09 Jesús sana a la suegra de Pedro

Jesus sana suegra Pedro

Jesús sana a la suegra de Pedro.

Muchos son sanados al ponerse el sol.

(Mr 1:29-31) (Mr 1:32-33)

  Jesus sana suegra Pedro

El nombre de Jesús se extiende por toda Galilea

(Mr. 1:21-45).

Introducción.

Posiblemente dos son los temas que Marcos quiere destacar en este grupo de relatos que estamos estudiando (Mr 1:21-45):

La fama de Jesús. Como su buen nombre se extendió rápidamente por toda Galilea y alrededores, de tal manera que la gente se agolpaba donde quiera que él iba (1:28) (1:45). Todos pudieron percibir que alguien verdaderamente diferente estaba entre ellos.

La Autoridad de Jesús. Está presente en la forma de enseñar, en su trato con los demonios, con la enfermedad, etc. Esto es importante porque daba pistas sobre quién era realmente. No es que era diferente, es que era el Mesías prometido.

Su autoridad sobre la enfermedad (Mr.1:29-34).

Hasta ahora Marcos ha mostrado la autoridad de Jesús sobre la Palabra, sobre los demonios, y ahora da un paso más para mostrar Su Autoridad también sobre la enfermedad. Junto con la muerte, una de las principales consecuencias físicas de la caída del hombre.  El objetivo no es entretener, sino que los lectores, como sucedió con los testigos de la vida de Jesús, fueran sumando datos hasta tomar conciencia de quien era Él.

Salvos para servir.

(Mr 1:29) “Al salir de la sinagoga, vinieron a casa de Simón y Andrés con Jacobo y Juan.”

Terminada la visita a la sinagoga, Jesús y los cuatro discípulos se dirigen a casa de Andrés y Simón. La impresión que da el texto es que fue invitado, junto con Jacobo y Juan, a comer en la casa de Andrés y Simón.

La intención era tener un tiempo de descanso, un tiempo en familia. Sin embargo la tarde no iba a ser como planeaban. El siguiente verso nos describe dos sorpresas. Una para nosotros, y otra para los discípulos de Jesús.

(Mr 1:30) “Y la suegra de simón estaba acostada con fiebre; y en seguida le hablaron de ella.”

Hemos hablado de dos “sorpresas”. Empezamos por la nuestra:

La primera: ¡Pedro tenía suegra, estaba casado! El hecho de que el catolicismo romano exija a sus sacerdotes y monjas el celibato, no casarse, hace que para muchos descubrir esto sea una sorpresa. Nada menos que Pedro, a quien el catolicismo romano convierte en su primer Papa, era un hombre casado. Además sabemos que tiempo más tarde, una vez ascendido el Señor y fundada la Iglesia, Pedro se hacía acompañar de su mujer en los diferentes viajes misioneros (1 (Co 9:5).

Volviendo al texto, lo más probable es que su suegro hubiese fallecido y Pedro se hubiese hecho cargo su cuidado.

La segunda sorpresa. Esperaban un momento de tranquilidad, sin embargo fueron recibidos con sobresalto. En algún momento del día, y mientras ellos estaban ausentes, aquella mujer empezó a enfermar con fiebres muy altas que posiblemente hicieron temer por su vida (Lc 4:38).

(Mr 1:31) “Entonces Él se acercó, y la tomó de la mano y la levantó; e inmediatamente le dejó la fiebre, y ella les servía.”

Al contrario de lo que es común cuando una persona ha tenido una fiebre alta, que el cuerpo se queda debilitado y necesitamos un tiempo de recuperación, la mujer se vio totalmente restaurada y en seguida, posiblemente junto con su hija, la esposa de Pedro, se dispuso para atender la cena de Jesús y el resto de invitados.

Esta frase “… y ella les servía.” no me equivoco si digo que está subrayada en muchas de nuestras biblias. Y esto por varios motivos:

1. Es una ilustración de la actitud que debe llenar nuestros corazones cuando experimentamos la obra de Dios: Agradecimiento, servicio, adoración. ¿Qué llena hoy nuestros corazones? 

