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El Sermón Profético de Jesús.
Advertencias generales (2).
Marcos 13:5-13
Tres cuestiones últimas.
Antes de entrar en estas tres cuestiones relacionadas con las Advertencias Generales, se hace necesario un nuevo repaso.
Origen del discurso: El origen está en unas declaraciones incendiarias que hizo Jesús al abandonar el templo de Jerusalén: “¿Ves estos grandes edificios? No quedará piedra sobre piedra, que no sea derribada.” (Mr 13:2). En consecuencia los discípulos preguntan a Jesús por la destrucción del templo, por señales que ayuden a identificar el momento y estar preparados. “Dinos, ¿Cuándo serán estas cosas? ¿Y qué señal habrá cuando todas estas cosas hayan de cumplirse?” (Mr 13:4).
Este interés no es morboso, sino que tiene una lógica importante: un cataclismo de tal magnitud implica un cambio en los tiempos y en la relación de Dios con los judíos. Un fin de siglo, un cambio de era que inevitablemente ellos relacionan con el comienzo del reino del Mesías. Es por esto que Mateo, después de la pregunta, “¿Cuándo serán estas cosas?” añade “¿Y qué señal habrá de tu venida, y del fin del siglo?” (Mt 24:3).
Interpretación: Entre las diferentes formas de acercarnos a esta enseñanza, la que hemos escogido se conoce como profecía de doble cumplimiento. Creo que es la que mejor reconcilia los hechos históricos y el alcance de la pregunta. Esto significa que Jesús tiene en mente una destrucción inmediata de Jerusalén y del templo, que sucede en el año 70, y un futuro conflicto en torno a Jerusalén que precede al fin de este siglo y la introducción del Reino de Cristo.
Mateo y Marcos tienen en mente, de forma preeminente, ese conflicto al final de los tiempos y que precede al establecimiento del Reino. Lucas, sin embargo, hace más énfasis en la destrucción inmediata de la ciudad (Año 70), para después centrarse en el Regreso de Jesús en Gloria y en Su Reino.
La escatología del discurso: El Señor comienza con una serie de Advertencias Generales sobre los acontecimientos que marcarán este mundo hasta Su Regreso (Mr 13:5-13). Estos a su vez reciben el nombre de “comienzo de dolores” (Mr 13:8), comparándolos con un parto. Esto indica que según se aproxime ese conflicto escatológico, estos irán aumentando en intensidad y frecuencia. Después de una serie de advertencias a no dejarse engañar por agoreros y “lectores de señales”, les habla la señal que sí anunciará de forma inmediata el fin y el Regreso del Señor en Gloria:
“La Abominación Desoladora de la que habló el profeta Daniel” (Mr 13:14). Esto apunta directamente a Daniel 8:11, 9:27, 11:31, 12:11. Introduce cuatro hechos importantes, Un escenario (el templo), un suceso (la abominación), un personaje (el desolador) y un periodo de tiempo (7 años divididos en 3 ½ años y 3 ½ ).
Este acontecimiento, que origina un gran conflicto en torno a Jerusalén, desencadena un tiempo de gran Tribulación para Israel (Mr 13:18-19). Y entonces, de repente, irrumpe el Señor en este mundo, viniendo en las nubes con gran poder y gloria, poniendo fin a estos días, trayendo juicio e inaugurando el Reino (Mr 13:24-27).6.
Esto es, a grandes rasgos, los eventos futuros, la escatología, que el Señor explica aquí. Y alguno se preguntará, ¿no faltan cosas? Por ejemplo, ¿Dónde queda la iglesia y los eventos relacionados con ella?
Efectivamente, no está completo. Recuerda que en este momento el periodo de la iglesia no se ha inaugurado, todavía no hay enseñanza sobre el Rapto de la Iglesia, el Tribunal de Cristo, ni las Bodas del Cordero. La relación entre el Rapto o Arrebatamiento y la manifestación del anticristo y el comienzo del Día del Señor (los juicios divinos sobre este mundo) no se puede ver. Hay que esperar hasta el desarrollo que hará especialmente el Apóstol Pablo en sus cartas acerca de estos temas.
Hecha esta introducción volvemos otra vez a nuestra exposición. Hemos expuesto las llamadas Advertencias Generales, ahora nos corresponde entrar en la señal propiamente dichas que anuncian el fin de esta era. Pero antes quedan tres cuestiones que responder.
