05 La tentación de Jesús

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 La tentación de Jesús

(Mr 1:12-13).

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La presentación del Mesías (IV) (Mr. 1:1-13).

En esta primera parte del primer capítulo, Marcos está presentando a Jesús, Aquel que no solo es el centro de su relato sino del Evangelio mismo. Primero nos recordó, de manera breve pero eficaz, el mensaje  y la presentación que Juan el Bautista hizo de Él. A continuación, y también de manera concisa, el momento en que Jesús acude a Juan para ser bautizado y de esta forma dio comienzo oficial a su ministerio como el Mesías prometido.  

La tentación de Jesús (Mr 1:12-13).

Y ahora nos introduce en la última de las escenas con las que quiere completar esta presentación, a saber: La tentación de Jesús. El encuentro que tuvo con Satanás, el adversario de Dios y de nuestras almas.

De nuevo, y esto lo vemos al compararlo con el relato de Mateo y Lucas, una de las cosas que llama la atención es la brevedad. ¡Dos versos! frente a los once de Mateo (Mt 4:1-11) y trece de Lucas (Lc 4:1-13). Evidentemente no se debe ni a la pereza de Marcos ni a su falta de información, sino al carácter dinámico, conciso y práctico que, guiado por el Espíritu Santo, quiso dar a este Evangelio. Para profundizar en los detalles tenemos acudir a los otros dos evangelistas.

Jesús es llevado al desierto.

(Mr 1:12) “Y luego el Espíritu le impulsó al desierto.”

Inmediatamente después del bautismo y de aquella experiencia sublime donde los cielos fueron abiertos, el mismo Espíritu que descendió sobre Él y le llenó completamente, ahora “le impulsa al desierto”. Y además con un propósito poco agradable, ser tentado por Satanás (Lc 4:1) (Mt 4:1). 

(Mt 4:1) “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto, para ser tentado por el diablo.”

(Lc 4:1) “Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordán, y fue llevado por el Espíritu al desierto.”

Esto es algo que debiéramos apuntar bien en nuestra agenda. Cuando una persona decide entregarse al Jesús, o un cristiano toma una decisión firme por el Señor, bien para enderezar su vida, apartarse de algún mal o servir con mayor consagración, lo normal no será que a esta decisión le sigua un tiempo placentero sino de conflicto espiritual. Mientras que el propósito del enemigo será hacernos retroceder, el propósito de nuestro Señor será fortalecernos y confírmanos. Volvamos al verso:

* “le impulsó”. El verbo es diferente al que usan los otros evangelistas. Es más drástico, con más fuerza. Dicen los eruditos que ese es el estilo de Marcos. El asunto es que la necesidad o el deseo que el Espíritu puso en su corazón debió ser muy intenso. Y lo interesante es que Jesús no se resistió. Estaba verdaderamente sometido al Padre.

* “… al desierto”. El bautismo ocurrió en un lugar inhóspito, por donde discurría el río Jordán. Lo que esto indica que abandona las orillas del jordán y se introduce más en aquella región rocosa y seca de Judea, apartado de los caminos que podían atravesarla.

El propósito de la tentación.

Y aquí, la primera pregunta que surge es ¿Por qué? ¿Cuál era el propósito?

Si pensamos en Satanás desde luego era evidente. Deshacer todos los planes de Dios para llevar a cabo la Obra de la Salvación. Lo intentó cuando por medio de Herodes quiso matar al niño Jesús en Belén. Y ahora lo intentará haciendo que Jesús peque y quedase descalificado para ser nuestro Salvador.

Si pensamos en Dios, recordemos que es el Espíritu quien le impulsa al desierto, su propósito al permitir esta situación es justo lo contrario. Probar, demostrar que Su Hijo en verdad era sin pecado y por tanto estaba verdaderamente capacitado para ser el Salvador (2 Co 5:21) (He 7:26-27).

(2 Co 5:21) “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él.”

Jesús, tentado por Satanás.

(Mr 1:13) “Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás, y estaba con las fieras; y los ángeles le servían.”

“Y estuvo allí en el desierto cuarenta días, y era tentado por Satanás,…”. Mateo da a entender que Jesús estuvo primero cuarenta días en ayuno, en una comunión intensa con Dios, y que al final de este periodo, en el momento de mayor debilidad física, Satanás se presentó para tentarle (Mt 4:2-3).

Sin embargo el relato de Marcos y de Lucas nos permite enfocarlo de otra manera. Posiblemente el Señor no fue tentado solo al final sino también durante los cuarenta días que estuvo en la soledad del desierto (Lc 4:1-2). Tan intensa debió ser aquella lucha que no comió, y quizás ni durmió, durante todo ese tiempo. El contenido de esas tentaciones no las conocemos, pero sí en qué consistió el encuentro final. Mateo y Lucas nos narrarían el último asalto del maligno, cuando humanamente hablando el Señor debía estar en peor situación física, el más cruel y también el más sutil porque se disfraza de falsa piedad.

