“Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.”
La presentación del Mesías (I) (Mr. 1:1-13)
Introducción.
(Mr 1:1) “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.”
Hermosas y solemnes las palabras con las que Marcos inicia su evangelio. Toda una declaración de intenciones. La expresión “Principio (arque) del evangelio” indica que su intención no era escribir un betseller que le hiciese famoso, ni fantasear con personajes y acontecimientos increíbles, sino hacer un relato ordenado, auténtico y confiable de la persona y obra de Jesucristo.
El Evangelio de Jesucristo.
El término evangelio (euangelion) no lo inventaron los cristianos, es una palabra de origen griego (eu, bien, angelion, mensaje), que literalmente significa buena noticia. En la antigüedad se utilizaba, entre otros usos, para anunciar momentos solemnes relacionados con la vida del emperador romano y también sus victorias militares.
Pero Marcos no la usa para referirse al emperador ni a sus victorias militares, sino a alguien mucho más grande. Alguien que con su Obra y su victoria sobre el pecado y la muerte vino a traer Esperanza para toda la humanidad. Su nombre es Jesús, el Cristo. Su libro no narrará “el evangelio del Cesar” sino “El Evangelio de Jesucristo”.
Pero en esto hay también un detalle interesante. Algunas personas han intentado separar a Jesús de sus enseñanzas. Es decir, quedarse solo con el discurso, con su ética, con su ejemplo y prescindir de Él. Como si esto fuese suficiente por sí mismo para transformar el corazón de las personas ante Dios, o traerles la Salvación. Esto es un lamentable error.
La expresión “Evangelio de Jesucristo” nos enseña que el centro del Evangelio es Jesús, Su vida, Su muerte, Su resurrección. Él es la esencia del Evangelio. Sin Jesús no hay Evangelio. Sin Jesús no hay Salvación. Como dice el himno:
“Sin Cristo yo no tengo nada;
Sin Cristo no hay Salvación;
sin Cristo yo voy por la vida;
como barco sin timón.”
Esta verdad está contenida en el nombre con que Marcos presenta a nuestro Señor. Le llama “Jesucristo”, que en realidad es la suma de su nombre personal “Jesús” y un título “Cristo”.
– Jesús, palabra del hebreo que significa “Jehová salva”.
– Cristo, voz griega que traduce la palabra hebrea “Mesías” y significa “el ungido o enviado” con una misión.
Jesús es el único Enviado de Dios con el propósito traer la Salvación de Dios a todos los hombres. No hay otro fuera de Él: “Y en ningún otro hay salvación; porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos.”(Hch 4:12).
A continuación he seleccionado cuatro porciones bíblicas, una de cada evangelio, donde Jesús enseña que Él mismo es la respuesta a la necesidad del hombre. Evidentemente hay muchas más y su número se puede ampliar grandemente:
– (Mt 11:28) “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar.”
¿Dónde está el descanso de la persona cargada por la religión? ¿Dónde la esperanza para el decepcionado por los hombres y sus promesas? La respuesta no es una nueva religión ni otra filosofía, sino Jesús “y yo os haré descansar”.
– (Lc 19:10) “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.”
Jesús habla del ser humano como alguien perdido. Perdido porque no está en comunión con Dios, porque ignora el sentido de la vida, porque que no sabe dónde va. ¿Cómo puede encontrar respuestas que le saquen de su confusión? ¿Cómo encontrar el camino de vuelta a Dios?
El sentido de la vida no está en la riqueza, el poder o la fama, el camino a Dios no está en filosofías exóticas, en el interior de uno mismo o en fuerzas cósmicas. La respuesta nuevamente es Cristo mismo. El es quien busca, quien sale al encuentro del necesitado y Salva.
– (Mr 10:45) “Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.”
A lo largo de la historia, muchas personas han dado su vida por una causa noble, incluso para salvar a otra. Pero ninguna tiene ni el valor ni la trascendencia de la muerte de Jesús.