1. La predicación universal del Evangelio.
(Mr 13:10) “Y es necesario que el Evangelio sea predicado antes a todas las naciones.”
Esta afirmación aparece en el contexto de las persecuciones. Después veremos que esto tiene importancia. Ahora vamos a desgranar estas palabras:
– Este “Y es necesario”, dei, verbo impersonal que significa es necesario, es preciso, se debe. En este caso indica un propósito divino, el plan de Dios para la historia de la humanidad.
– ¿Qué es lo que es necesario? “que el Evangelio sea predicado”. Evidentemente es una referencia a la Salvación por medio de la fe en Jesús. Al perdón de nuestros pecados y a la adopción como hijos de Dios, a la Vida eterna por medio de la sangre de Jesús, a la herencia eterna en Cristo.
Pero Mateo añade un énfasis importante, le llama Evangelio del Reino: “Y será predicado este evangelio del reino.” (Mt 24:14). Y aunque el gobierno de Dios en el corazón de los hombres es parte esencial de nuestra predicación, en este caso parece que Mateo hace un énfasis especial en los últimos tiempos, cuando, una vez que la iglesia haya sido arrebatada, el próximo evento en la historia sea el Regreso de Jesús en Poder y Gloria para juzgar y reinar. Entonces en la predicación habrá un énfasis en cómo escapar del juicio y participar del Reino que es inminente. Evidentemente el cómo es mediante el arrepentimiento y la fe en Cristo, aquel que murió por nuestros pecados y nos hace justos ante Dios. Nunca habrá otro Evangelio.
– ¿A quienes debe ser predicado? “a todas las naciones.” Ethnos, originalmente multitud, se traduce como pueblo o nación. Mateo además añade: “en todo el mundo habitado”, en griego una sola palabra oikoumene, que proviene del verbo habitar, morar. “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones” (Mt 24:14).
Pero todavía hay un énfasis en el verso que no hemos resaltado, habla de la necesidad de que “el Evangelio sea predicado antes” y la pregunta es ¿antes de qué? Mateo es más específico: “Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones y entonces vendrá el fin.” (Mt 24:14). Es decir, antes que Dios ponga fin a este siglo, a este tiempo tal como lo conocemos, con el regreso de Jesús con Poder y gran Gloria para juzgar y reinar. La conclusión inevitable de estas palabras es que Dios no desea la condenación del hombre. El fin no llegará sin que el Evangelio haya sido proclamado en todo el mundo habitado (2ª Pedro 3:3-9).
Llegados a este punto surge una pregunta que puede resultar extraña ¿Se cumplió este versículo en tiempos de los apóstoles o está vigente como parte de la gran comisión? (Mt 28:19,20).
Quienes piensan que esto se cumplió en tiempos apostólicos, apelan a las palabras de Pablo en textos como Ro 16:25,26; Col 1:6,23. Y entonces, en el año 70 llegó la destrucción de Templo y el gran sufrimiento para el pueblo judío a manos de los romanos. Estamos ante una profecía cumplida. La gran comisión sigue vigente, pero este verso no se refiere a ello.
Sin embargo, un simple vistazo a un mapa sobre la expansión del cristianismo7. en los primeros siglos, nos deja ver que no fue así. A finales del S. I. excepto Roma y alrededores, el evangelio estaba concentrado en la parte oriental del imperio. Si Pablo visitó España y si hubo un testimonio incipiente en época temprana es algo que desconocemos. No fue hasta el S. II y III que el Evangelio se extendió por todo el imperio y empezó a rebasar sus fronteras.
¿Cómo entender entonces las palabras de Pablo? Posiblemente esta universalidad del Evangelio deba verse como potencial, es decir, que al estar abierto a todos sin excepción, haber alcanzado personas de todos los estatus sociales, de diferentes razas y países, y estar arraigado en Roma, el Evangelio estaba en disposición de extenderse por todo el mundo conocido. Esto significaba que aunque no hubiese iglesias establecidas, podía haber cristianos en los lugares más insospechados del imperio.
A nadie nos gusta vivir en un ambiente hostil, y menos de intolerancia y persecución. Pero es importante darnos cuenta como la oposición de los judíos y las persecuciones romanas en vez de extinguir la llama del Evangelio, ayudaron en su difusión. Es sorprendente como Dios usa las situaciones, aún las más incomprensibles, para extender el Evangelio.