¡Qué fácil es quejarse cuando desde una situación de bienestar o relativa calma, de repente pasamos al conflicto! ¡Cuando después de un periodo largo de prueba, y cuando creemos que ya no puede pasar más, entonces la lucha se intensifica! Así fue con nuestro Señor, así es con nosotros. Y haremos bien en meditar en su experiencia para aprender cómo también podemos obtener la victoria.

“…y era tentado por Satanás,…”. Tan importante era esta tentación, de tanta trascendencia, que Satanás no la encomienda a ninguna entidad maligna inferior, sino que el mismo príncipe de los demonios asume el protagonismo.

Mucho tiempo atrás logró su propósito cuando introdujo el pecado en la creación de Dios, cuando provocó la caída de Adán y Eva. Pero ¿tendría éxito con Jesús, el segundo Adán? 

Aunque Marcos no lo dice expresamente, el hecho de que a continuación presente a Jesús predicando el Evangelio en Galilea indica que fracasó (Mr 1:14). 

Mateo y Lucas son más expresos. Después de relatar el fracaso mencionan a Satanás alejándose momentáneamente del Señor “con el rabo entre las piernas “(Mt. 4:11) (Lc 4:13).

Además tenemos el testimonio del los escritores bíblicos que testifican que ni en esta, ni en sucesivas ocasiones Satanás logró su objetivo (1 P 2:22) (1 Jn 3:5).

(He 4:15) «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.»

“…y estaba con las fieras,…”. Este detalle pertenece a Marcos, no aparece en Mateo y Lucas. Dicen los comentaristas que el desierto de Judea era un lugar que podía estar habitado por diferentes animales salvajes como hienas, chacales, leopardos, incluso leones. Hay dos formas de interpretar estas palabras:

* Los que piensan que la presencia de Jesús convirtió el lugar en una especie de paraíso, donde aún las bestias salvajes convivían mansamente con Él 

* y los que interpretan que con esta frase se refuerza la idea de las condiciones extremas en las que se encontró Jesús, un lugar apartado, solitario y hostil, sin compañía amiga y expuesto a peligros.

Los comentaristas en general creen mas correcta esta segunda interpretación. La primera necesita forzar el texto original y el contexto. 

Esta referencia a las fieras y el ambiente hostil que rodeó la tentación de nuestro Señor, nos sirve para comparar esta escena con la de Adán. Mientras que nuestros primeros padres enfrentaron a Satanás en un ambiente paradisiaco, con todo a su favor y fracasaron, Jesús, sin embargo, lo tuvo todo en contra y aún así resistió el embate del Diablo.

“y los ángeles le servían”. Como indica Mateo (Mt 4:11) esto sucede al final de la tentación e implica, por un lado, Su victoria en el conflicto y por otro, un testimonio de la verdadera humanidad del Señor. Tan duro debió ser aquel encuentro y tan exhausto terminó que los ángeles vivieron a fortalecerle. 

La importancia de la victoria de Jesús para nosotros

Ya hemos mencionado el propósito de la tentación, mostrar que nuestro Señor era un hombre perfecto, sin pecado, y que por tanto reunía todas las condiciones para ser el Salvador del mundo. Además, aquella victoria no fue sino el anticipo de Su victoria final sobre el pecado y Satanás.

Pero al mismo tiempo, el hecho de que nuestro Señor pasó por estas tentaciones, le capacitan para ser nuestro Sumo Sacerdote, alguien a quien que podemos acudir con confianza en cada conflicto y situación, sabiendo que nos entiende.

(He 2:18) «Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados.»

(He 4:15-16) «Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro.»

Como bien dice el cántico, “tenemos un amigo en la gloria, y Él tan solo está a una oración… cada lágrima y mal el promete compartir”.

(Ro 8:34) “¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.”

Consideraciones finales sobre la tentación.

Aunque no es la intención apartarnos de la brevedad y el dinamismo que Marcos dio a su narración, hay en este caso ciertas cuestiones que nos recomiendan parar brevemente.

Se trata de dar respuesta a varias preguntas que están detrás de esta escena y que no siempre son fáciles para nuestra mente finita. Es importante hacerlo porque en algunos casos han derivado en graves desviaciones respecto a la persona de Cristo. Estos temas son los siguientes:Tentado

* Si Dios no puede ser tentando, es decir incitado a hacer lo malo, y si Jesús es Dios ¿Cómo pudo ser tentando?

* No hay duda que Jesús fue sin pecado, pero durante la tentación ¿Existió la posibilidad de que pecara? 

* Si concluimos que no podía pecar, entonces ¿Las tentaciones fueron reales? ¿Cómo puede compadecerse de nosotros?

