13:14-23). Esta es la señal concreta que marca el comienzo del fin de esta era. El conflicto en torno a Jerusalén y la gran tribulación, tienen su causa en la abominación desoladora.
  3. Su Regreso con Gran Poder y Gloria (13:24-27). Nada que ver con el arrebatamiento de la iglesia, ese no es aquí el tema. Si superponemos los acontecimientos relacionados con la iglesia a este discurso, diríamos que el arrebatamiento es el acontecimiento que permite la manifestación del anticristo y con ello la abominación desoladora. Y que la Iglesia vendrá con Jesús cuando regrese con Gran  Poder y Gloria.
  4. Parábolas sobre el fin (13:28-37).

Después de meditar en las Advertencias Generales, corresponde entrar en lo que sí será la señal del fin, del regreso del Señor y del comienzo de Su Reino.

La abominación desoladora (Mr 13:14-23).

(Mr 13:14) “Pero cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda), entonces los que estén en Judea huyan a los montes.”

“Pero cuando veáis…” Ahora sí, ahora Jesús cambia de tema y pasa, de los sucesos que caracterizan el tiempo de su ausencia, a la señal concreta que indica el principio del fin. “¿Qué señal habrá…?” preguntan los discípulos (Mt 24:3) (Mr 13:4), y Jesús responde que esa señal inequívoca será “la abominación desoladora, puesta donde no debe estar…”. Pero ¿Qué significa la expresión?

Abominación es, escribe Mark Hitchcock, “algo que es absolutamente detestable ante los ojos de Dios”1. Es decir, odioso, repugnante para Dios. Un término que en la Biblia está especialmente relacionado con la idolatría. Algunos traducen “la abominación que causa desolación” es decir que trae destrucción, la DHH traduce “el horrible sacrilegio”.

Esta abominación o sacrilegio no es cualquier acontecimiento tumultuoso, como los que solían ocurrir en Jerusalén, sino algo muy especial. Como dice la traducción RV60 en Marcos y Mateo, la abominación “de que habló el profeta Daniel”.

Y cuando acudimos al profeta Daniel, encontramos que esta expresión o similar, aparece cuatro veces, y que está relacionada con una profanación o sacrilegio muy singular y abominable del templo: (Daniel 8:13-14)2., (Daniel 9:27)3., (Daniel 11:31)4., (Daniel 12:11)5..

Antíoco IV Epífanes y la abominación desoladora.

Daniel, que escribió en torno al año 550 a. C., predijo que un personaje siniestro y despreciable se levantaría, profanaría el templo judío, establecería la abominación desoladora y perseguiría al pueblo judío (Dn 8:7-12; 11:31).

Esto sucede cuando Antíoco IV Epífanes (entre el 171 al 164 a. C.), Epífanes significa “el dios manifiesto”, saqueó el templo llevándose todo objeto de valor, incluyendo el candelabro de siete brazos y el altar de oro (168 a. C.). Un año después (167 a. C.) construyó un altar a Zeus sobre el altar del holocausto, derramó sangre de cerdo sobre él, parece que levanta una imagen a Zeus con un gran parecido con su persona, y persiguió duramente a los judíos que no se sometieron a sus propósitos. Evidentemente cesaron los sacrificios a Dios en el Templo de Jerusalén (fueron abandonados).

Sin embargo, y a pesar de la precisión en muchos detalles, lo cierto es que la profecía no se agotó con Antioco IV.

La prueba está en que el mismo Jesús, unos doscientos años después, habla de un tiempo futuro donde se tiene que cumplir plenamente: “cuando veáis la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel, puesta donde no debe estar (el que lee, entienda)…”, entonces huyan…, porque ahora sí, el fin está cerca.

Una profecía de doble cumplimiento.

Ahora bien, no olvidemos la declaración de Jesús y la pregunta que da origen al discurso. La destrucción del templo y la petición de una señal.