Descartado que estas palabras de Jesús se hayan cumplido, es que podemos entender por qué para muchos cristianos se han convertido en un lema para evangelizar el mundo.
El verso se presta para hacer una breve historia del movimiento misionero, y mencionar sus mártires, pero excede el propósito del estudio. En todo caso, reconocer el gran esfuerzo personal y de medios que se sigue haciendo en nuestros días para alcanzar con el Evangelio, no sólo a las zonas más remotas de nuestro planeta sino también las más hostiles y cerradas, léase Corea del Norte, China, países árabes, Irán, Afganistán. Reconocer y dar gracias a Dios por hombres y mujeres valientes que no les importa exponer su vida por Jesús.
Pero la pregunta que queda en el aire es: ¿Estamos haciendo lo suficiente por la extensión del Evangelio? ¿Estamos verdaderamente comprometidos? (Mt 9:37,38).
Pero a este esfuerzo de testimonio universal todavía queda un capítulo por escribir. De forma literal, en los tiempos del fin, después que la iglesia haya sido arrebatada, el Evangelio llegará a todos los rincones del planeta, y posiblemente a todas las personas sin excepción. En Apocalipsis se habla primero de 144.000 sellados por Dios (Ap 7:1-4), después de los dos testigos (Ap 11:3), y finalmente de un ángel que recorrerá el mundo proclamando el Evangelio Eterno (Ap 14:6,7). Miles creerán, y miles serán martirizados (Ap 7:14,15).
Pero el mundo se endurecerá contra Dios y rechazará esta última oportunidad (Ap 9:20; 16:9,11). Y entonces, como dijo Jesús, vendrá el fin de esta era. Escribe Lenski, “El mundo no desaparecerá hasta que el Evangelio haya sido llevado, entre toda clase de persecuciones, hasta lo último de la tierra.” 8.
2. La frase “el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (13:13) ¿Qué significa?
“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” (Mr 13:13)
El texto se presta a muchas interpretaciones. Están aquellos que aún predicando la Salvación por la fe en Jesús, creen que si no perseveras hasta el fin de tus días puedes perderla. Otros, como los católico romanos, ven aquí una referencia al martirio como puerta directa al cielo. Mientras el católico promedio debe perseverar en buenas obras y cumplir con los sacramentos, el que muera como mártir disfruta desde ya la presencia de Cristo.
Así que, alrededor de este verso se plantean cuestiones como ¿Se pierde la Salvación? ¿Nos salvamos por obras, en este caso por la perseverancia?
Lo primero que hay que decir es que la intención de Jesús no es provocar disputa o desasosiego, sino todo lo contrario. Son Palabras de ánimo y esperanza. “Podrán venir contratiempos, dificultades, persecuciones, pero no te desanimes, merece la pena, nuestra fe no se verá defraudada”, dice el Señor. El creyente experimentará el gozo pleno de la Salvación. Así que no te rindas. (Ro 10:11,13).
En segundo lugar, la Salvación es siempre por la fe en Cristo. Es el resultado de aplicar la obra de la cruz a nuestros corazones. No somos salvos por obras, tampoco por la perseverancia o por el martirio (Ro 3:28) (Ef 2:9). Y de la misma forma que un nacimiento físico una vez sucedido no tiene marcha atrás, así tampoco el nacimiento espiritual puede deshacerse. Una vez en Cristo, para siempre en Cristo (Jn 5:24) (Ro 8:37-39).
Y como punto tercero, la perseverancia de la que habla Jesús es resultado del nuevo nacimiento y no una obra meritoria. Todo verdadero creyente finalmente persevera en el Señor, con independencia de los altibajos que pueda experimentar, como sucedió a Pedro que negó a Jesús, o a los apóstoles, que le abandonaron (Pr 24:16).
Pero en tiempos de persecución, muchos, cuya adoración a Dios es de carácter meramente externo, se apartarán (Lc 8:13,15) (Ro 5:1-3) (1ª Jn 2:19).