2. Es una ilustración del propósito de nuestra salvación: “Salvos para servir” primeramente a Dios, como consecuencia a los hermanos y al prójimo (1 Ts 1:9-10). Uno de los expositores consultados tiene la siguiente reflexión: “Somos salvos para servir, y si hay alguno que dice ser creyente y no sirve, hemos de dudar si de verdad haya sentido la mano sanadora del Maestro.” 1

3. Dios puede deshacer cualquier obstáculo que impida el servicio a Él.

Alguien en tono de broma dijo “¿Y se alegró Pedro cuando vio sana a su suegra?” Pero nosotros, considerando su ejemplo, bien podríamos decir “Señor, dame un corazón de suegra”.

La religión como obstáculo para llegar a Dios.

Y ahora sí, durante unas horas parece que si hubo tranquilidad para Jesús y los suyos. La familia de Pedro pudo disfrutar la presencia de tan ilustre invitado. Pero esto iba a durar poco:

(Mr 1:32-33) “Cuando llegó la noche, luego que el sol se puso, le trajeron todos los que tenían enfermedades, y a los endemoniados; y toda la ciudad se agolpó a la puerta.”

Recordemos que estamos en sábado, día de reposo para los judíos. No se podían llevar cargas, hacer grandes desplazamientos, ni realizar ninguna actividad que fuese considerada trabajo ¡De hecho, no podían trasladar enfermos para ser curados salvo peligro de muerte! Hasta ese extremo había llegado el legalismo de los dirigentes judíos.

¡Que contradicción! En sábado, día en el que las personas debían buscar al Señor, la gente en necesidad no podía acudir al Mesías de Dios y recibir sus bendiciones. Esto es un ejemplo de cómo la religión y las tradiciones de los hombres oscurecen el camino a Dios y se convierten, a pesar de su pompa y solemnidad, en un estorbo para las almas necesitadas. De ahí los enfrentamientos que el Señor tendrá con los dirigentes judíos por el sábado (Mt 12:9-12) (Mr 3:1-6). Nuestra oración podría ser “Señor, líbranos de ser  obstáculos a las almas que te están buscando”, “que no encuentren falsa religiosidad, ni imposiciones humanas que alejen de ti”.

Pero con la llegada del atardecer, al ponerse el sol, el reposo acababa. Y ahora sí, la gente ya estaba libre para desplazarse y cargar sus enfermos hasta donde estaba Jesús. Es tanta la multitud que Marcos dice “y toda la ciudad de agolpó a la puerta.”

Aquí observamos que el relato distingue entre “los que tenían enfermedades y los endemoniados”. Es decir, el texto bíblico no confunde enfermedad con actividad demoníaca. No vale aquello de que “sus conocimientos no daban para más y confundían enfermedades con posesión demoníaca.” Llama la atención como (Mt 4:24) distingue incluso entre enfermos, endemoniados y lunáticos, posiblemente epilépticos.

¿Habría en Jesús fuerzas físicas y poder suficiente para atender a esta gran multitud necesitada? Ahora la respuesta.

Jesús muestra un poder sin límites.

(Mr 1:34) “Y sanó a muchos que estaban enfermos de diversas enfermedades, y echó fuera muchos demonios; y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían.”

La respuesta indubitable es Sí. Dice el texto que muchos enfermos y endemoniados fueron sanados aquel día. Y dice “muchos” no porque el Señor fallara con algunos.  La idea es que todos los que acudieron, porque habían otros en los alrededores que no estaban allí, estos “muchos”, recibieron el don del Señor.

Ver a Jesús sanando de las consecuencias del pecado en la raza humana, en este caso la enfermedad, y enfrentando con autoridad a las fuerzas del mal, eran un claro testimonio de que el Mesías había llegado y que su mensaje era verdadero.

Para nosotros, esta escena es un testimonio del poder ilimitado del Señor para perdonar, transformar y dar salvación a todos lo que con verdadera necesidad acuden a Él.