A pesar de lo complejo de los temas, intentaremos mantener la brevedad en las respuestas. Empecemos por el principio.

La tentación, una historia real.

La tentación no es un mito. Es decir, un relato imaginario creado en torno a la persona de Jesús para enseñarnos algo o para engrandecer su persona. 

Aceptar esta o una enseñanza similar, aunque la disfracemos de vocabulario teológico, significa que esta porción es una invención humana. Y si es invención eso implica que cualquier otro relato también puede serlo. Estaríamos perdidos en cuanto al valor de la Escritura, siempre pendientes de lo que decidiera alguna menta “iluminada”.

Tampoco fue un sueño o una visión que Jesús tuvo, y que fue una experiencia muy real para Él. Esto no está de acuerdo ni con la narración ni con la forma que tiene la Biblia de tratar esos casos. Es decir, cuando se trata de un sueño o de una visión la Escritura lo anuncia, no lo disfraza haciéndolo pasar por una experiencia real. Además si esto fue un sueño o una visión entonces la victoria de Jesús también fue imaginaria, no fue real. Ni su impecabilidad ni su aptitud para ser nuestro representante quedaron demostradas. ¿Cómo podría compadecerse de nosotros en nuestras luchas? 

¿Y si no fue un mito, una leyenda, un sueño o una visión sino una parábola de Jesús donde él mismo es el protagonista? ¿Una creación suya para ilustrarnos algo de valor espiritual? En este caso hay que señalar que no cumpliría con el principal de los requisito de una parábola, ser una escena de la vida cotidiana, imaginaria pero verosímil, con la que pueden  identificarse los oyentes.

Como alguien señalaba, todas estas interpretaciones (un mito, leyenda, sueño, visión, parábola) generalmente son intentos de “humanizar el relato”, de desprenderlo de todo lo sobrenatural para hacerlo más cercano y creíble a una mente más racional como la nuestra. Pero lo que se consigue es lo contrario. Se vierte desconfianza sobre el texto bíblico, se desvirtúa la persona misma de Jesús y la Obra de la Salvación.

Si Jesús es Dios, ¿Cómo pudo ser tentado?

De las tres cuestiones planteadas, esta es quizás la “más fácil” de responder. Nuestro Señor es una persona divina, es decir Él es Dios. Pero posee dos naturalezas i. Además de la naturaleza divina que le es propia, cuando el Verbo se encarnó adquirió una naturaleza humana pero sin pecado (Jn 1:14) (Jn 14:30). 

(Jn 1:14) «Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros (y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre), lleno de gracia y de verdad.»

(Jn 14:30) «No hablaré ya mucho con vosotros; porque viene el príncipe de este mundo, y él nada tiene en mí.»

Es en esta condición, como hombre verdadero y no como Dios, que Jesús pudo ser tentado por Satanás.

La pecabilidad de Jesús.

Si Jesús pudo ser tentado, ¿significa esto que pudo pecar? La doctrina que enseña que Jesús pudo pecar pero que no lo hizo se conoce como la “pecabilidad de Cristo”. La contraria, la que defiende que en realidad nunca pudo pecar, se conoce como la “impecabilidad de Cristo”.

Aunque algunos maestros bíblicos que militan en el campo conservador que han defendido la “pecabilidad de Cristo”, entiendo que la enseñanza más acorde con la revelación bíblica, y esto lo veremos a continuación, es la “impecabilidad de Cristo” es decir, que nuestro Señor no podía pecar. El profesor José U. Hutter lo explica de la siguiente manera:

“Los defensores de la pecabilidad de Cristo relacionan esta posibilidad solamente con su naturaleza humana. Pero, aunque es cierto que Cristo tenía dos naturalezas, aún así era una sola persona que no podía separarse de su divinidad. A dondequiera que él fuera, su naturaleza divina siempre tambien estaba. Si hubiese sido posible separar sus dos naturalezas (y no es posible, véase por ejemplo las decisiones del concilio de Calcedonia) entonces podríamos decir que su naturaleza humana habría podido pecar. Pero puesto que no es posible separar su naturaleza divina de su naturaleza humana y puesto que su naturaleza divina no puede pecar, la persona de Cristo no podía haber pecado.” ii

Consideremos el siguiente versículo en relación con este tema: «Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos.» (He 13:8) 

Este es uno de esos versos clásicos donde se enseña la divinidad de nuestro Señor, pues dice que es inmutable. Es decir, no puede cambiar en su carácter y atributos. Y ese es uno de los atributos de Dios. Por lógica, si nuestro Señor, durante su ministerio en la tierra hubiese podido pecar, mutar o cambiar en su santidad, eso significaría que no era verdaderamente inmutable. 

También podemos plantearlo de otra manera, si Cristo pudiese haber pecado durante su ministerio en la tierra, puesto que es inmutable, eso significaría que también podría hacerlo ahora. No tendríamos garantía de que no pecará en el futuro. 