Por último, estas palabras tienen una especial relevancia para los tiempos de la tribulación escatológica. Algunos serán tentados a pensar que podrían escapar de persecución y martirio si niegan que son creyentes. Pero el Señor les aclara que la solución está en perseverar hasta el fin. Ellos, que habrán creído en medio de gran aflicción, verán que es preferible morir por Jesús que vivir para servir al anticristo. Por otro lado, los que perseverando en el Señor, por su gracia lleguen con vida al final experimentarán el regreso de Jesús con gran poder y gloria. No serán condenados en los juicios que Cristo ejecutará en la tierra, al contrario, entrarán para gozar del Reino junto con Jesús y sus redimidos (Mt 25:31-34, 41).
3. La preocupación de Jesús: “Pero mirad por vosotros mismos;” (13:9).
Es la tercera vez que Jesús expresa preocupación por sus discípulos. La primera cuando les advierte contra los falsos cristos y engañadores (13:5). La segunda contra los temores que generan los sucesos cataclísmicos que sacuden el mundo (13:7). Y la tercera ahora, sobre la intolerancia y la persecución (13:9). Y hay más.
¿Qué concluimos de esto? Que su discurso no es como una lista de los desastres que van a ocurrir sino que hay corazón en el mismo. No importa el momento histórico en que vivan los creyentes, pasado, presente, o futuro, el Señor tiene una preocupación especial por nosotros. Estamos en su mente y su corazón. Esta preocupación se expresa en cuatro puntos:
1º Una exhortación: “Mirad por vosotros mismos.” (13:9). La idea es estar en guardia, velando de forma continua. En lenguaje coloquial: “Andaos con cuidado.” No se trata de vivir pendiente del otro, sino cuidando mi propia condición. “Cuida tu condición espiritual”.
Las palabras de Jesús en Lucas me parecen de una escandalosa y oportuna validez intemporal: “Mirad también por vosotros mismos, que vuestros corazones no se carguen de glotonería y embriaguez y de los afanes de esta vida, y venga de repente sobre vosotros aquel día” (Lc 21:34). No tomar en serio la exhortación del Señor nos expone a un dolor innecesario.
2º Muestra un propósito divino: Qué duro cuando una persona atraviesa una situación dolorosa física o emocional, y se pregunta por qué, y no tiene respuesta. Pero es diferente cuando eres un hijo o hija de Dios (Ro. 8:28).
De entrada tenemos que recordar que toda prueba cumple al menos un propósito: Refinarnos, purificarnos como al oro. Ganar en paciencia (perseverancia), profundidad espiritual (comunión con Dios) y un carácter aprobado (1ª Pd 1:6,7) (Stg 1:3,4).
Pero en este caso el Señor abre la perspectiva y mira también hacia fuera: Un instrumento de evangelización (“para testimonio a ellos” 13:9) (Lc 21:13). El testimonio de Jesús llegará a personas que de otra forma jamás serán confrontadas por el Evangelio. Oremos que el Señor nos ayude en medio de la aflicción, sea cual sea, de tal manera que podamos ser usados para Su Gloria. Nuestro conflicto por la fe en Jesús no es en vano.
3º Promete Auxilio divino: ¿Cómo ser instrumento para su Gloria cuando soy débil y mis palabras son torpes? Algunos podemos exclamar, no tengo “madera de mártir”. Sin embargo la respuesta de Pablo fue que cuanto más débil más fuertes seremos (2ª Co 12:9,10).
La promesa aquí es la ayuda especial del Espíritu Santo para esta difícil experiencia (13:11): “No os preocupéis por lo que habéis de decir.” Él guiará nuestra mente y nos dará palabras adecuadas. Por otro lado este “no os preocupéis” implica gracia especial en la prueba, Su paz en medio del conflicto, de lo contrario es difícil presentar un testimonio convincente ante los perseguidores (2ª Ti. 4:17). Y esto nos lleva al cuarto punto.
4º. Aliento divino (13:13). Esto lo mencionamos en el punto anterior. Estas son palabras de aliento. Recordemos: Sufrir por Cristo tiene recompensa, el creyente no se verá avergonzado (Ro 8:18) (Ro 10:11) (Ap.2:10).
Notas.
- Ver: Michael J. Vlach. Él reinará por siempre. Una teología bíblica del reino de Dios. Editorial Publicaciones Kerigma. Pág 298.
- Ver Atlas de la Biblia y de la historia del cristianismo. Pág 74,75. Editorial Mundo Hispano.
- RCH. Lenski. La Interpretación del Evangelio Según San Marcos. Pág 492. Publicaciones El Escudo. México.