32 Jesús anda sobre el mar

Jesús anda sobre el mar

(Mr. 6:45-52).

Hay creyentes a los que el estudio este relato no despierta mucho entusiasmo. No porque duden de su veracidad, sino porque lo han escuchado predicar tantas veces, incluso en la escuela dominical, en campamentos, que piensan “¿Otra vez?”. Incluso a este predicador le pasó algo parecido “¿Y qué digo que los hermanos no hayan escuchado antes?”. 

Pero no se desanimen, es una narración que termina seduciendo al lector. Si le damos la oportunidad veremos no solo como la sencillez del relato, la acción, el dramatismo y un desenlace inesperado nos enganchan, sino también la facilidad con que terminamos identificándonos con la experiencia de los Apóstoles. 

Dos observaciones para comenzar: 1) No confundirlo con la otra  ocasión en que Jesús calma la tempestad (Mr 4:35-41). En la primera Jesús estaba en la barca durmiendo (Mr 4:38). En esta, Jesús no está con ellos. El Señor está en tierra (Mr. 6:47). 2) Aunque Marcos y Juan lo omiten, este es el relato donde Pedro caminará sobre el mar. La escena la recoge Mateo (Mt 14:28-31).  

Un viaje apresurado.

(Mr 6:45-46) “En seguida hizo a sus discípulos entrar en la barca e ir delante de Él a Betsaida, en la otra rivera, entre tanto que Él despedía a la multitud. Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;”

“En seguida…” Apenas terminaron de recoger las sobras de la comida (la alimentación de los 5.000), Jesús obliga a los Apóstoles a marcharse y despide a la multitud ¿Por qué, de repente, estas prisas? 

Una respuesta podría ser “estaba anocheciendo” (Jn 6:16) y el Señor no quería que pasaran la noche al raso. Esto podría ser cierto de la multitud, había mujeres y niños, y no todos estarían preparados. Pero los discípulos junto con Jesús ya estaban acostumbrados. En realidad habían dos razones de peso: 

1) El entusiasmo de la multitud: La multitud estaba tan entusiasmada con el milagro que querían proclamarlo rey (Jn 6:14-15), y el Señor sabía que sus discípulos no eran inmunes ni a la presión popular, ni a la idea de un Mesías guerrero. Obligarlos a marchar en realidad fue una forma de protegerlos.

2) ¿Cuál fue la respuesta de Jesús al entusiasmo de la gente? “Y después que los hubo despedido, se fue al monte a orar;” (Mr 6:46) La oración. He aquí la segunda razón: La prioridad de la oración. Al despedir a la multitud no solo abortaba los planes para hacerle rey sino que estaba buscando un tiempo a solas con el Padre. Jesús no quería el halago de la gente, sino la aprobación del Padre”.

Nosotros no somos mejores que los discípulos, estamos expuestos a los mismos peligros, ser atraídos y seducidos por el entusiasmo del mundo, su visión del éxito, y quizás por esto el Señor interrumpe tantas veces nuestros planes, a veces de forma drástica. Y exclamamos: “¿Por qué ahora, cuándo mejor me iba?” En realidad el Señor nos está librando de nosotros mismos. 

Tampoco podemos ignorar el ejemplo de oración de Jesús. ¿Cuán importante es la oración en nuestras vidas? ¿A dónde acudimos con nuestros éxitos y fracasos? “La oración era el verdadero aliento de Cristo”y debiera ser también el nuestro.

“… ir delante de Él a Betsaida, en la otra ribera,..” No se si nos damos cuenta del detalle ¿No hemos dicho que viajaron desde Capernaum hasta Betsaida? ¿El milagro no fue en las afueras de Betsaida? (Lc 9:10) ¿Cómo es que el Señor los envía a Betsaida, al otro lado del lago? Es el tipo de cosas que se utilizan para restar credibilidad a las Escrituras “tiene errores” “se contradice”. Aunque no tenemos una respuesta definitiva, lo más probable es que hubiesen dos Betsaida (lit. lugar de pesca). Una cerca de la desembocadura del Jordán en el mar de Galilea, Betsaida Julia (donde sucede el milagro), y otra a las afueras de Capernaum, al otro lado, una especie de poblado pesquero con embarcadero. En este caso ese sería el lugar de destino.

“En medio del mar”

(Mr 6:47) “Y al venir la noche, la barca estaba en medio del mar, y él solo en tierra.”