Su muerte no es solo un ejemplo que inspira la vida de las personas para vivir entregados al prójimo o comprometidos con la verdad, es mucho más. Permite cancelar todas las cuentas pendientes que a causa del pecado y nuestra rebeldía tenemos frente a Dios, nos libra del juicio, del castigo eterno y nos abre las puertas del cielo.
– (Jn 8:36) “Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres.”
¿Dónde está la libertad y la victoria para aquel que se encuentra desesperado y encadenado? Jesús no señaló al poder de ciertos ritos religiosos ni a las enseñanzas de hombres ilustres, señaló a su propia persona como respuesta. Yo doy verdadera libertad.
“Sin Cristo mi alma está muerta;
Sin Cristo esclavo yo soy;
Sin Cristo no hay esperanza;
más con Él yo salvo soy.”
Coro: “Cristo, oh Cristo!
Si has oído Su voz, ven, acéptale hoy.
¿Oh Cristo, oh Cristo!
Sin Tí, sin Tí, nada soy.”
El evangelio de Jesucristo y el evangelio del César.
Antes de continuar, una reflexión que encontré muy interesante. En la antigüedad, el emperador romano se consideraba un dios, el señor, salvador y libertador del mundo. Desde su punto de vista, el mundo estaba lleno de bárbaros incivilizados que había que conquistar para incorporar al Imperio Romano. Así pues, cada vez que el emperador regresaba de una victoria se proclamaban «las buenas noticias” o evangelio. Gracias al Cesar el mundo estaba siendo transformado en un lugar mejor. Pero ¡Qué diferente es «el evangelio de Jesucristo» y el “evangelio del Cesar”!
. El primero ha liberado y sigue haciéndolo a millones de personas en todo el mundo, mientras que del segundo, apenas quedan unas cuantas ruinas para distracción de los turistas. Una ilustración del esfuerzo vano del hombre por tener un mundo mejor ignorando o dando la espalda a Dios.
. Los beneficios del evangelio de Jesucristo son universales, se dan a todos los que creen en Él sin excepción. En contraste, los que se beneficiaban de las buenas noticias del César eran siempre los mismos; los privilegiados y los poderosos.
. Jesucristo nos salva entregando su propia vida en la cruz, mientras que los emperadores romanos imponían su autoridad por medio de sangrientas campañas militares que dejaban miles de muertos.
. Jesucristo gana nuestros corazones por amor, mientras que el César lo hacía por la fuerza y el miedo.
El evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios.
Pero aquí no acaba esta presentación de Jesús. Al final de la frase Marcos le llama “Hijo de Dios”. Un título que con diferentes matices aparecerá en más de una ocasión a lo largo relato: (Mr 1:1) (Mr 3:11) (Mr 5:7) (Mr 9:7) (Mr 12:6) (Mr 14:61-62) (Mr 15:39).
No es postureo. No se trata de adornar con títulos a su personaje para hacerlo más atractivo, ni llamar la atención para vender mejor su relato. ¿Saben quién reclamaba para sí mismo este título, y además exigía ser adorado como tal? Era uno de los títulos atribuidos al Cesar de Roma, divi filius (hijo del divino). Tras el asesinato de Julio Cesar el senado lo declaró divus, divino. En consecuencia, su hijo Octavio fue declarado divi filius, y así sucesivamente. Por tanto, de alguna forma, Marcos al calificar así a Jesús se la estaba jugando.
Desde el mismo comienzo del Evangelio Marcos intenta establecer la singularidad del Mesías. Jesús no era un hombre especialmente dotado, ni un semidios grecorromano, sujeto a las mismas debilidades y pasiones que los hombres, tampoco un profeta, ni siquiera una criatura celestial con un mensaje especial.
Es Hijo de Dios porque participa en una misión divina, realizando la tarea encomendada y obedeciendo su llamado i, pero ante todo por su relación filial con el Padre, o como indica el término “Hijo” su participación en la naturaleza divina ii. Hijo de Dios significa que el Mesías, aquél que vino como el Siervo del Señor, obediente hasta el final, era divino.