Tenemos en perspectiva dos cosas, un conflicto inminente en torno a Jerusalén que destruirá la ciudad y el templo, pero que no propiciará Su regreso con gran Poder y Gloria, el final de la era ni el comienzo del Reino en los términos prometidos por los profetas. Y un segundo conflicto en torno a Jerusalén, un conflicto escatológico que sí traerá ese final y el comienzo del Reino de Cristo.

1. La inminente destrucción del templo. El Evangelista Lucas, a diferencia de Mateo y Marcos, se centra en la devastación del año 70. Algunos piensan que Lucas identifica la “abominación desoladora” con los ejércitos romanos, aunque en la práctica, a la hora de justificarlo, hay muchas dificultades 7. Lo probable es que Lucas esté ampliando la enseñanza de Jesús: Luc 21:20-24.

Destaca aquí la referencia a la ciudad rodeada de ejércitos, a los prisioneros (21:24a), y a la situación de humillación en que queda Jerusalén (21:24.b). Y es esta condición, hollada por los gentiles, lo que Lucas usa para hacer la transición hasta el tiempo del fin, cuando Jesús regrese con Poder y Gloria.

Acudiendo a la historia sabemos que Vespasiano, allá por el año 68 d. C., después de sofocar las revueltas en Galilea, se dispuso para sitiar Jerusalén. Y cuando este momento parecía inevitable, muere Nerón, el emperador, y él desiste del asedio para regresar a Roma donde finalmente es proclamado emperador (69 d.C.). Esto bien pudo servir de señal a los cristianos para salir de Jerusalén y de Judea, antes que Tito, hijo de Vespasiano, en el año 70 d. C. conquistase la ciudad. Hay quien dice que Dios avisó a la iglesia en Jerusalén por una visión, y que esta huyó cruzando el Jordán hasta Pella.

2. El conflicto escatológico. Sin descartar el conflicto del año 70 con Roma, lo que Jesús tiene en mente de forma primordial es un conflicto futuro en torno a Jerusalén, que agota la profecía de Daniel y culmina con Su Regreso en Gloria. Jesús sigue así el patrón establecido por Zacarías (Zac 14:1-5).

Teniendo en mente el conflicto escatológico, veamos ahora, algunos detalles e implicaciones de esa señal inequívoca que indicará la inmediatez del fin de esta era: “cuando veáis la abominación desoladora… puesta donde no debe estar” (Mr 13:14), “cuando veáis en el lugar santo la abominación desoladora” (Mt 24:15).

1º. Un escenario que va más allá de la propia Jerusalén. Observa, las referencias a la abominación desoladora en Daniel están relacionadas con el templo y los sacrificios. Su cumplimiento implica la existencia de un tercer templo en Jerusalén. Un templo construido por los judíos y no por el Mesías: “puesta donde no debe estar” (Mr 13:14), “cuando veáis en el lugar santo” (Mt 24:15).

2º. Un personaje. De la misma forma, las referencias a la abominación desoladora en Daniel implicaban un personaje siniestro. De esta manera Antíoco IV Epífanes se convierte en prototipo de ese personaje final al que conocemos como anticristo (1ª Jn 2:18), que Pablo llamó el inicuo, el hombre de pecado, y cuya destrucción será obra de nuestro Señor Jesucristo en Su Venida (2ª Ts 2:8).

3º. Un acto sacrílego, una acción abominable, que igual que antaño produzca el cese de los sacrificios en ese nuevo templo judío. ¿En qué puede consistir? Tiene que ser identificable, no sujeto a discusión, y de tal magnitud que provoque un conflicto y una persecución que culmina con el regreso de Jesús.

Al leer Mr 13:14 “la abominación… puesta donde no debe estar” podemos tener la impresión de que se trata de una estatua levantada en ese templo. Pero no es así. El uso que hace Marcos del griego indica que se trata de una persona, no de una estatua. Literalmente, esta parte del verso se leería: “cuando veáis la abominación desoladora… puesto donde no debe estar.” Mientras que abominación lleva un artículo neutro, el verbo tiene forma masculina, apunta a una persona 8..

W. Hendriksen, que es un teólogo amilenial, traduce así el verso: “Y cuando viereis el sacrilegio desolador estar donde (él) no tiene derecho de estar, el que lee entienda, entonces los que estén en Judea huyan a los montes.” 9.