La frase “y no dejaba hablar a los demonios, porque le conocían” es interesante. Algo hemos comentado al respecto:

Aunque el diablo intentó, de una u otra manera, asociarse con Jesús, crear confusión es una de sus armas favoritas, nuestro Señor nunca lo permitió. Un principio de vida que debemos aprender a practicar con sabiduría: “…¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué comunión la luz con las tinieblas?” (2ª Co 6:14).

Es interesante darse cuenta como el enemigo intentó alterar los tiempos de Dios, intentando provocar a las multitudes para que lo reconociesen anticipadamente como el Mesías. Evidentemente buscaba manipular y hacer fracasar al Siervo del Señor.

La vida de oración de Jesús (Mr 1:35).

No sabemos a qué hora terminó el Señor de atender a la gente. No olvidemos que Jesús no los trató en masa sino que atendió personalmente (Lc 5:40).  Debió ser tarde, y parece que Jesús, quizás también Juan y Jacobo, pasaron la noche allí. Pero el siguiente verso siguiente dice que el día empezó pronto para Él.

(Mr 1:35) “Levantándose muy de mañana, siendo aún muy oscuro, salió y se fue a un lugar desierto, y allí oraba.”

Unas preciosas palabras que nos introducen en la intimidad de la vida de oración de nuestro Señor. El era el “Hijo de Dios”, y como Hijo estaba siempre en el seno del Padre (Jn 1:18) pero como Siervo necesitaba y anhelaba su comunión. Tres cosas podemos aprender:

1º. Este madrugar no fue ocasional, se sentía en apuros, quería que algo ocurriera, y se esforzó por buscar un tiempo de oración. No, la idea es que la oración era una práctica habitual en su vida. Bien en la mañana, bien en la tarde, bien en la noche, buscaba tiempo de intimidad con su Padre (Mt 14:23) (Mr 6:46) (Lc 5:16) (Lc 6:12) (Lc 9:18) (Lc 9:28).

(Mr 6:46) «Despedida la multitud, subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo.»

(Lc 5:16) «Mas él se apartaba a lugares desiertos, y oraba.»

2º. Tampoco era una breve oración dando gracias por algo o pidiendo algo, medio balbuceando porque el sueño o el cansancio del día no te deja concentrar. Era un tiempo intenso de entrega a la comunión con el Padre. «En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.» (Lc 6:12)

Se cumple así la palabra profética de (Is 50:4-8): “…despertará mañana tras mañana, despertará mi oído para que oiga como los sabios.” (Isaías 50:4).

¿Nos gustaría saber cómo o qué oraba Jesús? Los evangelios tienen algunas breves referencias. Eran oraciones genuinas, íntimas, que glorificaban a Dios: (Mt 11:25-26) (Jn 11:41-42).

3º. “se fue a un lugar desierto”. No significa un lugar inhóspito y caluroso. En este contexto significa un lugar deshabitado. El Señor se alejaba del bullicio y de las distracciones para rodearse de un ambiente tranquilo para la oración.

Un buen ejemplo para nosotros. Es cierto que cualquier lugar y cualquier momento sirve para orar, pero también es necesario buscar un tiempo y un lugar, lejos de las distracciones, donde centrarnos en la oración.

4º. Todo momento importante en la vida del Señor era precedido de un tiempo adicional de oración intensa. Como consecuencia, no habían decisiones precipitadas.

El profesor Ernesto Trenchard escribió al respecto:

“Si tan necesaria era la oración para el mismo Maestro en el cumplimiento de su misión, ¡cuánto más para nosotros, en quienes el oído interno está entorpecido por el pecado! Oremos sin cesar y busquemos los períodos especiales de quietud durante los cuales de verdad podamos comunicar con el Padre.” 2

 

1 Ernesto Trenchard, Una exposición del Evangelio según Marcos, 1981. Literatura bíblica.

2 Ídem.

Natanael Leon