De esta manera, Marcos está imprimiendo un sello de autenticidad y credibilidad únicos a su Evangelio. ¡Jesús es digno de ser creído y recibido por todos!
Conclusión.
El hecho de que Jesucristo, el Mesías, sea también el Hijo de Dios tiene una trascendencia enorme. Puesto que comparte la misma naturaleza de divina, Jesús no es hombre para que mienta, ni hijo de hombre para que se arrepienta (Números: 23:19), por consiguiente, podemos entregarnos a Él con total confianza y descansar.
Mi querido amigo, ¿A quién quieres encomendar la salvación de tu alma?, ¿En qué manos vas a poner tu esperanza y tu eternidad?
Hay dos opciones, escuchar “el evangelio del Cesar” con su “hijo de dios”, es decir, las ofertas de hombres, religiones, filósofos y políticos, o poner tu esperanza en Jesucristo, el verdadero Hijo de Dios.
Lo primero es poner tu esperanza en frágiles criaturas y falsos cristos que no pueden cumplir lo que prometen, y que tarde o temprano te fallarán. Lo segundo es poner tu confianza en el Eterno Hijo de Dios, Aquel que siendo Dios se hizo hombre, murió por tus pecados, resucitó victorioso, y vive para salvar eternamente a todos los que por la fe se acercan a Él.
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i Oscar Cullmann, Cristología del Nuevo Testamento, Ediciones Sígueme, Salamanca, pág. 356.
ii Son muchos los que han intentado restar importancia a esta expresión diciendo por ejemplo que “Jesús es un ser creado” por eso es “hijo”, o que se trata de un título mesiánico, otra forma de decir “el Enviado de Dios”.
Es cierto que el término “hijo” se usa en el Nuevo Testamento en sentido biológico, alguien a quien le has dado vida, también que podría ser una forma de referirse al Mesías, pero al examinar las diferentes menciones en relación a Jesús nos damos cuenta ninguna de estas explicaciones refleja el sentido o el alcance del término. La expresión “Hijo de Dios”, referida a Jesucristo, apunta directamente a Su divinidad. A su participación en la naturaleza divina, y por tanto a su relación única con el Padre. Recordemos que en la mentalidad judía, la expresión “hijo de…” también se utiliza para expresar “participación en la naturaleza de algo”, “que es semejante a algo”:
-Como ejemplo tenemos la ocasión cuando Jesús llamó a Juan y Jacobo «hijos del trueno» (Mr 3:17). Esto no quería decir, evidentemente, que hubieran sido engendrados por un trueno, sino que participaban de la naturaleza violenta y explosiva del trueno.
-También el uso que Pablo hace de esta expresión. Por ejemplo «hijos de la promesa» (Ga 4:28), «hijos de desobediencia» (Ef 2:2), «hijos de ira» (Ef 2:3), «hijos de luz e hijos del día» (1 Ts 5:5), «hijos de maldición» (2 P 2:14), solo se entienden cuando aplicamos este significado de participación a la expresión “hijo de…”
De hecho Marcos, aunque presenta a Jesús como el Siervo del Señor, Aquel que vino a cumplir la voluntad del que le envió, no puede dejar de mostrarnos también la naturaleza divina del Siervo:
– (Mr 1:2-3) Lo que Dios dice de sí mismo en Isaías y Malaquías aquí se dice del Mesías.
– (Mr 2:5-7) Se menciona su autoridad para perdonar pecados, una potestad que solo corresponde a Dios, y que escandalizó a los judíos.
– (Mr 3:28) Jesús se llama a sí mismo “Señor aun del sábado”, del día que pertenece a Dios.
– (Mr. 14: 61-62) Es interesante ver cómo Jesús relaciona el título “Hijo de Dios” con su propia divinidad. De otro modo, el escándalo del Sumo Sacerdote no tiene sentido (Mr 14:63-64).
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