Otro autor traduce así: “Pero cuando veáis esta cosa, la abominación de la desolación, de pie donde él no debería estar…” 10.

Esto está de acuerdo con la enseñanza del Apóstol Pablo sobre un personaje final al que llama “el hombre de pecado”, “el hijo de perdición”, “el inicuo” y que se presenta desde el templo como dios, exige pleitesía y persigue a todo aquel que no se someta, empezando por los judíos:

“El cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto, tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios.” (2ª Ts 2:4).

4º. Un periodo de tiempo. Otra de las cosas que observamos en Daniel son las continuas referencias al tiempo. Todo está limitado por Dios en el tiempo. De ahí que este conflicto escatológico se encuadre dentro de la llamada semana setenta de Daniel (Dn 9:27), un periodo de siete años dividido en dos partes de 3 ½ cada una.

 

A continuación veremos (1) La huída. La orden de Jesús de escapar de Judea y Jerusalén. (2) el anuncio de una tribulación como nunca conoció ni conocerá el pueblo de Israel, y (3) la advertencia contra la presión del engaño religioso que vivirá el mundo, y en especial el pueblo judío en esos momentos.

 

Notas.

  1. Mark Hitchcock. Lo que dice Jesús sobre los últimos días de la tierra. Pág. 48,49. Editorial Unilit. También Mark L. Strauss. Marcos, Comentario exegético-práctico del Nuevo Testamento. Editorial Andamio. Pág. 612.
  2. El contexto tiene que ver con la visión de Daniel donde el carnero (imperio medo-persa) es derrotado por el macho cabrío (los griegos de Alejandro Magno) (8:7); con la muerte de Alejandro y la división del imperio en cuatro partes (8:8); y con la aparición de un general que devastaría Jerusalén y quitaría el sacrificio del templo (8:10-12). Esto sucede cuando Antíoco IV Epífanes (entre el 171 al 164 a. C.) sacrificó un cerdo sobre su altar, deteniendo así los sacrificios al Señor. Además, construyó una imagen a Zeus en el templo, un altar a Zeus sobre el altar de los sacrificios, y persiguió duramente a los judíos. Entre el momento en que se inicia el conflicto con Antíoco hasta que Judas Macabeo restauró el Templo y lo hizo apto para la adoración, escribe Ryrie en su Biblia de Estudio, pasaron 2.300 días.
  3. En este caso toda la historia de Israel es descrita por el Señor a Daniel condensada en 70 semanas, pero no de días sino de años (9:24). Nuestro versículo, donde aparece la referencia a la abominación y al desolador, pertenece a la última de esas 70 semanas. Una semana que, pese a las controversias, todavía no se ha iniciado.
  4. El contexto apunta otra vez a los griegos (11: 3-4) y a la aparición de ese siniestro personaje que instalará la abominación desoladora en Jerusalén.
  5. Y aunque hay un fuerte intento por agotar esta profecía con Antíoco Epífanes, Daniel 12:4 y Daniel 12:9 lo relacionan con el tiempo del fin.
  6. https://atravesdelasescrituras.com/2023/10/25/la-abominacion-desoladora/
  7. Como ejemplo de las discusiones que hay para identificar la “abominación desoladora” con la señal que avisa de la destrucción de Jerusalén en el año 70, véase Mark L. Strauss. Comentario Exegético-práctico del Nuevo Testamento. Marcos. Pág. 612-614. Editorial Andamio.
  8. Ver Samuel Pérez Millos, Comentario Exegético al texto griego del Nuevo Testamento. Marcos. Pág. 1257. Editorial Clie.
  9. W. Hendriksen, El Evangelio según San Marcos. Comentario al Nuevo Testamento. Pág. 536. Subcomisión de Literatura Cristiana (SLC).
  10. Mark L. Strauss, en la página 614. Traducción de Ernest Best, “The Gospel of Mark; Who Is the Reader?” en Comentario Exegético-práctico del Nuevo Testamento. Marcos. Editorial Andamio.