Otro detalle importante a tener en cuenta es que en este momento crucial, Jesús estaba bajo el control del Espíritu Santo (Lc 4:1), del cual fue lleno en el momento de su bautismo y del que permaneció lleno durante todo su ministerio terrenal.  

Pero esta respuesta, la impecabilidad de Jesús, nos plantea casi inmediatamente otro desafío:

Las tentaciones, una experiencia verdadera.

Si Jesús no podía pecar entonces ¿cómo pudieron ser reales las tentaciones para Él? ¿Fue un teatro? ¿Cómo es que puede compadecerse de nosotros? La respuesta no es fácil, y también excede los límites de nuestra comprensión. 

Que Jesús, como persona divina que era, no pudiese pecar no significa ni que los ataques del maligno no fueran reales, ni que nuestro Señor no sintiera toda la presión y angustia que estos pueden producir. 

En una conocida tienda de muebles y artículos para el hogar,  para demostrar la resistencia de un sillón que tiene un diseño ergonómico y poco habitual, lo tienen en una urna de cristal donde constantemente es sometido a una intensa presión tanto en el asiento como en el respaldar. Y a pesar de las miles de veces de probarlo constantemente ¡No se rompe! ¿Se puede decir que porque no se rompe la presión que soporta no es real? ¿Qué el sillón “no sabe” lo que es soportar continuamente personas de 120 kilos?

Tengamos presente que esta lucha con Satanás sucede en la esfera de Su humanidad. En este sentido Él era un hombre como nosotros, sujeto a las mismas limitaciones, sentimientos y emociones (cansancio, sueño, hambre, sed, amaba, se indignaba, reía, lloraba, se gozaba, mostraba preocupación etc.) pero sin pecado.

Hay dos escenas que personalmente me ayudan a entender lo real de esta experiencia en la vida de nuestro Señor, aún cuando no podía pecar. 

1. Jesús tuvo hambre.

En la primera de las tres tentaciones, Satanás intentó que nuestro Señor utilizara su poder para otra cosa diferente a lo que el Padre le había enviado. Es decir, no para glorificar al Padre cumpliendo su misión sino para satisfacer una necesidad: (Mt 4:3) “Y vino a él el tentador, y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan.”

¿Por qué imaginó Satanás que esta sugerencia podría tener éxito? ¿Por qué pensó que tendría alguna oportunidad? La respuesta la encontramos en el verso anterior:

(Mt 4:2) “Y después de haber ayunado cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.”

¡Tuvo hambre! Pero no el hambre que produce haberse saltado alguna comida durante el día o porque nos hemos retrasado en la hora de comer. ¡Llevaba cuarenta días en ayunas! Lo de “me muero de hambre”, una frase tan recurrente entre nosotros, en el caso de nuestro Señor era lo más cercano a la realidad. 

Sin duda la incitación a poner primero Su interés al del Padre fue real, y la presión interior que soportó nuestro Señor,  que debía casi desfallecer de hambre, también fue muy real e intensa.

El sufrimiento de la muerte.

El otro ejemplo lo podemos ver en la tercera de las tentaciones: (Mt 4:8-9) “Otra vez le llevó el diablo a un monte muy alto, y le mostró todos los reinos del mundo y la gloria de ellos, y le dijo: Todo esto te daré, si postrado me adorares.”

¿Por qué hizo Satanás que un ofrecimiento tan indecente? ¿Con qué posibilidad estaba jugando? En Lucas 22 tenemos de una escena tremenda. El Señor se angustió en extremo al anticipar su propia muerte y lo que significaba física y espiritualmente. 

(Lc 22:42) “…y puesto de rodillas oró, diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.”

(Lc 22:44) “Y estando en agonía, oraba más intensamente; y era su sudor como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra.”

Satanás contaba como una carta a su favor con el tremendo sufrimiento interno, inimaginable para nosotros, que la obediencia supondría para Jesús, y le ofreció un camino fácil que evitara la lucha, la agonía y dolor.

A pesar de su divinidad y por tanto de su impecabilidad, las tentaciones si fueron una experiencia real e intensa. Nuestro Señor conoció en verdad las diferentes luchas, presiones y angustias que nosotros experimentamos en las distintas áreas de nuestra vida. Salió victorioso y es nuestro socorro en nuestras debilidades:

(Heb 4:15) “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”

i En teología, esta referencia a la existencia de dos naturalezas en la única persona de Jesús se conoce como “unión hipostática”. Para describir la relación entre estas naturalezas, la divina y la humana, se usan los siguientes términos:  “no mezcladas, incambiables, indivisibles, inseparables”.

ii José U. Hutter, Dios verdadero y hombre verdadero, Pág. 71. Editorial Mundo bíblico.

Natanael Leon