Este verso no es solo una transición en el relato. Da información que prepara al lector para la siguiente escena:

La situación de los discípulos: “en medio del mar”.  No se cuantas horas se tardaba en la travesía, quizás era previsible que les alcanzase la noche. Tampoco era un problema, eran expertos marineros. La cuestión es que ha pasado el tiempo, es noche avanzada y la barca no ha llegado. ¡Aún están en medio del mar! 

Los discípulos están solos. El otro elemento que añadirá dramatismo a la escena es Jesús. Él no está en la barca con ellos. Está en tierra, en un monte cercano a la orilla, está orando. 

La fatiga de los discípulos.

(Mr 6:48) “Y viéndoles remar con gran fatiga, porque el viento les era contrario, cerca de la cuarta vigilia de la noche vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.”

“Cerca de la cuarta vigilia de la noche…” La escena sucede a altas horas de la noche, alrededor de las tres de la mañana.

¿Por qué estaban parados en medio del mar? “porque el viento les era contrario,” Al parecer hubo un cambio brusco en las condiciones del viaje y el viento empezó a soplar fuerte y de frente. En otras palabras, estaban siendo empujados hacía atrás, y por mucho que se esforzaban no avanzaban. 

El Señor cuida de los suyos.

“Y viéndoles remar con gran fatiga (lit. atormentados, doloridos por el esfuerzo sostenido). No sé en qué pensarían los discípulos, si se sentían abandonados de Jesús o lamentaban su ausencia. Pero el Señor no se había olvidado de ellos. No importa lo oscura que sea la noche, si había nubes y las olas altas, Jesús los ve y sabe su situación. 

Aunque físicamente ausente, Jesús no se olvida de nosotros. Él está realizando una labor de intercesión y de cuidado a favor de Su Iglesia, y de todos sus hijos. Todas nuestras circunstancias, tormentas, fatigas, están presentes delante de Él y de nuestro Dios (Mt 28:20) (Heb 13:5-6) (Ro 8:33-34) (Lc 22:31-32).

“Vino a ellos andando sobre el mar, y quería adelantárseles.” La preocupación de Jesús no es solo teórica, “Él ve y conoce”, sino también práctica: “vino a ellos”. El cuadro es doblemente impresionante:

Jesús muestra su divinidad.

1) Andando sobre el mar. Nada es obstáculo para detenerle en su deseo de estar con los suyos. Camina sobre el mar encrespado y se sitúa al lado de ellos. ¡El Señor está siempre a nuestro lado!

Pero esta forma extraordinaria de llegar a ellos tiene un significado más profundo. De nuevo Jesús está manifestando Su Divinidad, y por tanto su poder. Si Él no fuese realmente Dios este milagro sería blasfemo pues estaría usurpando Su lugar. Me explico: ¿Quién es el que se presenta en el Antiguo Testamento caminando sobre las olas del mar? (Job 9:8) (Sal 77:16-20) (Hab 3:15) Dios. ¿Y quien camina aquí sobre las olas, en medio de un viento recio? Jesús.

2) Y quería adelantárseles. Generalmente lo explicamos como que quería estar al lado de ellos (traer confianza en medio de la tormenta), y ser invitado a entrar en la barca. Y es así, y es una apreciación que nos alienta.

Pero hay un detalle que suele pasar desapercibido y que tiene sentido cuando vemos el milagro a la luz de la revelación de Su Divinidad. Este “adelantárseles”, “pasar de largo” es también el lenguaje de las “teofanías” (manifestaciones de Dios) en el Antiguo Testamento. Jesús hace con sus discípulos lo mismo que Dios hizo con Moisés y Eliseo cuando se les apareció (Ex 33:19,22) (1º Rey 19:11). Pero hay una diferencia esencial entre la revelación de Dios a Moisés y la de Jesús a sus discípulos. La primera fue parcial (Ex 33:22), pero aquí Jesús quiere que lo vean pasar y que la manifestación sea completa.2, 3.

El miedo de los discípulos.

(Mr 6:49-50a) “Viéndole ellos andar sobre el mar, pensaron que era un fantasma, y gritaron; porque todos le veían, y se turbaron.”

El caso es que los discípulos no reconocen a Jesús. La noche, el viento, el rugido del mar, la angustia, ¡ningún humano puede caminar sobre el mar! Todo encajaba para dar rienda suelta a sus prejuicios: “el fantasma de algún pescador”, “un espectro maligno que les perseguía”, “el presagio de una fatalidad”. Todos se turban, el buen juicio se nubla, se dejan llevar por el miedo y comienzan a gritar aterrados. Él momento es sobrecogedor. Algunos eran marineros experimentados, hombres fuertes, además habían estado predicando a Jesús, expulsando demonios en su nombre, y ahora gritan de miedo.

Cuántas veces, en un sentido o en otro, también nosotros actuamos así. Sobrepasados por las circunstancias, se nos nubla el buen juicio y entramos en “pánico espiritual”. Nos dejamos aterrorizar por los fantasmas que nos rodean y somos incluso incapaces de ver al Señor en medio de la tormenta.

(Mr 6:50b) “Pero enseguida habló con ellos, y les dijo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!”

No puedo imaginar el descanso, la alegría, que de repente inundó los corazones de aquellos hombres, no tanto cuando escucharon “tened valor” o “no temáis” sino cuando se dieron cuenta de que quien hablaba, ese “yo soy”, significaba que Jesús estaba allí.  Yo tengo el poder, la situación está bajo mi control.

(Mr 6:51) “Y subió a ellos en la barca, y se calmó el viento; y ellos se asombraron en gran manera, y se maravillaban.”

En este caso no hizo falta ordenar al viento que callara. La sola presencia del Señor hizo que Su paz acallase el viento y las olas. Esta escena nos recuerda el poder del Señor no solo sobre las circunstancias externas, sino también sobre las olas interiores que batallan en nuestra mente y corazón.

“Se asombraron… y se maravillaban” ¡Es lo mínimo que esperaríamos ¿Verdad?! El doble milagro no solo evidenció su poder sino que otra vez puso de manifiesto Su Divinidad. Sin embargo, la intención de Marcos no es alabar la respuesta de los Apóstoles sino manifestar la inmadurez de su fe.

La incredulidad de los discípulos.

(Mr 6:52) “Porque aún no habían entendido lo de los panes, por cuanto estaban endurecidos sus corazones.”

Que se asombraran y adoraran al Señor era de esperar, nunca debemos perder nuestra capacidad de asombro frente a las Obras de Dios. El problema estaba en que 1. Lo estaban “más allá de lo razonable.” 2. Actuaban como si no fuesen conscientes de Su poder, como si descubriesen ahora la grandeza de su persona, cuando Jesús llevaba tiempo manifestando su poder y deidad. De ahí el comentario de Marcos:

 “Porque aún no habían entendido lo de los panes” ¿Qué no habían entendido? Su poder creador, Su poder para obrar en nuestra necesidad, para cuidar de los suyos. ¿Qué no habían entendido?  Que cuando el Señor da una orden, Él cuida y provee. Que nada pude oponerse a Su Voluntad.

“por cuanto estaban endurecidos su corazones” Esto no es lo mismo que el endurecimiento de los escribas y Fariseos. Aquello era una incredulidad maliciosa. Pero ellos si habían reconocido a Jesús como el Mesías, y lo dejaron todo para seguirle. Debe entenderse en términos de aprendizaje (de crecimiento, de madurez, de capacitación). Marcos pone en evidencia el letargo espiritual que tenían. Quizás demasiado atraídos todavía por los conceptos populares, por sus propios prejuicios y esto les impedía avanzar.

¿Y qué de nosotros? Hemos creído, pero ¿estamos creciendo en el conocimiento y dependencia del Señor o vivimos en un letargo espiritual? ¿Cómo nos condicionan los prejuicios, o nuestros propios temores a la hora de confiar en el Señor y de reconocerle en medio de nuestras circunstancias? 

“Gracias Señor, porque aunque no seamos capaces de verlo Tú estás con nosotros, y en nosotros. Gracias porque, a pesar de nuestra incredulidad, no has renunciado a seguir trabajando en nuestras vidas y llevar nuestra mente y corazón hacía tú persona. Que los prejuicios y temores no nos impidan reconocerte y confiar en ti.”

 

1.  W. Hendriksen. El Evangelio de Marcos.

2. John D. Grassmick. El conocimiento Bíblico, un comentario expositivo. Tomo I. Pág. 167. Editorial ELA. 1996. // 

3. Juan Mateos-Fernando Camacho, El Evangelio de Marcos, Tomo II. Pág. 98,99. Ediciones Almendro. Fundación Épsilon.